martes. 19.03.2024

Sonidos en la distancia

"Uno puede imaginar a un voceador ficticio en una esquina de Abu Dhabi, Dubái o Ras Al Khaima, gritando a todo pulmón y en español: ¡El Correo del Golfo, El Correo del Golfo!"

Uno de los sonidos que evoco desde la niñez, es el del voceador de prensa que anunciaba a todo pulmón el nombre de los periódicos que distribuía en su labor matinal. “El Tiempo”, “El Espectador”, en un canto monódico que transcurría por mi ciudad. Un joven que iba aliviando el peso de su trabajo a medida que los transeúntes se llevaban las noticias, algunas efectivamente muy pesadas al traducir las tragedias cotidianas de nuestro mundo.

El voceador se ubicaba en una esquina de Bogotá y allí llegaban los vecinos, especialmente el día domingo a comprar el paquete de papel. De niño aprendí que igual que el pan recién horneado y fragante, era muy importante comprar el periódico con las noticias frescas. El primer encargo importante que tuve en la vida, a los seis años de edad, fue comprar pan y periódico por cuenta de mis padres, que me daban unas monedas para tal efecto. Entendí que el hombre no sólo vive de pan, de noticias también.

La historia del voceador de periódicos tuvo varias etapas. Primero fue un pregonero que leía los titulares de las noticias del día, apaciguando la necesidad de saber de quienes no tenían dinero para pagar el papel periódico o aquellos que por falta de escuela no podían leer. Luego llegaría la radio y le quitó esa tarea al voceador, que ahorró saliva. Décadas más tarde el mismo voceador desaparecía, seguramente con la llegada de la televisión. El voceador se convirtió en un repartidor mudo, una presencia silenciosa que teme despertar a los suscriptores en las casas donde deja su carga de papel. Aunque el distribuidor sigue siendo la imagen en carne y hueso del periódico, uno de los empleos con más riesgos, en su afán de llevar oportunamente las noticias a los lectores.

Reloj en la Gran Mezquita Zayed de Abu Dhabi que marca las horas de las oraciones. (EL CORREO)Uno se acostumbra a los sonidos. Cuando vivimos con Patricia en Abu Dhabi, nos acostumbramos a la bella tradición del llamado a la oración, a través de una figura que escuchábamos cinco veces al día, el almuecín o almuédano, que recuerda la obligación de los musulmanes a elevar sus plegarias. Aunque al comienzo, para el expatriado pueda parecer algo exótico e incluso incómodo, cuando uno está lejos, se extraña con nostalgia ese llamado puntual. Sobre todo ahora que los sonidos no provienen de seres humanos, sino de los aparatos que surgen como extensiones de nuestro cuerpo. Es impresionante cuantos diferentes ruidos emite un teléfono móvil de acuerdo a las aplicaciones que ofrece. Timbres y tonos que aprendemos a identificar.

Hubo una época en que un periódico era fabricado no sólo con papel, letras e imágenes, también con sonidos a través de las calles. Uno puede imaginar a un voceador ficticio en una esquina de Abu Dhabi, Dubái o Ras Al Khaima, gritando a todo pulmón y en español: ¡El Correo del Golfo, El Correo del Golfo!

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Dixon Moya es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/  En Twitter a ratos trina como @dixonmedellin

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