viernes. 19.04.2024

Una historia corta escrita por una expatriada de Dubai donde describe la experiencia de vivir en Emiratos Árabes Unidos ha afectado a miles de corazones y en unos meses se ha convertido en viral. Los usuarios de las redes sociales, especialmente los expatriados de Dubai, han expresado cuánto les ha afectado emocionalmente la historia y cómo se relacionan con ella.

La carta cuenta las luchas de los expatriados nacidos en Emiratos Árabes Unidos y de cómo no son reconocidos oficialmente como ciudadanos del país y de cómo se enfrentan a la dura verdad de que finalmente se verán obligados a empacar y abandonar el único lugar que han conocido como hogar.

"Después de casi treinta años de vivir en Dubai, me voy. Aunque la posibilidad de empacar había estado presente como 'algún día', la realidad se sintió como un yunque golpeando la boca del estómago. Pasé mi último mes en la ciudad conduciendo por calles olvidadas, teniendo largas conversaciones en la playa con té endulzado y básicamente empapándome tanto como pude antes de tener que cortar el cordón. Y sin darme cuenta mi visa fue cancelada, los vuelos fueron reservados, las maletas estaban llenas. Después de pasar horas analizando cuáles eran los "elementos esenciales" necesarios que debía llevar conmigo, cuando de pronto me encontré en el aeropuerto.

Llegar a este punto no ha sido fácil e incluso ahora hay varias veces en el día en que debo parar, hacer un esfuerzo para respirar y liberar el nudo que se forma en mi cabeza. 

La parte más dolorosa de este momento ha sido decir adiós a una ciudad y a la gente que me han hecho la persona que hoy soy. Emiratos Árabes Unidos fue el país al que mi padre llegó sin nada en el bolsillo. Trabajó como un perro loco y se aseguró de que sus hijas nunca supieran la verdadera magnitud de sus luchas. Formó parte de la primera generación de expatriados que participaron en la transformación estupenda de una ciudad desde la aridez absoluta a una vista de rascacielos que devoran los cielos de hoy.

Compartimos nuestro hogar con otras familias, fuimos a barbacoas y picnics a Khorfakkan durante los fines de semana, nos sentamos en el auto durante horas mientras mi padre esperaba que sus planos fueran trazados en las imprentas, fui a natación y a clases de tenis en el Indian Sports Club (cuando se llamaba así). Mi hermana y yo crecimos con muchas comodidades, la más importante fue pasar suficiente tiempo con nuestros padres.

Mi padre recibió la carta de su compañía. Estaba en el trabajo y me llamó, diciéndome que volviera a casa por la noche. Me dio el pedazo de papel y se sentó a mirarme mientras yo lo leía. Se sentía tan pesado; el peso de todo su trabajo comprometido con una organización se disuelve en palabras diciendo que ya no era necesario, pero muchas gracias, despedidas inminentes de una ciudad, familia, amigos y lo más importante: de una casa.

El hogar es donde está el corazón, pero ¿qué pasa si tu corazón está hecho de pequeñas piezas que se depositan con el tiempo en muros de hormigón, hojas de limoneros, sofás tapizados? ¿Cómo empacar esa casa donde las paredes están cubiertas con capas de pintura de veintidós años mezcladas con recuerdos de alegría y dolor?

Fue la noche en que caminamos por última vez por el camino adoquinado de un jardín desarraigado la que cambió algo dentro de mí para siempre. Al ver llorar a mi madre como nunca antes y a mi padre, sentado en el coche frente a la casa con la cara de piedra y conteniendo su dolor, juré que nunca cometería el mismo error, nunca me quedaría en un lugar por mucho tiempo sin tener la oportunidad de ser su ciudadano.

Ahora es mi turno de escapar y comenzar de nuevo. La seguridad que me ha dado esta ciudad también ha tenido un efecto paralizante al envolverme en un estado de desconexión del resto del mundo. Delante de mí hay un sendero nebuloso sin redes de seguridad ni señales. Estoy haciendo puenting desde un entorno ordenado, limpio y seguro a una jungla de caos y clamor. India es un caos completo que va a implicar una revolución de mi interior para poder sobrevivir, pero por ahora es mi refugio, un lugar donde no necesito una visa.

Dubai es donde crecí, donde me descubrí a mí misma, el amor de mi vida, personas que he llegado a apreciar y valorar. No creo poder decir nunca adiós a un lugar que alberga tantos de mis secretos y recuerdos. Aunque es inútil desear volver a la ciudad como antes, pero eso no me impide desearlo a menudo.

Querido Dubái, te extrañaré más de lo que pueda imaginar. Los recuerdos están cosidos a su brillante paisaje; serpenteando a través de los barrancos de Meena Bazar, regateando con sastres antes de hacer la parada obligatoria en el pequeño samosa y falafel shack donde nunca se usan guantes de cocina, conduciendo por la siempre brillante calle Diyafah y agarrando un jugo de frutas mezcladas de Al Mallah, bebiendo jarras de margaritas en Cactus Cantina y luego dirigiéndome a Copacabana para una noche de baile, sintiendo que mi estómago tiembla de vértigo mientras descendemos un paso elevado en Sharjah, paseando por Mall of the Emirates con la esperanza de que la terapia minorista calme mi alma cansada, maldiciendo a los conductores locos que se cruzan en la Sheikh Zayed Road.

No sé hacia dónde me dirijo, pero en este punto de mi vida he decidido cambiar el estancamiento por la lucha. Quiero escribir, quiero observar la humanidad en bruto en sus formas infinitas y capturarla con palabras, quiero criar a mi hija en un entorno auténtico que la prepare más para la realidad, quiero viajar y observar a la gente, quiero enfadarme un poco y acumular logros de los que en realidad me sienta orgullosa. Todas estas cosas y muchas más están garabateadas en un pedazo de papel imaginario en mi cabeza y es hora de hacer que todo suceda. Por ahora todo lo que puedo decir es que voy a intentarlo".

El blog "Goodbye Dubai" escrito por una expatriada se vuelve viral
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