martes. 19.03.2024

Ramadán Karim

“«Ramadán Karim, si es usted musulmán». Me ha salido antes de abrir el catálogo de porcelánico. Si no lo digo, reviento"

Ramadán Karim. O mejor, Ramadán Mubarak, que es como nuestra profesora de árabe no enseñó a felicitar el mes sagrado. No recuerdo la razón ni los significados concretos de esos dos adjetivos, pero es más conveniente utilizar “Mubarak”.

Y me ha pillado por sorpresa. Me he dado cuenta de que era Ramadán una vez que ya habíamos entrado en el noveno mes del calendario musulmán. Los últimos cinco años, viviendo en el Golfo, esta celebración sagrada llegaba mucho antes de comenzar a los supermercados, a la emoción de las gentes y al decorado de toda la ciudad. Es como darte cuenta de repente de que ayer fue Nochebuena sin haber visto antes ningún preparativo de la Navidad y ni siquiera el principio de esta.

Tengo dos compañeros musulmanes. Además de los países árabes, se encargan de toda África. En los despachos de los comerciales de exportación, hay mapas del mundo y el pedazo que estos dos chicos tienen asignado es el más grande de todos. Y es donde yo quiero ir cuando necesiten viajar con un técnico. Me entusiasma la idea de volver a Oriente Medio o de conocer países del Norte de África. Por ahora, mi trozo de mapa es Francia, pero cuando necesiten un técnico, ahí estaremos mi compañero y yo. El caso es que les escribí a los dos y me contestaron dándome las gracias. No es la respuesta a la que yo estaba acostumbrada. Normalmente, me respondían felicitándome a mí también el Ramadán. Al igual que yo les deseaba Feliz Navidad cuando ellos lo hacían primero. Como compensación, mis amigos de Doha -muchos ya en sus países de origen- sí me contestaron con un Happy Ramadan.

Llegué a París el lunes. Lo de las visitas técnicas será esporádico y mi misión principal en la empresa es comercial. Como diría mi amigo Juanjo, hacer la calle. Y en ello estoy toda la semana. Como hace poco que he empezado, me dedico a aprender. Conforme transcurren las visitas, me doy cuenta de las ventajas y de los inconvenientes de esta labor. Suelo terminar las jornadas agotada por el vayven del día, por las novedades, por desempolvar este francés que de vez en cuando se me traba y por encontrarme fuera de casa. La ventaja es que “no trabajo”. Visito arquitectos, me cuelo en obras hasta que encuentro al responsable, viajo en metro, atiendo llamadas y leo emails. Pero no trabajo. Nunca miro el reloj para ver cuánto queda ni deseo que se acabe como sí me sucedía en el despacho. Mis tareas no conllevan una concentración máxima ni presentan complejidad intelectual. No sé qué pasará más adelante. Por ahora, disfruto de “hacer la calle”.

Esta mañana me he dirigido al XVII Arrondissement de París para presentar el producto en un despacho. El arquitecto que me ha atendido tenía nombre y apellido árabes y yo estaba deseando felicitarle el Ramadán. Cuando vendía mármoles en Doha, en la primera parte de la visita se conversaba un poco, había que hacer una introducción personal antes de entrar en el negocio. En la cultura árabe, primero nos hacemos amigos y luego, ya si eso, hablamos de trabajo. La vida resulta mucho más personal que en el mundo occidental. Aquí, aunque nadie me lo ha explicado, percibo que sería de mala educación preguntarle a alguien por su religión o hacer un comentario personal. De mal gusto, vamos. A medida que pasaba las páginas de nuestro catálogo de gran formato, me venía el impulso de desearle un mes de bendiciones. Mi otra voz interior me decía que callara, “que estás en París, ma chérie”. Al final ha podido más mi parte espontánea, emocional y maleducada. “Ramadán Karim, si es usted musulmán” me ha salido antes de abrir el catálogo de porcelánico. Si no lo digo, reviento. Me ha dado las gracias -como mis compañeros- y le he dado ánimos porque se veía en sus ojos que estaba ayunando. Para paliar un poco el exceso de confianza, he añadido que los últimos cinco ramadanes los había vivido en Oriente Medio. Luego hemos seguido con las baldosas.

Y así es como ha transcurrido para mí este segundo día del mes sagrado. Como cualquier otro, pues me encuentro en Europa, con pocos vestigios de esta celebración. Y desde aquí es donde deseo a toda la comunidad musulmana un Ramadán Karim. O mejor todavía, Ramadán Mubarak.

Ramadán Karim
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