viernes. 19.04.2024

Cuando los socialistas alcanzaron el poder por primera vez en esta democracia que ahora disfrutamos, hicieron tres cosas. En primer lugar se compraron unos abrigos largos, de esos caros y etiqueta con marca; en segundo lugar tuvieron la gentileza de dejar de saludarnos a quienes, pobres proletarios, habíamos cometido el tremendo error de votarles pensando que iba a suceder lo que de sobra sabíamos que no iba a ocurrir jamás de los jamases; y en tercer lugar empezaron a comer salmón como locos.

Desconozco las razones o circunstancias psicosociológicas por las cuales se tiraron en plancha al salmón (ahumado, no a la plancha). Supongo que en su imaginación identificaban a este teleóstero de aguas frías, con las costumbres alimentarias de las clases altas a cuyos hábitos, educación y costumbres, creían haber accedido. No lo sé. Supongo.

Pero vamos a lo del salmón. Tanto oí y tuve que aguantar a semejantes expertos disertar sobre los secretos del salmón, que dejé de comerlo. Le cogí manía antes al pobre pez que a sus consumidores, pues tengo que reconocer que defendí a los socialistas y seguí votándoles no una vez, sino varias consecutivas, pecado por el cual supongo que el diablo me tiene reservada suite con jacuzzi y chorros de candela de gas natural en el parador nacional de Las Calderas del Taburiente o en cualesquiera otras con las que tengan firmado convenio de colaboración la prestigiosa firma Ángeles Caídos y Asociados, Sociedad Regular Colectiva. Tendré mi castigo, sí señor, y de veras que me lo merezco, pero comer salmón, lo que se dice comer salmón, no sólo dejé de comer, sino que ese vocablo quedó suprimido de mi vocabulario. Mais pasados los años he ido superando la aversión al salmón y he vuelto a atacarlo. No mucho, la verdad.

La primera vez en casa de un colega que venía de Canarias, de Lanzarote o de Fuerteventura, no me acuerdo, y se trajo de semejante lugar un salmón de excelente calidad. No son esas aguas para caladeros donde se críe el salmón, pero sí que allí lo elaboran, adquiriéndolo como es natural, a empresas que cuentan con barcos que faenan en aguas mucho más septentrionales y frías que aquellas.

Ayer mismo volví a comprar salmón. Poco y ahumado, que en fresco ya lo compré hace unas semanas y os colgué en este blog una receta curiosa y eficaz para contrarrestar el exceso de grasa de este pez que las necesita para vivir en las latitudes que vive. Con ellos y con una pasta que me traje de Roma y cuyo nombre he olvidado, elaboré una receta dándole una forma diferente a la presentación de esta receta de Salmón con pasta y setas.

Cocemos pasta, por ejemplo espaguetis, y los reservamos. Cortamos o utilizamos lonchas de salmón ahumado y de buen tamaño. Ponemos aceite a calentar y echamos en él unos champiñones pequeños, cuatro o cinco, cortados a la mitad y cada mitad en tres partes. Añadimos unas ralladuras de boletus secos, o de la seta que tengamos seca, y si no la compramos, que las venden y a buen precio (es que las setas secas dan mucho sabor). A continuación añadimos una cucharadita de harina de maiz (tipo maizena, por ejemplo) disuelta en caldo de carne o de pollo (io, utilizo el del puchero, que siempre tengo congelado). Damos unas vueltas y añadimos nata líquida hasta obtener una salsa espesita. Se salpimenta con tino y se deja al amparo del calor para que no pierda temperatura ni textura.

Salteamos en aceite bien caliente unas setas de esas pequeñitas que venden en conserva, en agua y en botes de cristal, que son muy monas, pero con casi nulo sabor.

Montamos el plato de la siguiente manera: Enrollamos en el salmón la pasta haciendo una especie de canelones de buen tamaño. Los napamos con la salsa o crema de setas que manteníamos caliente, y sobre ella las setas salteadas. Se termina de decorar con perejil recién cortado y a otra cosa mariposa. Un plato fácil y rico de verdad. Y esto es todo amigos.

http://bernardoromeroensucocina.blogspot.ae/2010/01/tirria-al-salmon-superada-cum-laude.html

Salmón con pasta y setas