jueves. 28.03.2024

Empatía del terrorista

"Interpretar al asesino no quiere decir entenderlo, sino simplemente llegar a comprender sus actos para más fácilmente eliminarlo"
Un policía francés ayuda a una víctima cerca de la sala de concierto de Bataclan. (Reuters)

Han pasado ya varías semanas de los actos criminales en París. En este período ha habido muchas interpretaciones e incluso muchas decisiones, tanto políticas como militares. Pocas versiones, pero, se han lanzado a analizar los hechos desde el punto de vista de los asesinos. Un tipo de análisis imposible sin un buen conocimiento de la razón humana. Difícil con simples palabras, erróneo sólo con literatura, complejo sin conocer la diversidad cultural sobre el terreno.

Interpretar al asesino no quiere decir entenderlo, sino simplemente llegar a comprender sus actos para más fácilmente eliminarlo. Al terrorista, por concepto, no se le vence con bombas, pero seamos francos tampoco con diálogo. A pesar de los buenos propósitos de algunos, técnicamente hay que vencerlo. Hay incluso que exterminarlo. Dejarle fuera de juego. Acabar con esa forma de actuar tan nociva para la especie humana. Pero tanto físicamente como mentalmente. Ese factor psicológico que no cultural es la clave de esta nueva guerra. Una guerra en escenarios complejos, con cruzadas formas de pensar.

Un servicio de inteligencia debe empatizar con el terrorista para así poder anularlo. Todo lo cual es un concepto difícilmente explicable a una sociedad golpeada por los asesinatos indiscriminados. Pero es un grave error pensar que son simplemente locos, aunque sus actos sean propios de locuras. Detrás de cada paso hay una reflexión, equivocada para nuestra forma de pensar, pero sobre la cual establecen unos patrones de actuación. Unos patrones basados en unas vivencias que deben hacernos reflexionar a todos.

Las guerras modernas son más propaganda que tiros. Los territorios no son ya los objetivos primarios de cada actuación sino les más la difusión en los medios de cada acto criminal. Porque sí, que nadie se equivoque, un asesinato es un acto criminal. Nada nuevo en las organizaciones terroristas desde mediados del siglo pasado. Y no olvidemos un acto violento menor en Europa tiene una repercusión superior que cualquier acto mayor en un área de Siria o incluso África. Empatizar, por ello, con esas actuaciones requiere un esfuerzo colectivo.

Eliminar esos actos asesinos requiere de un doble esfuerzo. Uno militar, sin lugar a dudas, rotundo, necesario e imprescindible. Hay gente con la que es imposible dialogar. Alguien que disfruta cortando una cabeza merece pocas concesiones. Las medidas quirúrgicas son a veces las únicas soluciones a esa realidad. Estas acciones deberían siempre contar con el máximo apoyo de todos los países árabes, empezando por Emiratos Árabes Unidos, y el resto de monarquías del Golfo.

Pero hay una segunda acción, mucho más compleja, basada en la educación. Hay que ahondar en un “cambio de chip” mental en las nuevas generaciones de jóvenes en los lugares más desesperantes y desesperados del mundo. No sólo en países conflictivos, sino incluso o sobre todo, en las grandes áreas de Europa. Hemos de trabajar para poder dotar a cualquier joven de ilusiones y expectativas. Empatizar con un terrorista, un bala perdida en muchos casos, debe hacernos ver por qué alguien en su juventud, con una vida por delante es capaz de lanzar su vida al vacío. Entenderlo dará muchas claves, y salvará muchas vidas en el futuro. Entramos en una nueva fase, en un tipo de guerra, con una lenta solución. Complicado explicar a una victima, pero hemos de ser pacientes.

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