viernes. 29.03.2024

Comparación especulativa

"¿Cuántos de nosotros nos atreveríamos a asegurar que en los países de primer mundo todas las calles son pulcramente limpias, con aceras enormes y calles sin baches?"
Ciudad de Panamá.

Probablemente a todos en algún momento nos ha tocado realizar valoraciones sobre distintos comportamientos sociales que bajo una interpretación natural parecen ser muy obvios y que por esa misma secuencia de interpretaciones se perpetúan como aconteceres invariables en el tiempo, sin mayores cambios más allá que sus protagonistas. Varios de ustedes, así como yo, probablemente escucharon alguna vez la fábula del elefante encadenado, de Jorge Bucay. En ella se narra la historia de un niño que un día tuvo curiosidad sobre por qué un enorme y poderoso elefante no utilizaba toda su fuerza para escapar del circo, si a este lugar solo lo ataba una cadena sostenida por una pequeña estaca de madera. La respuesta más coherente que obtuvo el niño fue que ese gran elefante estuvo atado por la misma cadena desde muy pequeño, cuando probablemente intentó escapar y no pudo, ya que no tenía suficiente fuerza y que ahora, ya de grande, por aquella experiencia probablemente concluyera –previo a intentarlo nuevamente- que a pesar de sus mayores esfuerzos no podría zafarse de esos grilletes y había perdido la esperanza.

Estoy seguro de que muchos de ustedes, así como yo, tendrán conocimiento de la historia bíblica de David y Goliat, en la cual; por el contrario, a pesar de las especulaciones que llevaban a creer que Goliat por ser un soldado enorme y fuerte no podría ser derrotado por un pastor con condiciones físicas muy normales, sin mayores experiencias en la guerra; sin embargo, nos dice la Biblia en el “Libro de Samuel”, que David fue muy astuto y venció a Goliat valiéndose de sus destrezas, y demostró con ello que ningún hombre es invencible.

Todos nosotros, en algún momento, hemos hecho comparaciones de este tipo, especulando sobre las condiciones que nos parecen obvias y concluyendo en base a lo que bien señaló Kant en varias de sus obras sobre los prejuicios, que ubicaba dentro de valoraciones previas basadas en consideraciones que parecen obvias y que pueden ser erradas o correctas.

Por ejemplo, ¿cuántos de nosotros nos atreveríamos a asegurar que en los países de primer mundo todas las calles son pulcramente limpias, con aceras enormes y calles sin baches? ¿Cuántos de nosotros nos atreveríamos a pensar que nuestros países se mantendrán en el tercer mundo, porque según nuestra especulación- nunca podremos divorciar nuestra sociedad de males como la inequitativa repartición de las riquezas, la corrupción y la educación de baja calidad? ¿Quién de nosotros no cree -bajo criterios muy arbitrarios- que se necesita ser un país con una gran extensión territorial y una enorme población para poder producir y generar el dinamísmo económico necesario para ser un país rico? ¿Cuántos no hemos creído que al ser un país pequeño, estamos confinados irremediablemente al tercer mundo, a menos que nuestros países tengan la suerte de flotar en un mar de petróleo? Me atrevo a asegurar que la mayoría de estas aseveraciones son erradas.

Así son las comparaciones especulativas; esas que tanto daño nos hacen como personas y como países, las que nos encadenan, como a aquel pequeño elefante que creció y no reconoce su propia fuerza. Necesitamos un poco más de ese valor que tuvo David, de esa creencia que solo la esperanza y la fe pudieron darle, para ponerse al igual que aquel gigante y demostrar que era capaz. No estamos confinados al tercer mundo, y eso podremos demostrarlo en la medida en que rompamos nuestras cadenas creyendo en nuestras propias capacidades.

Un mejor futuro está ahí esperando por nosotros, solo hace falta que queramos tomar el reto y hacerlo nuestro.

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Oreste del Río Sandoval es ministro consejero en temas Políticos y Económicos de la Embajada de Panamá en Emiratos Árabes Unidos.

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