martes. 19.03.2024

Las vacaciones son para sociopatear

"Yo, la operación bikini, cuando realmente la sigo a rajatabla y cumplo el guión -desde el desayuno hasta que me voy a la cama- es en agosto"

Todos mis amigos y/o conocidos vuelven con 5 kilos de más que achacan a las infinitas cervezas del chiringuito, a las paellas a pie de playa –o a fabadas y potes a pie de montaña- y al relax, y me miran medio mal sin entender por qué yo pierdo una talla y media en tres semanas.

Alguno pensará seguro que de vacaciones nada, y que como mínimo he estado ingresada en una clínica de desintoxicación, en la Buchinger a estricta dieta, o que me he cogido un vuelo a Turquía para practicar el turismo de bisturí. Como si yo pudiera pagarme esas cosas. Si ellas supieran…

Para mí, el colmo del descanso, de la desconexión y el lujo es poder pasarme un mes practicando el ostracismo absoluto, la ermitañería de apartamento a pie de playa con terraza y no tener que hablar con nadie fuera de transacciones económicas cuando bajo a por el pan o alquilo tabla de windsurf.

Durante el resto del año socializo. Bastante tirando a mucho. Me pongo a dieta en abril –previsora que es una- y al final, hago las maletas para largarme a la playa a última hora de la noche, porque no he bajado lo previsto –incluso he engordado- y me tengo que equipar con nuevos bikinis y camisolas amplias para bajar a la playa. No me resisto a la primavera. Practico el terraceo de sol a luna, aprovecho para quedar con todo el mundo cuando los niños están en el bendito campamento y dejo de ir al gimnasio porque tengo que dejar agosto y septiembre adelantado –así es la vida del free-lance- y no me da tiempo.

Y es que para adelgazar hay que sociopatear. Cada vez lo tengo más claro, y eso solo lo consigo en la playa. En ésta. Porque no conozco a nadie –ni ganas- y soy un hacha esquivando a madres de amigos de mis hijos, vecinos y compañeras de tumbona. Y eso que en mi apartamento hay piscina comunitaria.

Llevo yendo 6 años al mismo. Los niños tienen amigos, no escucho el menor “mamá, me aburro” y creo que ya he generado alrededor una especie de miedo-aversión-respeto a costa de declinar planes conjuntos y sacar gafas y libro a la mínima amenaza de conversación. Y claro, me leo una media de 11 libros por quincena -por menos de 480 páginas ni me molesto en empezarlos-, no me tomo ni una cerveza a la hora del aperitivo -no me vayan a hablar-, ni salgo a cenar porque no tengo con quién. Feliz.

¿Y qué hago? De todo. Pero en sano. Me levanto a las 7:30, y mientras las criaturitas duermen me voy a correr por el paseo marítimo mientras escucho a Extremoduro –es lo único que me vale para mantener el ritmo y no decaer en los primeros 800 metros-.

Cuando vuelvo, como aún duermen –y son mayores y tampoco pasa nada si se despiertan y no estoy porque desde la terraza me ven- me ducho y me voy a la playa a nadar a solas y leer. Subo, les despabilo y me bajo a escribir al chiringuito de abajo, que hay wifi, mientras cumplo con los requerimientos de vitamina C diarios. Windsurfeo –ya este año sin profe porque parece que me he soltado- y subimos a comer lo que -al que madruga Dios le ayuda- ya he dejado hecho por la mañana.

No pierdo el tiempo con siestas. Me bajo a la playa a leer-dormitar mientras la multitud come –la sociopatía exige adelantar un poco los horarios- y sobre las 5 vuelvo a casa y leo en la terraza hasta las 7 de la tarde con alguna bajada a la piscina de chapuzón y vuelta. Momento café con hielo y sacarina.

Por la tarde-noche, mientras paseo y pienso –en positivo- entro en tiendas, merodeo a gusto, descubro rincones que fotografío aunque no tengo datos para publicar en Instagram… Sobre las 10 cenamos –esta vez es cocina de perforación, que estoy de vacaciones-, se van –las criaturitas- y me quedo viendo todas las series que me he ido guardando en primavera para saborearlas en un sofá de exterior desde una terraza con vistas al mar.  Y así hasta que les llamo a gritos para que suban porque me quiero acostar.

A veces me salgo del guión -sociopatía puede, pero TOC no- y les llevo al cine, al parque acuático o vemos una peli juntos… Mi lugar en el mundo. Mi mes sagrado.

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