viernes. 19.04.2024

La Primitiva, este sábado tampoco

"Me encantan -aunque me agitan un poco- esas horas previas a la publicación de los números ganadores de la Primitiva cuando hay bote en condiciones"

Me encantan -aunque me agitan un poco- esas horas previas a la publicación de los números ganadores de la Primitiva cuando hay bote en condiciones. Hago listas de deseos, cálculos... reviso “idealista” a la caza de áticos de cinco dormitorios convencida de que en breve serán mi hogar; rebusco en el armario pensando en qué ponerme cuando vengan los de los informativos a grabarme mientras descorcho una botella de champán y abrazo a mis familiares y allegados; me distraigo con las entregas de textos pensando si pintar las paredes del ático en gris arena o dejar el verde de siempre, ojeo alguna que otra revista de decoración... La lista definitiva, la cerré a las 21:45 horas.

 1. Un ático -de no más de 950.000 euros- en la zona animada de Chamberí. Casa señorial, de techos altos, molduras, balcones, suelo crujiente y pasado oscuro. Con terraza de mínimo 25 metros, dos baños (o más) y un despacho de verdad, es decir, con puerta y todo.

2. Si escatimo en el precio es para repartir el resto y ver qué cara ponen mis amigos y familiares más necesitados cuando les meta sobres con dinero en el buzón para que tapen sus agujerillos. 

3. Cinco días al mes los pasaría en Canarias. No necesito irme a paraísos más lejanos, aunque me lo podría pagar de sobra. Se trata solo de poder ponerme el bikini, bañarme en el mar, y tener colorcito cuando me de la gana y no cuando lo marque el calendario. Eso es lo único que siempre he envidiado a los ricos. Poder huir del frío, el calor, la caída de la hoja o las alergias primaverales a mi antojo. 

4. Por supuesto, un fin de semana largo de cada mes, lo pasaría en Londres. Mi ciudad entre ciudades. Me llevaría cada vez a una criaturita.

5. Bueno... si es que no les he mandado a un internado a Irlanda, por eso de su educación y mi salud mental. En ese caso, quedaríamos directamente en el aeropuerto. 

6. Volvería a ponerme extensiones en el pelo (que me salían carísimas), me haría dos sesiones de radiofrecuencia semanales a ver si de una vez se empieza a levantar todo... y lo más importante... toooodas las noches, de 10 a 11 de la noche vendría una masajista para dejarme a punto para el sueño. ¿Es la mejor hora o no?

7. No dejaría de trabajar. Jamás, con lo bien que me lo paso... pero me quedaría con menos encargos y no permitiría que "eso" interfiriera en mis viajes o mis citas de belleza o relax.

8. Tampoco contrataría un entrenador personal, pero iría al gimnasio... vamos, que hasta una armario exclusivo para ropa deportiva iba a tener. 

9. Como trabajaría menos, me apuntaría a todos esos cursillos "chorra" que siempre quise. Bordado, redes sociales, dibujo de cómic, cocina japonesa, nociones básicas de motor, adiestramiento de perros... 

10. ¿Ropa? No demasiada. Si acaso piezas de esas vintage como inversión y algún tacón de noble cuna. Joyas y pieles, nunca (me hacen cero ilusión). Compraría arte. Eso de poner puntos rojos en las galerías me pone. Y no preguntaría el precio. La más chula de las subastas iba a ser yo levantando cartelito.

Pues tanto plan y al final, no me ha tocado, pero casi que mejor ¿verdad?. Echaría de menos mi dulce hogar y lo de compartir baño -que mantiene a la familia muy unida-. Los amigos igual se terminaban aprovechando de mí. Aún no me habría decidido entre el Birkin o el Kelly de Hermés y estaría venga a lexatines. Entre bronceado y extensiones podría acabar como una Donatella Versace cualquiera, y hubiera terminado tan desquiciada con los de la reforma del piso y las colas de Ikea (perdón, Maison du Monde, es la costumbre), que ni el masaje de las 22 horas...

...... 

 

La Primitiva, este sábado tampoco
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