viernes. 29.03.2024

La chica del violín

"Cuando habíamos bebido lo suficiente, nos levantamos incluso a bailar. Éramos las únicas del restaurante, pero nos dio un poco igual. La vergüenza estaba ebria a esas alturas"

Ayer fuimos de brunch, que es una actividad muy típica por esta zona pero que para mí supuso una primera vez. Y para varias de mis amigas, a pesar de que hace años que vivimos en Qatar.

Mi padre me preguntó en el grupo del whatsapp (benditos grupos "familia") qué era eso de un brunch y yo se lo expliqué. Consiste en ponerse bien guapo o guapa, ir a un hotel de la ciudad, pagar una pasta y comer y beber hasta reventar.

Y la verdad es que lo pasamos bien. Supongo que el brunch fue lo de menos. Lo importante consistía en la compañía y sí, yo ayer estaba bien rodeada.

Vino también Mariano, al que no habíamos visto desde que se volvió a España. Después de haber pasado seis meses en Madrid, nos ofreció un poco de perspectiva y comentó cómo ha notado Qatar diferente. Y es cierto. Este país avanza a un ritmo vertiginoso en todos los aspectos. Y sigue siendo conservador, sí, pero cada vez un poco menos. Mariano seguía tan gracioso y divertido como siempre. Este tiempo lo habíamos echado de menos.

Nos acompañó también Isabel, una ingeniera de Bilbao que trabaja en la obra del nuevo Museo Nacional. Y todo hay que decirlo, los arquitectos somos un poco frikis y todos sentimos cierta envidia que no disimulamos. Es un proyecto de lo más emblemático, con la firma Nouvel y que será un edificio icónico a nivel internacional. Como anécdotas, el proyecto ya ha triplicado el presupuesto inicial. Y no solo el edificio en sí será espectacular. También la colección que va a albergar, de esto me enteré ayer. Por lo visto la Sheikha Mozah está invirtiendo cantidades obscenas de dinero en preparar la exposición.

Era la primera vez que Isabel, mi compañera de árabe, se unía a nosotras. Y no queremos que sea la última. Que es rebonica y lo pasamos genial con ella. En la mesa se dudó de que fuera vasca por lo poco que bebía, pero hizo bien. Seguro que luego ella no tuvo resaca.

Por supuesto, estaban Chelo y Helena, las personas que hacen que mi vida en Qatar sea fácil. Y también Enoch, el novio de Chelo. Ya casi no le tengo celos, aunque ahora la vea menos a ella. La verdad es que hablamos en español casi todo el tiempo, lo que fue un gesto bastante feo hacia él. Comenzábamos en inglés de vez en cuando, pero resultaba inevitable pasarnos, sin darnos cuenta, a nuestra lengua materna. Y el hecho de que él tiene que aprender castellano no es una excusa. Lo intentaremos la próxima vez.

Además de comida y bebida, había música. En vivo. Una chica muy simpática nos amenizaba con su violín y su sonrisa. Tuvimos la suerte de que nuestra mesa estaba muy cerca de ella. Era argentina y de vez en cuando nos preguntaba qué queríamos escuchar. Tocó interpretaciones de varias canciones españolas. Cuando habíamos bebido lo suficiente, nos levantamos incluso a bailar. Éramos las únicas del restaurante, pero nos dio un poco igual. La vergüenza estaba ebria a esas alturas.

Y así fue como transcurrió nuestro brunch. Nos reímos y disfrutamos. Ahora que estoy pensando en irme de Qatar, tengo ganas de apurar cada ocasión, de salir, de compartir. Los meses que me queden aquí quiero disfrutarlos y exprimirlos al máximo. En buena compañía. 

La chica del violín
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