sábado. 20.04.2024

Ramadán Karim

"Yo me he encontrado con dos tipos de personas que lo siguen: las que lo viven casi como una fiesta (a mí me recuerda a nuestra Navidad) y los que andan todo el día de mal humor"
Ramadán

Ramadán Karim, esta es la frase que repetimos y escuchamos desde el pasado lunes que comenzó el mes sagrado para los musulmanes. En Occidente sabemos que es un tiempo en el que los mahometanos no comen ni beben durante el día. En realidad, es algo más que eso.  Una época de recogimiento para unos, de imposición para otros y de una cierta incomodidad para la mayoría de occidentales viviendo en estas tierras.

Mi primer Ramadán ayuné. Ayuné y seguí las recomendaciones del Corán para este tiempo de renovación excepto rezar. No recé. Durante el día, al igual que hacen ellos cada noveno mes de su calendario lunar, no ingerí ningún alimento ni bebida. No fumé y me mantuve casta. Al ponerse el sol, comía de manera frugal (bueno, en los últimos días sí que me propasé por la noche porque ya estaba cansada). No bebí alcohol en todo el mes ni tampoco fumé sisha. Me lo tomé como un reto, como una experiencia y como un aprendizaje. Por aquel entonces trabajaba en otra oficina. Casi todos mis compañeros eran musulmanes y no fue demasiado difícil.

En realidad Ramadán es una celebración, o así debería serlo.  Yo me he encontrado con dos tipos de personas que lo siguen: las que lo viven casi como una fiesta (a mí me recuerda a nuestra Navidad) y los que andan todo el día de mal humor, se quejan porque no pueden fumarse un cigarro y porque les duele la cabeza y necesitan un café. Sinceramente, creo que estos últimos se sienten forzados social o familiarmente. La tradición les pesa. No sé por qué lo siguen. Pero vamos, esto solo es mi opinión…  Al igual que tampoco entiendo que se prohíba por ley comer y beber en la calle durante las horas de sol. Esto ocurre en Qatar y en otros países vecinos. Opino que no hacerlo es una cuestión de respeto y de cívica y que no deberíamos comer en lugares públicos por consideración hacia ellos. Pero de ahí a que esté penado...

¿Qué aprendí aquel mes? En primer lugar, al no comer alimentos, la energía disminuye. Nuestros órganos descansan, especialmente el sistema digestivo y el urinario. Y, al mismo tiempo, nuestras emociones se calman y nuestro espíritu se sosiega. Los musulmanes dicen que el principal objetivo de realizar este sacrificio es renovar la relación con Dios. Yo me lo llevé a mi terreno y sí me sentí en un estado más espiritual, de recogimiento y de reflexión.

En segundo lugar, recordamos nuestra naturaleza humana. Experimentamos qué es el hambre, qué es la sed. Esta experiencia nos lleva a empatizar y saber qué sienten quienes sufren hambre.  En parte es por esto que durante el mes sagrado se incrementan las donaciones. Además, otro deber es entregar el zakat a alguna asociación o persona necesitada, que es una cantidad de dinero que se obtiene a partir de una fórmula matemática y depende del capital que has tenido ahorrado durante el último año. O algo así. Y sí, sí, antes de entregarlo, ellos lo calculan.

Sin lugar a dudas, se ejercita la disciplina. Y uno toma conciencia de que no necesitamos todo lo que creemos que nos hace falta. Nuestro autocontrol aumenta. Para mí, esto fue una buena experiencia.

Ramadán no es solo no comer y no beber. Es un tiempo donde no se puede mentir, criticar, envidiar, tener malos pensamientos, en fin… que hay que “obrar bien”. Y aquí voy a hacer una confesión. El año que ayuné cumplí lo del buen comportamiento las dos primeras semanas. No tanto las dos segundas, especialmente, cuando hablaba con mi madre por skype y me contaba la crónica social. Yo opinaba y reconozco que mis opiniones no se clasificaban como pensamientos moralmente ejemplares.

Pues bien, no todo es sacrificio, al ponerse el sol, se oye el canto que emite cada mezquita y que anuncia el fin del ayuno. Familias y amigos se reúnen en torno a una mesa y, todos juntos, a celebrar. Aquí se ve el concepto de compartir, de compartir alimentos. Esta comida se llama “Iftar”. Como hoy he quedado con mis amigos para el Iftar y como es viernes y no se trabaja, he decidido ayunar por un día. Ya sé que no tiene mucho misterio  porque me he levantado tarde y puedo pasar las horas en el sofá. El caso es que hace poco más de una hora que me he levantado y ya tengo un poco de sed. En fin… todo sea por salvaguardar mi orgullo. Y por celebrar el Iftar con sentido.

Al final me he extendido. La semana que viene hablaré del otro lado. Cómo viven los occidentales el Ramadán en un país musulmán. Por favor, que nadie se tome estas líneas como verdades absolutas. Simplemente están basadas en mis opiniones y experiencias. Para todos mis amigos musulmanes, mis mejores deseos y… ¡Ramadán Karim!

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