jueves. 28.03.2024

La pertinaz llovizna

"Hace unos años cuando viajé por primera vez a Lima, Perú, y conocí la garúa, entendí el significado terco y obstinado de la palabra pertinaz, que a diferencia de lo que creía como pasajero o efímero, es un goteo paciente y desesperante a la vez, una especie de tortura china para los transeúntes"

Recuerdo que varias de las expresiones empleadas en los informes meteorológicos en la radio durante mi niñez, eran mezcla de terminología científica y metáfora lírica: Bancos de niebla, lluvias torrenciales, cielo parcialmente nublado, chubascos ligeros, sensación térmica, ojo de la tormenta, inclemente canícula, ola de calor, precipitaciones aisladas o una expresión que jamás entendí: la pertinaz llovizna. 

En aquella época, no había posibilidades de información automática, a diferencia de hoy cuando incluso uno recibe el estado del clima en su teléfono, gracias a los satélites, las empresas especializadas e Internet. Quizás por ello, en aquella época había situaciones algo predecibles como pronosticar día soleado en la costa Caribe, o la cómoda precipitación aislada que servía para explicar por igual el capricho climático bogotano. El meteorólogo decía por aquellos días: Se espera buen clima con posibilidad de lluvias aisladas. De esta forma, se cubrían todas las alternativas. Si efectivamente hacía sol, no había problema y si llovía, fijo era la aislada.

Hace unos años cuando viajé por primera vez a Lima, Perú, y conocí la garúa, entendí el significado terco y obstinado de la palabra pertinaz, que a diferencia de lo que creía como pasajero o efímero, es un goteo paciente y desesperante a la vez, una especie de tortura china para los transeúntes quienes en vano tratan de utilizar paraguas, cuando en realidad las gotas no parecen venir del cielo, sino por el contrario están inmóviles desafiando la gravedad, de frente, abofeteando los rostros, como si la garúa fuera una mano con un guante hecho de viento helado.

El clima suele confundirse con otro concepto fundamental, el tiempo. Uno se pregunta cómo estará el tiempo el día de mañana y no pretende averiguar cada detalle de lo que acontecerá en el futuro, simplemente si hará frío o calor. Hasta el punto que el meteorólogo, suele llamarse en algunos sitios el “hombre del tiempo”. En Colombia para pedir una gaseosa a temperatura ambiente, se solicita al “clima”, pero en otros países, se pide al “tiempo”.

Los meteorólogos contemporáneos ya no solo llegan a través de la radio, en televisión explican que las nubes sobre los mapas, no son ovejas voladoras, ni los globos que dejamos escapar en la infancia, sino complejas formaciones con horribles nombres, como cirrocúmulus, nimboestratos y cumulonimbos, a merced de los vientos que dependiendo su fuerza pueden fundirse en huracanes, ciclones tropicales, tornados o tifones, dependiendo el punto geográfico del fenómeno.

El meteorólogo televisivo,  como el protagonista de una de las mejores películas dramáticas en tono de comedia, que al tiempo resulta de fantasía romántica, titulada “El día de la Marmota” (Groundhog Day), con Bill Murray interpretando a un presentador televisivo dedicado a ser profeta del clima con sus pronósticos. En Colombia todavía es vigente el nombre de Max Henríquez, pionero de estos profesionales que practican la ciencia futurista con vocación poética, definición que considero le viene bien a la meteorología.

Escribo sobre la pertinaz llovizna, cuando de pronto levanto la cabeza y veo una postal azul dibujada en el cielo y me doy cuenta que lo escrito ya no es vigente, pues en Bogotá podemos tener las cuatro estaciones en un mismo día. Me levanto y salgo a la calle a darme un baño de tibio sol.

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Dixon Moya es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/  En Twitter a ratos trina como @dixonmedellin 

La pertinaz llovizna
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