viernes. 29.03.2024

Varios ídolos planetarios del deporte han coincidido en los últimos días en Emiratos Árabes Unidos, entre ellos Cristiano Ronaldo, que ha recibido en Dubái el «Globe Soccer», premio que le distingue como futbolista del año, y seis de los diez mejores tenistas del mundo, con Rafa Nadal y Novak Djokovic a la cabeza, que han jugado en el Campeonato de Tenis Mubadala, comienzo oficioso de la temporada. Han vivido instantes en paralelo que los han puesto frente a frente y que han sacado a la luz las diferencias entre marcadas personalidades ajenas a la indiferencia. Los gestos y las imágenes lo dicen todo, según informa el diario español ABC en una información firmada por el periodista Rafael Unquiles.

El momento de la entrega del «Globe Soccer» a Cristiano Ronaldo en un hotel ubicado junto a unos de los iconos de Dubái, el zoco de Medinat Jumeirah, resultó glorioso, con el empaque y la solemnidad que en Emiratos imprimen a los grandes actos. Sin embargo, el camino hasta llegar a ese punto no ha estado exento de dificultades, fundamentalmente por la compleja forma de ser del delantero portugués del Real Madrid.

Quienes mejor lo saben son los organizadores del evento, que se han tenido que enfrentar a un rosario de exigencias por parte del portugués que en determinados momentos han puesto en serios apuros sus capacidades. La primera, el veto de Ronaldo a algunos de los protagonistas previstos para la Conferencia Internacional de Deportes. La organización no quiere desvelar las identidades de los damnificados, pero entre ellos se encuentra un «destacadísimo ex futbolista». Y la segunda, sus demandas de seguridad, que estuvieron a la altura de Barak Obama.

Para colmo su disponibilidad fue más bien reducida. Exclusivamente se mostró dispuesto a comparecer en el escenario de la sala donde recibió el premio. «No vayáis a pensar que Ronaldo se va a pasear por los stands, sólo estará en la sala: allí llegará y de allí desaparecerá; sus peticiones han sido una locura», aseguraba uno de los sufridos coordinadores del evento.

Pero la situación iba mucho más allá. Porque la mayoría de las aproximadamente 500 sillas con las que contaba el salón del hotel Mina Al Salam no estaban reservadas ni para medios de comunicación ni para personalidades del mundo del fútbol ni para invitados sino para quienes estuvieran dispuestos a abonar 1.000 dirhams, unos 200 euros, por presenciar el acto. «Hay que pagar más por escuchar a Ronaldo que por verlo jugar», aseguraba una española que se había acercado hasta el lugar y que no estaba dispuesta a rascarse el bolsillo.

Ronaldo y su entorno más directo –ha estado acompañado en su periplo dubaití por su novia, la modelo Irina Shayk, y por su hijo de 3 años, Cristiano junior– se han refugiado en la elite. Y cuando han decidido aventurarse a espacios públicos como el Dubái Mall, el centro comercial más grande del mundo situado a los pies del Burj Khalifa, el edificio más alto del mundo, lo han hecho con una guardia pretoriana que espantaba a todos sus seguidores.

Y mientras esto sucedía, en la Ciudad Deportiva Zayed de Abu Dhabi, donde los primeros del ranking de mejores tenistas de la ATP disputaban uno de los torneos exhibición más prestigiosos del planeta, se respiraba total normalidad. Ni seguridad ni aglomeraciones ni estridencias. Los Nadal, Ferrer, Murray o Tsonga deambulaban tranquilamente y a la pista se podía acceder, si habías tenido la suficiente previsión, abonando 50 dirhams, unos 10 euros.

Varios de los cientos de seguidores que se encontraban en los aledaños de la pista aseguraron que habían tenido la oportunidad de ver a algunos de sus ídolos sin ningún tipo de obstáculo o restricción, que se podían acercar sin problemas a ellos para pedirles que estamparan sus firmas en los carteles promocionales que la organización repartía, de forma gratuita, con el nombre de los tenistas, la foto y datos más destacados.

Y no sólo eso sino que además quienes llegaron tarde para hacerse con alguna de las entradas podían seguir los partidos a través de una pantalla gigante situada en un recinto perfectamente acondicionado y con grandes comodidades al que se accedía libremente y sin pasar por taquilla.

Justo lo contrario de lo que pasaba en Mina Al Salam: el cordón de seguridad establecido en el lugar donde habló Ronaldo alcanzaba a todos los alrededores del establecimiento. Sin pagar resultaba imposible cualquier tipo de aproximación a los espacios y antesalas en los que se desarrollaba el evento. Y hasta hubo a quienes les llamaron la atención por intentar hacerse una foto, pero no con Cristiano sino a decenas de metros del hotel.

Vetos y exigencias en Dubai de un divo llamado Cristiano
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