jueves. 28.03.2024

La historia de Escocia está plagada de guerras civiles y de batallas contra los ingleses, de plagas de tifus, de cólera y de peste que se extendían sin control en ciudades hacinadas. No fue hasta la segunda mitad del siglo XVIII que se planificó la New Town en su capital, cuando la ciudad pudo al fin respirar. Pero es que Edimburgo es una ciudad bellísima e inspiradora. Con casi medio millón de habitantes, de los que casi el 10% son estudiantes universitarios, su patrimonio es rico y posee la dignidad de los lugares que han vivido y sufrido mucho. Sus edificios de piedra, oscurecidos por la lluvia que la acompaña casi siempre, asombran sin cesar al viajero asomando por cualquier rincón en calles majestuosas y en estrechos callejones adoquinados (los closes). Hay abundancia de museos, de teatros y palacetes, de casas señoriales con jardines espectaculares. Plazas redondas con jardines centrales adonde convergen casas bajas de estilo georgiano. Es una ciudad idílica para las mentes más imaginativas, porque la cantidad de criptas, pasadizos y cementerios a los que acompaña el Haar, una bruma densa y fría que se forma en el mar y que el viento arrastra hasta el interior, puede llegar a desatar las imaginaciones más ociosas.

Edimburgo está llena de leyendas y misterios y no en vano la Unesco en 2004 la nombró como la primera ciudad de la literatura del mundo. Allí nació la primera edición de la Enciclopedia Británica y allí nacieron, crecieron o se inspiraron autores que nos han dejado obras maravillosas, como Robert Louis Stevenson, autor de La isla del tesoro o de Dr Jekyll y Mr Hide. También en Edimburgo puedes encontrar el mayor monumento en honor a un escritor, al gran Sir Walter Scott, que escribió Ivanhoe, Rob Roy, etc. Y si nos venimos a la actualidad, puedes sentarte en la mesa de The Elephant House en la que J.K. Rowling imaginó las aventuras de Harry Potter, casi nada…

No dejes de dar un paseo por la Old Town y su famosa Royal Mile, que desciende desde el Castillo y en cuya explanada se haya la fuente de las brujas

También se celebran varios festivales literarios, destacando el Edinburgh Literary Pub Tour. Te llevarán de pintas por tabernas ilustres de la Old Town, donde algunos de los escritores más famosos de la ciudad se sentaron a buscar la inspiración. Aunque es difícil, como siempre, recomendar un puñado de cosas en un lugar con tanto que hacer, me tiraré a la piscina empezando con el Scotch Whisky Experience, un museo para aprender todo sobre el magnífico licor escocés. Y como es una ciudad para caminar, no dejes de dar un paseo por la Old Town y su famosa Royal Mile, que desciende desde el Castillo y en cuya explanada se haya la fuente de las brujas como homenaje a la cantidad de brujas que se quemaron en una ciudad que tiene el dudoso honor de ser la de más ejecuciones por brujería de Escocia. Y admira también las tiendas, museos y los pubs, hasta por fin llegar al palacio de Holyrood. Si pasas por la estatua del filósofo escocés Hume, tienes que frotar su dedo gordo porque atrae la suerte en los exámenes y fortuna en general.

Por supuesto que recomiendo también una visita a la Catedral de St Giles que aunque se la conozca así, no ostenta tal título pues carece de obispo. Aunque prefiero los colores y texturas de los techos de la Catedral de St Mary’s en el West End. Otro lugar curioso es Gilmerton Cove, un misterio de pasadizos subterráneos cámaras y pasillos bajo tierra que aún no se sabe por qué surgieron, o las fachadas de colores de Victoria Street.

En Edimburgo hay que ir a los pubs, que son muchos, pero el Royal Oak con su música folk improvisada es una delicia. Puedes probar, si te atreves, los jägerbomb, una mezcla explosiva de licor. La comida escocesa tiene algunas delicias y su producto estrella es el cordero, por eso hay que probar el Haggis, una tripa rellena de vísceras de cordero, harina de avena y distintas hierbas aromáticas que se cocina a fuego muy lento y suele ir acompañado de ensalada o puré de patatas y nabo. El Scotch broth es un guiso de carne de cordero o de vaca que se cuece con cebada, col y puerros. Es un plato fuerte pero imprescindible. El Black pudding, una especie de morcilla, la trucha ahumada y los pasteles de carne al horno son otras delicias de la gastronomía.

En el cementerio de New Calton todavía puedes ver una torre de vigilancia destinada a prevenir el robo de cadáveres

Los cementerios son otra atracción, como el de New Calton, en el que todavía puedes ver una torre de vigilancia destinada a prevenir el robo de cadáveres. Y es que esta macabra práctica estaba muy extendida en la Escocia del siglo XVIII y XIX: los body snatchers robaban los cadáveres recién enterrados para venderlos a las escuelas de medicina, que los usaban para la disección en las clases de anatomía.

Una bonita costumbre de esta ciudad son las dedicatorias que los bancos de parques y jardines llevan escritas en una placa metálica, algunas conmemoran a colectivos o personajes públicos, pero las más entrañables son las que la gente dedica a amigos y familiares fallecidos.

Si quieres ir a ver la costa, en diez minutos puedes subirte a un autobús urbano y llegar a la playa de Portobello que se extiende grandiosamente a lo largo del Firth of Forth, un fiordo del río Forth. Definitivamente, Edimburgo merece un viaje.

Hasta pronto.

Una ciudad milenaria: Edimburgo