viernes. 29.03.2024

No seas tan idiota como yo

Nunca quedes con alguien en un semáforo porque.... te puede pasar de todo
Paragua

Yo sabía que esto de quedar con alguien para dar un paseo es normal, lo que no sabía que lo que era tan trascendental es dónde quedabas. Y esto te lo digo porque hace unos días quedé con un buen amigo y diseñador, Manuel Agrafojo, y tras hablar cinco minutos por teléfono me dice: «Pues nada, en cinco minutos estoy allí». Y como eso de «en cinco minutos» nos encanta a todos y es más español que la tortilla de patata, pues yo que contesto: «Pues en cinco minutos estaré allí»

¿Y donde es allí?. Tú imagínate una amplia avenida de dos carriles en ambas direcciones y una rotonda; pero una rotonda del capón, como La Maestranza pero con coches dando vueltas. Pues allí y justo en un semáforo espero al colega porque la idea era que pasaba en el vehículo, paraba y me subía.

Pues allí estaba yo esperando en un semáforo, en La Coruña, lloviendo a mares, más que mares, y con un viento que el paraguas se doblaba como… ¿sabes la llama de la estatua de La Libertad? Pues así pero sin fuego. Y con el vendaval que casi me volaba el pelo, cojo de paraguas, lo recompongo casi a patadas mientras oigo  los coches pasar «ñiuuummm. ñiummm,  ñiummmm».

Y de repente… silencio, los automóviles que se paran, yo pegado al poste del semáforo, el muñequito que se pone verde y los dos conductores de la primera fila que me hacen señas de que puedo pasar. Entonces, yo que disimulo y ellos que tocan la bocina para indicarme que puedo cruzar, y yo que no paso y ellos toca que te toca el claxon como si fuera la primera vez que había visto un paso de peatones. Y a todo esto un viento, una lluvia…

Total, que pasan esos primeros coches y nuevamente «ñiummm, ñiummm, ñiummm» y pienso: «Si no llega el colega Agrafojo…». Y en efecto, el Agrafojo que no llega pero quien lo hace es otra tanda de automóviles que se detienen en el semáforo de la megarrotonda. Yo allí solo y otra vez que me hacen señales para que cruce el paso de peatones, que tocan la bocina, que no paran de tocar y… y si te soy sincero, yo a esas alturas ya solo veía los limpiaparabrisas de los vehículos haciendo «flaaps flaaps» y deseaba que dos de ellos me pasaran por delante y por detrás desde el pelo hasta los pies y escurrieran todo el agua y lo recogieran en un depósito como un deshumificador. Y entonces, pues los coches que pasan, el Agrafojo que no llega y «¡noooo, otra tanda!».

El problema

Y aquí viene el problema, ¿Qué haría un ser normal empapado hasta los calcetines? Pues un ser normal estaría molesto, enfadado, mosqueado y cabreado.Pues yo no; yo, imbécil Guisande, que veo que vienen otros coches y ya me empiezo a reír pensando otra vez en la misma situación y deseando ya tener un traje de neopreno, con aletas y dos bombonas, no de oxígeno, sino de humo de tabaco, una de rubio y otra de negro por si quiero variar.

Y tras «cinco minutos» llega Agrafojo, abre la puerta del coche, subo y me dice: «¿Tomamos un café?» y yo, tititritando digo «sí, sí, sí, sí, caf, caf, café» que aunque lo dije tres veces solo quería uno solo, y me quedé con el punto del «solo», no del café, sino que la próxima vez que quiera dar un paseo voy eso, solo, pero solo solo o busco un sitio donde quedar pero en una rotonda junto aún semáforo… ni de coña.

PD._  Artículo dedicado a mi buen amigo el diseñador Manuel Agrafojo

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No seas tan idiota como yo
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