martes. 19.03.2024

Selección Colombia, amor inmarcesible

"Fue impresionante la cantidad de aficionados que salieron a recibirlos, con un mensaje unívoco, agradecimiento por esa muestra de pundonor y amor a la camiseta que mostraron en la cancha de juego"

En la columna anterior, comentábamos que un periódico británico había realizado una clasificación de los himnos más bellos del campeonato mundial de fútbol eligiendo el de Colombia como el segundo más bonito después de la Marsellesa francesa, aunque lógicamente para los colombianos nuestro himno es el mejor de todos, así como para cada persona lo será el de su país de origen. Pero que lo digan los ingleses, que precisamente no han sido muy amables con nosotros los últimos días, resulta significativo.

En aquella nota, repasábamos el significado de la palabra “inmarcesible”, cuyo significado es que no se marchita, no muere, sinónimo de eterno e imperecedero. El artículo me ha dejado varias satisfacciones, pues de hecho amigos en muestra de honestidad, me confesaron que ignoraban la definición de esa palabra, a pesar que la oímos todos los días, a las 6:00 am, a las 6:00 pm, la cantamos con los ojos cerrados en los partidos de nuestra selección de fútbol y nos hace llorar cuando la escuchamos en tierra ajena.

Ahora cuando la selección Colombia ha terminado su participación en el mundial de fútbol, hay una muestra patente de amor inmarcesible. El jueves 5 de julio, el equipo después de un largo viaje retornó a Bogotá, fue impresionante la cantidad de aficionados que salieron a recibirlos, con un mensaje unívoco, agradecimiento por esa muestra de pundonor y amor a la camiseta que mostraron en la cancha de juego. Cientos de miles, los acompañaron en su recorrido hasta el estadio Nemesio Camacho El Campín. Una recepción justa a los esfuerzos y a los sueños alcanzados.

El día en que se perdió con Inglaterra, debo reconocer que quedé frustrado y triste. Caminando por una congestionada calle de Chicago, con mi esposa Patricia vestíamos las camisetas de la selección y la mirada taciturna la escondía tras unos lentes negros. De repente un joven desconocido que caminaba en sentido contrario, al vernos, con el pulgar arriba nos dijo, ¡viva Colombia! En ese momento, me quité las gafas negras y supe que muchos reconocían que el resultado había sido una contingencia, una de las posibilidades de un juego que no sabe de justicias, cuya esencia impredecible es parte de su atractivo. La derrota había sido con honor, debía caminar con la cabeza erguida y la conciencia tranquila.

Sea el momento para agradecer a esos muchachos, quienes tienen un gran futuro en el fútbol, al capitán y líder del equipo Radamel Falcao García, un caballero dentro y fuera de la cancha, a quien alguna vez tuve oportunidad de entrevistar para este mismo periódico. Al profesor argentino José Néstor Pékerman, alguien que trasciende como director técnico, un guía espiritual, un padre. A los directivos de la Federación Colombiana de Fútbol, la felicitación necesaria porque están haciendo bien las cosas.

A nuestra querida Selección Colombia, nuestro amor inmarcesible.

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Dixon Moya es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/  En Twitter a ratos trina como @dixonmedellin

Selección Colombia, amor inmarcesible
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