sábado. 20.04.2024

Por la noche Riad luce…

Cuando despierto y contemplo esta ciudad mi mente vuelve a mis doce años. Retorno a aquella clase de dibujo, esa tarde en la que la profesora nos mandó pintar un paisaje titulado “colores cálidos”

Porque Riad es de color cobrizo. Sus casas, las calles, sus tiendas… Toda ella es una gama de marrones… Desde el más claro; amarillento, casi blanco, al más oscuro, ése que roza el negro. Apenas se aprecia otro color. Incluso cuando miras al cielo ves la tierra parda intentando robar el azul al cielo

Hay días en los que el aire es rojizo, como si el desierto reclamara su espacio robado y quisiera teñir con su cromatismo las obras de esos humanos que osaron vivir en su tierra inhóspita. Y es ese aire del desierto el que tiñe los coches, las abayas, los thawb y las ghutras. Esa tierra gaseosa que alcanza la cumbre de esos altos edificios cubriendo como un manto el cristal de sus miradores… Esa tierra en el aire que se cuela en las fortificaciones de los compaunds y se ríe de los tendederos.

Es el color castaño el que dibuja las figuras de esta urbe delineando mansiones sin aceras con puertas palaciegas. Es ese color cobrizo el que, en la mañana, se ve salpicado con escasas motas negras y blancas, figuras que retando al sol se atrevieron a pasear por sus avenidas.

Este color, aderezado con aire caliente; fuego del desierto, te hace sentir que el manto ha desplazado a la corteza y que las entrañas del planeta tienen su boca en Riad

Riad, color y calor, y así el ritmo de sus oraciones quedan fijos en tu retina e impregnados en tu cerebro de manera que nunca puedas ya olvidar lo que se siente en la capital del Reino…

"Es en la tregua del fuego del desierto cuando las galerías comerciales se pueblan de figuras negras y blancas llenando espacios cuyo silencio antes sólo era roto por la oración y que ahora rezuma vida y jolgorio"

Mas en Riad, también, llega la noche

Llega a horas tempraneras. Horarios que en la distancia veías como desprecios al sol pero que no son sino guiños a la luna, verdadera aliada de la vida saudí. Con “Kamar” surgen de pronto aquellos que vivieron la tarde abotargados. Se abren las puertas magentas y cobrizas traspasándolas críos surgidos de la noche. Es en la tregua del fuego del desierto cuando las galerías comerciales se pueblan de figuras negras y blancas llenando espacios cuyo silencio antes sólo era roto por la oración y que ahora rezuma vida y jolgorio. Y esa ciudad se despierta y comienza a brillar. Abandona su color castaño y se vuelve multicolor

Las bombillas son los soldados de la luna abrumada por tanta luz fría que se le exige. Y son los voltios los rayos artificiales de las noches saudíes, cuando las tiendas se llenan y los centros se abarrotan de una vida que hacía unas horas creías extinta.

Riad sorprende, el Reino cautiva… No se le puede querer con los ojos del sol, hay que esperar que la luna quiera proyectar su estela para mostrarte lo que vive en ella.

La noche siempre fue aliada del desierto. Un desierto que ahora brilla con fuerte voltaje.

Brilla Riad
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