viernes. 26.04.2024

¿Cómo surgió el título del libro?

El Marco Polo de Lorica fue un título que se me apareció una mañana en el balcón de mi apartamento frente a la Bahía de Biscayne, en Miami. Llegó con el humo de una taza de café, como un homenaje de gratitud al hombre que inspiró mis sueños infantiles. Es un título que encierra la esencia de lo que soy y he sido: un aventurero, un trotamundos, que a través del periodismo de viajes me he aproximado a las culturas de muchos lugares del planeta.

¿Cuál es el objetivo del libro?

Celebrar 50 años de este infatigable viaje que aún no termina y que por ahora abarca 127 países. Contrastar otra forma de ver, enfrentar y narrar el mundo que he caminado. Cuando me ven, los lectores se me acercan y me lo comentan, porque el libro da pautas de cómo sacarle partido a cada paso que damos, es un estilo de vida y les motiva. Es al mismo tiempo un manual de experiencias, de cómo procesar las penurias de la vida y transformarlas en materia prima para historias literarias. Viajar no es pasar por hoteles y monumentos; es tomarles el pulso a los pueblos, conversar con la gente sobre su cotidianidad.

¿Cuántos años gastó en la realización del libro?

Más de cinco años, porque nació como novela: escribía y escribía y no terminaba, hasta que el periodista Armando Caicedo me sugirió separar la novela y darle vida a este libro de viajes.

¿Qué fue lo más difícil para hacer la selección de notas?

Resumir. Ten en cuenta que después de recorrer las Américas y el Caribe, por tierra, aire y mar, yo he vivido desde el terremoto de Managua, he viajado en el expreso Transiberiano. Europa y el norte de África, pasando por doce naciones del Medio Oriente, durante la Guerra del Golfo Pérsico. En marzo regresamos con Maripaz, mi esposa, que es también mi productora, fotógrafa y camarógrafa, de darle la Vuelta al Mundo en 50 días por Oceanía y Asia. Empezamos en la Polinesia, Australia y Nueva Zelanda, recorrimos la isla de Bali, en Indonesia; Kuala Lumpur, Malasia, Indochina –Vietnam y Camboya–, entramos a Macao, Hong Kong y China.

¿Ha pensado en escribir cuentos o una novela?

Haciendo radio en 1989, Nueva York me inspiró una poesía. Y por ahí andan engavetados unos cuentos y dos novelas cortas que me están esperando y me ilusiona terminarlas.

¿Por qué decidió irse a Miami?

Volví del servicio diplomático a Bogotá y me atrajo Estados Unidos. Los Cano me nombraron corresponsal de El Espectador y me fui a Miami con la doble misión de ser también corresponsal de Caracol. Viajé en febrero de 1987 y me estrené cubriendo el juicio del capo del narcotráfico Carlos Lehder. Evoco sabores y paisajes, pero cada día a Colombia la siento más cerca.

¿Es verdad que “nadie es profeta en su tierra”?

No lo puedo decir, porque nunca trabajé el periodismo y la literatura en mi tierra. Mi vinculación con Lorica y la Costa siempre ha sido familiar.

¿Qué es lo que más extraña de su tierra caribe?

Extraño recostarme en un taburete debajo de un almendro de Lorica, con un trago en la mano, para escucharles los relatos a los amigos de mi pueblo. Extraño viajar sin rumbo por las carreteras deColombia, parar en un caserío y conversar con la señora de la casa, mientras despluman una gallina y te cocinan un sancocho, y todo por unos pocos dólares. Amanecer junto al mar en el Golfo de Morrosquillo, y comprarles en la playa, a las vendedoras, frutas y pescado fresco, para desayunar con patacón, kibbe, queso y café con leche.

¿Ha pensado en regresar un día y no volver a salir jamás de Colombia?

No sé si lo he pensado o son sueños, pero me veo recreando mi vida por la Colombia de mis amigos y los hermosos lugares que llenaron mi mundo en otros tiempos.

Enrique Córdoba, un colombiano trotamundos
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