jueves. 28.03.2024

Caprichos europeos

"Tras una temporada sin problemas financieros, pero vendiendo a diario mis horas en el Golfo, ahora me encuentro con esta maravilla que consiste en vivir sin prisa y en tener todo el tiempo para mí"

Han transcurrido dos meses desde que dejé Oriente Medio y allí anhelé tanto la vida en Europa, que sigue deleitándome de cada momento como si nunca hubiese estado aquí. Sigo disfrutando de las visitas que tenía pendientes, de los encuentros y de todas las escapadas que voy realizando. Atrás quedó el lujo asiático, como lo llamaba mi amigo Pako. A cambio, gozo de verdaderos placeres que solo pueden darse aquí.

Como ahora soy una desempleada, intento administrar mi dinero de la mejor manera que puedo. Atrás quedaron ciertos caprichos que solo el dinero puede pagar y de los que disfrutábamos en ocasiones para olvidar lo que no teníamos.

De repente, y sin planificarlo, surge un paseo por la orilla de un río, una visita al delta de otro, una excursión a la montaña o un día en la playa. Y así, poco a poco, mis reservas de naturaleza se van colmando. Todavía queda hueco, todavía no están llenas y sé que un día volveré a partir. Así que aprovecho cada ocasión que se me presenta y allá me lanzo, bien sea sola o con gente.

La compañía de los que he echado de menos es otro hueco que tenía y también se va saciando. A diferencia de lo que hacía en mis escuetas visitas a España, ahora los encuentros se producen con calma. Con sosiego. Saboreando cada minuto de ese café, comida, paseo o simplemente charla. Y me empapo bien de cada persona porque sé volveré a emigrar.

¿De qué más me atiborro ahora que estoy en Europa? De las ciudades y de los pueblos. He visitado algunas que tenía pendientes y he vuelto a pisar otras que ya conocía. Suerte que tengo amigas dispersadas por ahí y la alegría ha sido por reencontrarlas y por visitar las que ahora son sus ciudades. Hoy estoy en Madrid. He utilizado la aplicación Blablacar para viajar, el Ave habría sido más rápido, pero también más caro y si de algo dispongo ahora es de tiempo. El hotel donde me alojo dista mucho de aquellos viajes que realicé a Emiratos. Es correcto, está limpio y hasta tiene secador en el baño. Pero el revestimiento de sus paredes es de un estupendo gotelé, los (modestos) muebles tienen arañazos y el (falso) parquet se encuentra mal instalado. No obstante, no me quejo. Si quiero seguir viajando todavía tendré que bajar el nivel. Dormir en albergues juveniles o en bed & breakfasts puede tener, incluso, cierta gracia. Quedan atrás esos fastuosos halls revestidos en mármol de carrara, aquellos recepcionistas que te trataban como si fueras un rey y los exquisitos dátiles con café árabe cortesía de la casa. La sobriedad será el precio a pagar si quiero seguir descubriendo. Y suerte que, aunque valoré y aprecié aquella suntuosidad, soy flexible y me adaptaré a los niveles que en el presente me permite mi economía.

Ahora bien, el mejor regalo de todos los que estoy disfrutando es el tiempo. Tiempo para mí. Para descansar, para escribir, para leer. ¡Tiempo para no hacer nada! Siempre que puedo me desplazo caminando, aunque los lugares estén alejados. No importa el tiempo. Esto también es una manera de disfrutar de las ciudades que aquí sí están diseñadas para el peatón. Y por otra parte, el clima aquí, ahora, es maravilloso.

Supongo que tiempo y dinero son variables que -casi siempre- se comportan de manera inversamente proporcional. Cuando tenemos de uno, nos falta el otro. Tras una temporada sin problemas financieros, pero vendiendo a diario mis horas en el Golfo, ahora me encuentro con esta maravilla que consiste en vivir sin prisa y en tener todo el tiempo para mí. No sé si me cansaré, creo que no. Y como es una situación provisional, y en un futuro volveré a trabajar, ¡yo me dedico a disfrutar!

Caprichos europeos
Comentarios