viernes. 26.04.2024

Visitas de los de casa

"Así que las visitas traen un doble regalo. Uno es volver a ver el país con el entusiasmo de la primera vez. Y el segundo, por supuesto, es tenerlos cerca: a veces nos sentimos solos y llegan para arroparnos"
Un zoco en Doha.

Aprovechando los días festivos de los que se disfrutan ahora por tierras cristianas, muchos de nosotros hemos tenido la suerte de recibir visita. Que, por otra parte, es la última oportunidad de venir a Oriente Medio antes de que el clima lo haga casi imposible. La primera vez que mis padres viajaron hasta aquí para verme fue en un agosto. Yo lo agradecí, pero fue realmente una osadía, así que esta fecha supone el fin de temporada hasta que pase el verano.

El caso es que llegan las visitas. Familiares y amigos se animan a descubrir estas latitudes, les apetece vernos y se lanzan a la aventura. Seguro que en Dubai sucede con más frecuencia que aquí, por tratarse de un destino más atractivo. Pero en Qatar tampoco nos podemos quejar, al menos, yo.

Estos días me visita un amigo de España. Siempre me entusiasma presentar esta parte del mundo a los que vienen. A propósito de cada sitio, les narro una anécdota. Voy explicando qué es cada cosa y añado mis propias impresiones. Claro... al final resulta ser una mirada un tanto subjetiva, pero no sé hacerlo de otra manera.

Cuando recorro la ciudad con ellos, con las personas que han venido a pasar unos días, vuelvo a ver Qatar con ilusión y recuerdo cuánto me entusiasmaba al principio (digamos que durante los tres primeros años). A mí esto me parecía fascinante. Vivir aquí, descubrir los lugares, las costumbres, las personas... cada día acababa siendo estimulante. Ahora todo se ha normalizado hasta el punto de aburrir. Lo que me antes sorprendía pasó a ser rutinario y común. Suerte que están las visitas, que son excusas para programar excursiones al desierto, para visitar el zoco como si fuera la primera vez y para explicar el significado de cada cuestión (a veces nos las inventamos un poco, pero no pasa nada). Volvemos a conducir por West Bay con el único propósito de ver los edificios iluminados. Entonces revivo y recuerdo con cariño la manera en que la vida aquí me cautivó en su día. Incluso con su lado más yermo, a mí Qatar me seducía.

Así que las visitas traen un doble regalo. Uno es volver a ver el país con el entusiasmo de la primera vez. Y el segundo, por supuesto, es tenerlos cerca. Aunque antes de que nos confirmen su vuelo les decimos que no hace falta que vengan hasta aquí. Que hace calor, que Qatar no tiene demasiado atractivo turístico, que pueden usar sus vacaciones para visitar otro lugar... Aunque intentemos disuadirlos, estamos deseando que vengan porque los echamos de menos. Porque estamos lejos, porque aunque nos acostumbremos, a veces nos sentimos solos. Y llegan para arroparnos y para recordarnos que tenemos familia y amigos de siempre.

Así que ando de guía turística y me dejo cuidar. Estos reencuentros acaban siendo mágicos porque durante unos días convives con alguien de tu familia o de tus amigos, pero lo haces en un contexto distinto al que os encontrabais. Además, hay tiempo para charlar, para discutir sobre el mundo y para ponernos al día, incluso, sobre las mínimas anécdotas. Cuando viajamos a nuestro país vamos a todas partes con prisas. Vemos a nuestra gente corriendo. A veces tenemos que compartirlos y unir a varios en la misma cena o en la misma actividad. Y ahí acabas hablando sobre tu vida en Oriente Medio, te cuentan cómo les va a ellos e intentas saborear la experiencia. Pero no se puede alargar más. Cuando te visitan sí hay tiempo y disfrutamos de ellos. Creo que también lo hacen de nosotros.

La aventura para ellos, visita para nosotros, concluye en el aeropuerto, el mismo punto donde se inició. Al llegara al Hamad tienes la impresión de que el tiempo ha volado pero también de que en esos días ha transcurrido una vida... la magia de los viajes. Y los despides con afecto. Exhausto y alimentado por los días que han transcurrido. ¡Qué maravilla suponen las visitas de casa!

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