sábado. 20.04.2024

Por meses, he visto cómo se ha desarrollado la crisis humanitaria más grande de la que mi generación fue testigo. Ante ello, me sentí inútil y perdida. La muerte de Alan Kurdi rompió mi burbuja de confort. Y desde entonces, trabajo sin descanso en la defensa por los derechos de los refugiados, utilizando todas las plataformas disponibles con el fin de aumentar la conciencia de las personas cuando hablamos de esta crisis humanitaria.

Me he puesto en contacto con los medios de comunicación más importantes en Rumania instándoles a que dejen de promover la opinión de los líderes, que utilizan una retórica de extrema derecha en tono agresivo contra los recién llegados (los refugiados). Escribí cartas al defensor del Pueblo Rumano y al presidente de Rumania; doné prensas de vestir y alimentos y traté de crear una red de buenos samaritanos que estaban dispuestos a ayudar a los recién llegados. Todos los esfuerzos parecían en vano. Ante ello, decidí hacer lo que creía que era impensable y dejé todo para realizar un proyecto voluntario en Lesbos (una isla griega).

Como no estaba afiliada a ninguna organización sin fines de lucro o internacional y nadie en mi círculo social podía proporcionarme ninguna experiencia válida sobre Lesbos, la información que tenía era una síntesis de vídeos de YouTube, surtidos con artículos de revistas y periódicos. La precisión no era muy fuerte.

Abordé un largo viaje desde Budapest hasta Lesbos, impulsada por un entusiasmo juvenil que era poco realista sobre lo que iba encontrar allí.

"MI CORAZÓN LIBRA UNA BATALLA CONSTANTE PARA SUPERAR LA BURBUJA EUROPEA DE LA TRIVIALIDAD"

Desde mi llegada, la dimensión de esta Nueva Tragedia Griega me sobrecogió. La encantadora isla se había convertido en el telón de fondo de una de las mayores catástrofes humanitarias después de la Segunda Guerra Mundial. No había una respuesta coordinada por parte de los socios unificados, y las organizaciones internacionales y entidades gubernamentales parecían depender en gran mediada de los voluntarios entusiasmados que carecían de experiencia.

Según las instrucciones del taxista, me fui directamente a Moria donde había mucho trabajo por hacer. Pikpa y Better Days for Moria son dos campamentos que requieren constantemente voluntarios y que, por suerte, cuentan con buenas personas que siempre quieren ayudar.

Better Days for Moria es una campamento construido y gestionado por voluntarios entregados de todo corazón que descubrieron que los refugiados se merecían mejores condiciones que las que podían encontrar en Moria. Originalmente, el campo fue construido para aquellas personas que no podían entrar en Moria y se quedaban fuera sin alimento ni abrigos. El lugar en sí, se parece a un asentamiento hippie siendo divergente al centro de registro oficial, que emite una vibración aterradora con su cerco y alambre de púas.

Moria parece estar concebido como una estructura que es capaz de robar incluso los últimos restos de la humanidad y la dignidad de los que entran, Better Days for Moria es más acogedor y hospitalario. Aparte de su apariencia, lo que es fascinante es el hecho de que el campamento en sí es gestionado en su totalidad por voluntarios sin la participación financiera de cualquier entidad gubernamental u organización internacional. Los buenos samaritanos son una mezcla efervescente de jóvenes que vienen de diferentes culturas, unidos para mejorar las condiciones de vida de los refugiados durante su estancia en Moria.

Estos jóvenes son los protagonistas de la Nueva Tragedia Griega, ya que cubren todas las tareas y áreas imaginables como patrullar la costa, realizar las difíciles operaciones de rescate y gestionar las tareas diarias en los campos. Veía las mismas caras conocidas durante el día en los campos de refugiados, jugando con los niños, preparando y compartiendo la comida y organizando las patrullas de la costa que salen en busca de barcos.

"EL CAMPAMENTO EN SÍ ES GESTIONADO POR VOLUNTARIOS SIN LA PARTICIPACIÓN FINANCIERA DE CUALQUIER ENTIDAD GUBERNAMENTAL U ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL"

Una belleza rubia suiza, llamada Liska Bernet, fue una de las heroínas. Hace tres meses llegó a Lesbos con la intención de ayudar por un tiempo, pero nunca se fue. Tiene una de los trabajos más difíciles: es una de las gerentes de Better Days for Moria con largas jornadas laborales, un sinfín de tareas y un salario cero a final de mes por todos sus esfuerzos. Sin embargo, nunca se queja, siempre hay una dulce sonrisa en sus labios. La historia de Liska no es la única que merece la pena mencionar, como ella, hay cientos. Cada uno con su propia historia inspiradora, pero siempre con la promoción de la universalidad de los derechos humanos por bandera.

Conocí a Molly Hock y Kyle Nixon en mi segundo día en Lesbos. Son una pareja norteamericana que dejó la comodidad de su hogar y utilizaron sus ahorros para pagarse el viaje a Lesbos donde pudiera ayudar a los refugiados. Como la mayoría de los voluntarios, no pertenecen a ninguna organización. Durante el día, la pareja divide su tiempo entre los proyectos de los campos de refugiados, mientras que por la tarde, se pueden encontrar en el puerto, que ofrece alimentos, ropa y abrigo y paquetes de primeros auxilios a los refugiados que están autorizados a embarcarse en los ferries que van para Atenas.

En cuanto a mis colegas, con amor, los he llamado las Naciones Unidas de la Compasión, ya que proceden literalmente de todos los rincones del mundo. Ahí está el estudiante de Medicina saudí que residen en Hungría; los tortolitos de Palestina; los húngaros; los iraníes; los paquistaníes; los norteamericanos; los chicos holandeses y los suecos. Básicamente somos de todos los rincones del mundo, compartiendo el mismo objetivo y luchando por las mismas creencias, tratando de superar la burbuja europea de la indiferencia.

Todas estar personas trabajan turnos prolongados, sin recibir ninguna remuneración económica. No reciben ningún tipo de compensación o premio por sus esfuerzos. Realizan las tareas en el completo anonimato y sin embargo, nadie se queja. La sensación que se tiene cuando se trabaja en uno de los campos de refugiados o mientras se patrulla la costa en busca de barcos entrantes es que estas personas han logrado superar las diferencias culturales entre ellos, con el fin de llegar a un objetivo.

"LAS HISTORIAS DE SUPERVIVENCIA QUE ME CONTARON INCLUÍAN ASALTOS Y VIOLACIONES"

En un continente donde los valores europeos están constantemente cuestionados y reinterpretados, son los voluntarios los que impiden el desarrollo de una catástrofe masiva. Y es su naturaleza compasiva y sus caras sonrientes lo que estos refugiados querrán recordar cuando piensen en estos días oscuros en lugar de las amenazas encontrados en su viaje o el caos de su tierra natal.

En cuanto a mí, puedo decir que no sólo mi percepción del mundo cambió, sino también lo que yo sabía acerca del sufrimiento. He conocido a mujeres que me contaron sus historias de supervivencia que incluían asalto sexual, la violación y la violencia; menores de edad tener que convertirse en adultos cuando sus padres los obligaron a cuidar de sus hermanos pequeños y se embarcaron en peligrosos viajes en barco. He visto personas que luchan por su dignidad porque les fue arrebatada.

Mi vida tiene un antes y un después de Lesbos y, aunque todavía no estoy interesada en abrir al mundo todo el sufrimiento que he visto, mi corazón libra una batalla constante para superar la burbuja europea de la trivialidad. Quiero reconstruir mi existencia en una base de amor y solidaridad, similar a la descubierta en Lesbos. El espíritu de los jóvenes voluntarios se ha convertido en mi significado personal de Europa y la verdadera esencia de los derechos humanos. Es lo que he elegido para llevar conmigo tras mi paso en Lesbos. Dicho esto, entiendo que no todo el mundo tiene los recursos para ser voluntario, pero eso no nos exime de la responsabilidad de emprender cualquier acción.  

La historia no contada de los voluntarios de campos de refugiados en Lesbos
Comentarios