jueves. 28.03.2024

Periodista en Oriente Medio

“Quienes proporcionan la información directa y se juegan la vida en los lugares en conflicto, son los que menos ganan. Y quienes se sientan en los platós, los que más”
Un fotógrafo en una operación militar de EAU. (EL CORREO)

Cuatro años consecutivos viviendo en un país del Golfo te dan perspectiva suficiente para saber qué ocurre por aquí y cómo se ve desde allí, en Occidente. Para conocer las prácticas habituales de una profesión, la mía, la de periodista, que de forma permanente tiene su punto de mira en esta parte del planeta y para alcanzar la certeza de que no siempre quienes hablan o escriben están en los lugares donde se localiza la noticia y que quienes sí lo están no disfrutan precisamente de las mejores condiciones laborales.

Hace unos días murió en Siria Khaled Alkhateb, periodista del canal ruso de televisión RT. Había estudiado en la Universidad de Damasco, tenía 25 años y llevaba sólo unos meses trabajando en el medio. Era “colaborador”, como la mayoría de los redactores o fotógrafos -todos periodistas- que en esta parte del mundo se juegan a diario la vida para proporcionar información directa de los infiernos que se sufren en la región.

‘Colaborador’ quiere decir, en la mayoría de los casos y según mi experiencia, que no tiene contrato laboral, que cobra escasos dólares por cada pieza -por cada información- y que, después de trabajar a destajo jornada tras jornada, tendrá suerte de lograr a fin de mes el dinero necesario para subsistir. Es lo que ocurre, salvo excepciones, a los colaboradores y corresponsales de televisión, de prensa, de agencias, de radio… repartidos por el mundo.

Es decir, que quienes proporcionan la información directa, quienes se vuelven locos por llegar a los lugares en conflicto -a Yemen, a Siria-, son los que menos ganan, con diferencia. Y quienes se sientan en los platós o analizan la situación desde sus despachos o, en la mayoría de los casos, desde sus hogares, los que más. Y no estoy cargando contra la labor de analistas o presentadores, que es determinante siempre que tengan los conocimientos y la experiencia adecuada, estoy afirmando que no me parece justo.

Igual que digo que tampoco es justo que tenga el mismo tratamiento, con frecuencia de miseria, el colaborador o corresponsal que está en el lugar de los hechos que aquel que escribe sobre unos acontecimientos de actualidad a miles de kilómetros de distancia en base a lo que publican otros medios. Por ejemplo, escribir desde Dubai sobre unos hechos que se están produciendo en Turquía. Al final, se informa de oídas y nadie sabe qué ocurre realmente. Para esto no hace falta ni corresponsal ni colaborador. La misma información, o puede que mejor, se puede elaborar desde Madrid o Bogotá y además la empresa editora se ahorra los 40 dólares de la pieza.

Habrá que batallar para que un periodista que trabaja en condiciones extremas cobre al menos igual que un ingeniero o un arquitecto en las mismas circunstancias. No sé por qué razón, por situarme en la máxima, alguien que construye una planta, ya sea de petróleo, de gas o de agua, tiene que recibir una verdadera millonada y quien anda buscando la información directa sobre hechos que son el día a día de media humanidad a lo más que puede aspirar es a 100 dólares por noticia. Lo que quiere decir que si generara a diario y sin descanso una de esas piezas ‘premium’ podría lograr unos 3.000 dólares al mes. Montante del que tendría que descontar todos los gastos, personales, familiares y también los generados por el ejercicio de su actividad: alquiler de coche y transporte, gasolina, comida y alojamiento en desplazamientos, teléfono… Una ruina. El ingeniero o el arquitecto, sin exponer tanto su vida, seguro que no bajará de 15.000 o 20.000 dólares mensuales y además con casa, coche y teléfono de empresa.

Va siendo hora de que se produzca una revolución profesional.

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En la imagen superior, operativo militar desarrollado por el Ejército de Emiratos Árabes Unidos en Abu Dhabi. (EL CORREO DEL GOLFO) 

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