jueves. 28.03.2024

De la bromhidrosis al golpe de ala

"Cuando vivía en Abu Dhabi, residía en un piso alto de un edificio de apartamentos y un par de veces ocurrió que ingresé al ascensor al tiempo de personas que llevaban un poderoso golpe de ala, capaz de noquear la nariz más sensible"

Aunque la bromhidrosis es su nombre científico, en Colombia, solemos hablar del golpe de ala como denominación benévola del mal olor axilar. Los colombianos solemos ponerles nombres amables a cosas desagradables, como cuando bautizamos a los “carros fantasmas”, para designar a irresponsables causantes de accidentes. Quizás no nos gusta decir ciertas verdades porque resultan feas, injustas, trágicas o en este caso olorosas.

En este mundo, uno se encuentra con una gama de olores axilares de todos los calibres. Hay diversas explicaciones, desde la pobreza física que impide a las personas tener un baño digno y la posibilidad de usar un desodorante, pasando por consideraciones religiosas, tradiciones culturales e incluso legados de las grandes conflagraciones pasadas.

Es un hecho que personas que crecieron en la época de las guerras mundiales, en medio de la escasez de recursos y la necesidad de ahorro extremo de todos los bienes, desarrollaron la costumbre de no bañarse regularmente, lo que lógicamente deja una consecuencia que se huele a distancia. Aunque debe decirse que estudios recientes afirman que bañarse todos los días no es bueno para la salud, especialmente para la piel.

En ocasiones las prevenciones sociales, regionales y étnicas se manifiestan con nuestro sensible olfato. Algunos piensan que el golpe de ala es solo patrimonio de personas del Asia o África, a quienes crean eso, los invito que viajen en medios de transporte público en algunos sitios de Europa en verano, quizás cambien su forma de pensar, pero insisto, la idea no es prejuzgar.

El asunto también tiene un trasfondo cultural. Alguien me decía que para algunas personas asiáticas, los occidentales (vamos a suponer que los colombianos así lo somos), olemos a leche, tal cual. Bueno, la verdad nunca me aclararon si eso era buen o mal olor. Es de suponer que si no se trata de una leche fermentada, que lleva varios días sino del líquido fresco emanado de la ubre de la vaca, debería ser un buen olor, no lo puedo aseverar, pero así lo prefiero pensar.

Esto del golpe de ala está íntimamente relacionado con las leyes de Murphy. Lo explicaré con una anécdota. Cuando vivía en Abu Dhabi, residía en un piso alto de un edificio de apartamentos y un par de veces ocurrió que ingresé al ascensor al tiempo de personas que llevaban un poderoso golpe de ala, capaz de noquear la nariz más sensible.

En las dos ocasiones, los responsables del olor salieron antes que yo y pisos más tarde, entraron otros vecinos que se impactaron con el fuerte aroma y que me miraron con desagrado, pensando seguramente que yo era el culpable. Como resultaba inane explicar lo indefendible ante la prueba reina del olor, terminé con mis axilas aceptando los injustos cargos.

Esto para decir al final, que no siempre el golpe de ala, corresponde a la persona que uno huele sospechosamente, hay que tener actitud y olfato benevolentes. Que para los amables lectores haya buen aroma en sus vidas y todo sea como un perfume de rosas.

-------------------------------

Dixon Moya es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/  En Twitter a ratos trina como @dixonmedellin

De la bromhidrosis al golpe de ala
Comentarios