jueves. 28.03.2024

Echando de menos a los de allí

"Desde aquí les envío un abrazo muy fuerte a los míos de allí. Ojalá os lo pudiera dar en persona. Quizá un día, pronto, así sea. ¡Inshallah!"

Sabía que esta sensación llegaría, sabía que una vez nutrida de España y de mi gente de aquí, empezaría a echar de menos a quienes tuve tan cerca allí. Hoy recuerdo a mis amigos. Ojalá pudiera verlos. ¡Me gustaría tanto poder compartir un viernes en el zoco con ellos!

El teléfono ayuda a sostener la nostalgia. Los whatsapps suponen un bálsamo a la tristeza. No es tanto la vida que yo tenía como mi familia de allí.

Todavía recuerdo que el contexto era árido y que trabajábamos muchas horas. Además, nuestros empleos eran absorbentes y nos dejaban sin energía. El ambiente en la oficina, los horarios y las nuevas políticas de la empresa me empujaron a venirme “definitivamente” a España. Pero sí me gustaría volver a encontrarme con mis compañeros de trabajo. Surgieron vínculos que se mantendrán por siempre.

Recuerdo que hace muchos años conocí a un chico argentino en Italia, era amigo de las chicas y entablamos amistad. Él añoraba su país y al mismo tiempo sabía que el día que regresara echaría de menos Italia. Por aquel entonces yo pensé que era su carácter melancólico propio de los argentinos. Hoy creo que es una sensación inherente a cualquier persona que establezca una vida en otra parte.

Cursé mi Erasmus en Marsella y estuve recordando ese tiempo durante muchos años. De hecho, actualmente mantengo contacto con algunas de las chicas y nos visitamos tanto como nos es posible. Pero en Oriente Medio transcurrieron casi cinco años. Yo era feliz allí y me gustaba mi vida. Hoy lo echo de menos. Sabiendo que mi sitio ahora está aquí. Siendo consciente de que quizá un día regrese por aquellas tierras. Reconociendo que la nostalgia forma parte de la vida.

Alguien me dijo antes de volver que seríamos capaces de sostener esa añoranza con firmeza. Los que vivíamos allí ya éramos emigrantes. Nos encontrábamos en aquella parte del mundo y un día nos habíamos despedido de nuestras familias y de nuestros amigos, que quedaron en nuestro país de origen. Por eso, según nuestra teoría improvisada, ya estábamos preparados para otro salto, dejando atrás a otros amigos… ¡Falso! Uno no se acostumbra nunca a las despedidas. Quizá duelan menos. También es cierto que regresar a “nuestro lugar” nos rellena muchos huecos. Pero seguimos pensando en quienes tenemos allí.

Y la vida sigue. Tengo la fortuna de estar bien rodeada aquí. Veo a mi familia con asiduidad. He reestablecido mi círculo social. A veces, incluso, me falta tiempo para asistir a todos los eventos, cursos, reuniones y actividades que a mí me gustaría. Pero queda un huequito en el alma por mis hermanas del Golfo a quienes ya no puedo visitar. Y por mis hermanos de allí también. En especial, a Chelo, que era mi compañera de aventuras y ella hizo que mis días por esas tierras resultaran tan llevaderos.

Y sí, así son las cosas. Ya lo sé. No se puede vivir en dos sitios a la vez, ni en tres. ¿O sí? Espero aprender a sostener los recuerdos y a dar gracias por tenerlos. Al mismo tiempo se irán construyendo otros momentos allá donde me encuentre. Ya sé que las amistades en casa se forjan de manera diferente. Cuando vivía en el Golfo estaba sola. Mis amigos fueron mi familia y eran todo cuanto tenía en aquella ciudad. Lo que ahora le pido a mis padres o a mi hermano, allí lo hacía a mis chicos y a mis chicas sin dudarlo.

Y desde aquí les envío un abrazo muy fuerte a los míos de allí. Ojalá os lo pudiera dar en persona. Quizá un día, pronto, así sea. ¡Inshallah! 

Echando de menos a los de allí
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