jueves. 28.03.2024

Gente sin careta

"Qué envidia, de verdad, de esa gente que consigue llevar cada día una sonrisa puesta en la boca. Pero no de las falsas"
Gente noble

Qué envidia me dan los fuertes. Las personas resistentes, las que han aguantado todo lo que les ha venido y siguen con potencia para seguir adelante (sin el carro). No sé bien si es de la buena o de la mala.

Ser de esas personas que no juzgan, que se sienten bien y saben moverse como pez en el agua. De esas que no pierden los papeles porque han sabido parchear bien el maletín. De las que se aceptan tal y como son. De las que conocen su lado oscuro y son capaces de iluminarlo para que la gente lo vea, con confianza, porque su columna vertebral y sus costillas están hechas de acero inoxidable.

Qué envidia, de verdad, de esa gente que consigue llevar cada día una sonrisa puesta en la boca. Pero no de las falsas, no de las que se van con la misma facilidad con la que se apaga una llama en mitad de un vendaval. De las que brotan de dentro, de las consistentes. De las que pueden torcerse en el rostro, pero sigue viva en el interior.

De la gente que la ha cagado y, lejos de esconder el polvo debajo de la alfombra, te hace un tour guiado por todos sus lechos de muerte si tú se lo pides. De la gente clara, que no necesita disfraz. De la gente que no tiene miedo a confiar en los demás, sea en el campo que sea, porque tiene bien claro que se puede aprender de todo y de todos. De la gente coherente que hace lo posible por ser fiel a sus palabras dentro de toda esta jungla de la vida. De la gente que se esfuerza y reconoce el esfuerzo de los demás.

De las personas que entienden y saben que hay que sentirlo todo para ser un individuo íntegro y sano. De las personas que no fuerzan y saben dejarse llevar. De las que no necesitan ser el centro de atención para saciar su autoestima. De las que llevan la cabeza levantada por dentro, orgullosos de su camino, pero a la vez la bajan, porque saben que aunque sus andanzas hayan sido grandes, todavía son ínfimas comparadas con las de otra persona. De los honestos que, con delicadeza, saben hacerse un hueco y hacerse de querer.

Ojalá ser como ellos. Ojalá cambiar mi esqueleto hecho con palos de madera y mi cartera rasgada por un día en su piel. Dejar de ser tan sensible, de recordar lo que ya ha pasado y poder saber cómo se siente eso de tener la certeza de que todo va a ir bien. Ojalá ser como vosotros, señoras y señores fuertes. Ojalá volar y no sólo observar desde el balcón

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Gente sin careta
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