sábado. 20.04.2024

Europa ante un nuevo mundo

"Europa debe ser un referente conciliador, una cultura ecléctica al servicio del mundo nuevo, por encima de las lenguas y las costumbres, respetuosa como la diversidad"
Refugiados sirios en la frontera entre Grecia y Macedonia. (Getty)

Mal momento el que vivimos los europeos. Desde la Edad Media, quiero decir, porque la verdad es que ésta no es una crisis de coyuntura sino todo un carácter estructural. Hemos tenidos más guerras que nadie, nos hemos desollado a través de los siglos movidos por el fanatismo o por la avaricia, y en ello seguimos en este constructo estupendo que inventó Robert Schuman hace más de sesenta años. ¿Raro? No, porque el mito fundante nos cuenta que Europa fue una princesa fenicia raptada por el propio Zeus convertido en un bello toro blanco, y no parece que un  rapto pueda ser un buen comienzo. En fin, ahora no somos ya un continente pero tampoco una supranación: la Europa de los mercaderes cierra el paso decidida a unos Estados Unidos de Europa que podrían ser la mejor garantía para el futuro que espera a nuestros hijos, encajada entre el Oriente que emerge y el Imperio americano que ha de ser más grande en el futuro. De unir a los europeos hablaron hace siglos pensadores como Grocio y Althusser, profetas sin saberlo. Y hoy seguimos hablando no precisamente los que ansiamos, no una entidad separada y menos una hegemónica, sino un fiel equilibrador de la balanza sensible en que se tasa la convivencia humana. Vienen pueblos nuevos a la Historia y, en consecuencia, un futuro diferente –y lo será sin duda—exige un mundo novedoso. Europa debe ser en él un referente conciliador, una cultura ecléctica al servicio del mundo nuevo, por encima de las lenguas y las costumbres, respetuosa como la diversidad, inventora de una unidad desconocida hasta ahora pero que el hombre busca a tientas desde sus orígenes. ¿Lograremos ese sueño solidario o consagraremos para perdernos la vieja discordia? No lo sé. Hoy por hoy, lo dudo si miro a esas masas errantes ante las fronteras cerradas a cal y canto. Aunque quizá me equivoque y acabemos todos metiendo el hombro bajo la misma trabajadera. No es la vieja civilización lo que se juega. Es la que viene.

Europa ante un nuevo mundo
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