¿Real Madrid o Barcelona? Esta es la clásica pregunta que nos plantean cuando decimos que somos españoles o cuando lo leen en nuestro pasaporte. Yo al principio no sabía muy bien qué contestar, pues carezco de inquietudes futboleras. Si me remito a preferencias hereditarias, aunque en mi casa no se ha vivido este deporte con gran intensidad, cuando yo era una niña, mi padre sentía simpatía por el Real Madrid y la familia de mi madre era aficionada del Blaugrana.
Cuando contestaba que no estaba interesada en el futbol, que no seguía la liga y que no era ni del Real Madrid ni del Barcelona, la otra persona se sentía decepcionada. Era como si me propusieran participar en un juego y yo lo rechazara.
Tracé un plan.
Por aquel entonces yo todavía sufría la enfermedad de querer satisfacer a todo el mundo, agradar por doquier y provocar con mis respuestas y mi comportamiento que la gente sintiera simpatía por mí. Tal grado padecía yo de neurosis que no escatimaba esfuerzos ni energía para conseguir mi objetivo.
Estadísticamente, la mayoría de qataríes son aficionados del Barça. En otros países, como Egipto, el Madrid arrasa por goleada. Y así fue como personalicé mi respuesta. No es que fuera una chaquetera (¿o sí?) pues en realidad ninguno de los dos equipos me provoca sentimientos, ni de atracción ni de desprecio. Simplemente contestaba de manera que mi respuesta y mi sonrisa me acercaran más a la otra persona.
Aquí quiero aclarar que Qatar es un país muy conservador, que los europeos somos pocos y que las chicas sin hijab todavía somos una pequeña –y diferente- minoría. Creo que mi «convenencierismo» futbolero estaba justificado en aras de una integración social y una rápida aceptación.
Una tarde acudí a mi banco, que es muy tradicional, y en el que a día de hoy todavía me siento fuera de lugar. Me atendió una qatarí muy agradable y pintoresca. Por sus tacones infinitos, su maquillaje poco discreto y sus pestañas todavía más infinitas, la llamábamos cariñosamente la Amy Qatarí. Y es que vestir con abaya no siempre limita el look de quien la luce. El caso es que me atendió amablemente y cuando vio mi nacionalidad en la pantalla, articuló varias frases en español y, a continuación, y ya de vuelta al inglés, formuló la pregunta mágica. Y yo contesté con la estudiada respuesta y con un brillo azul y grana en mis ojos y en mi sonrisa.
Me sentía exitosa. Por española y por aficionada del Barça, ya la tenía en el bolsillo. A continuación se acercó a la mesa un compañero suyo, un chico de origen omaní que me había atendido otras veces. Me saludó y, dirigiéndose a Amy, le dijo «esta chica es española» ella afirmó y sonrió (¡cómo nos quieren aquí!) y él continuó, orgulloso, «y es del Real Madrid»”.
Me pillaron con todas, todas. Y esto es lo que pasa cuando dispones de distintas versiones para una misma cuestión.
De verdad que aprendí la lección. Ahora, cada vez que me preguntan, haciendo homenaje a la tierra que me adoptó durante tantos años, sonrío serena y –sin necesidad de aprobación- contesto que soy del Valencia C.F.
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