jueves. 28.03.2024

Llenaría esta columna con adjetivos para intentar describir la belleza de la Columbia Británica en Canadá, pero lo primero que pienso al recordar aquel viaje es AGUA en todas sus formas. Mares, ríos, lagos, nieve, glaciares, lluvia… y es que Canadá es el país del mundo con mayor superficie de agua dentro de su territorio, el que más kilómetros de costa tiene, así como el que tiene la frontera más larga del mundo.  

Canadá es un país grandioso al que los primeros exploradores que llegaron fueron los españoles, aunque la debilidad de España en aquella época, dejó sus conquistas en manos británicas. Y al hilo de conquistas y expediciones, es también un país orgulloso de las Primeras Naciones que allí habitaban, a las que defienden e intentan poner en el lugar que les corresponde.

Llegamos a Vancouver en un lluvioso mes de marzo, e iniciamos nuestro recorrido saliendo de la ciudad hacia el norte por la Sea to Sky Highway que según el periódico The Guardian, es la quinta carretera más bonita del mundo y desde luego es bellísima. A un lado las montañas llenas de bosques y al otro el mar salpicado de islotes verdes de vegetación, con el fondo inmejorable de las majestuosas montañas nevadas. La belleza elevada al infinito.

"Puedes ver osos cerca de las casas o mientras vas en bicicleta por uno de los muchos circuitos para mountain bike que hay por la zona de Mount Currie"

Llegamos  a Pemberton, territorio tradicional Lil’wat de las Primeras Naciones, un pequeño y pintoresco lugar rodeado de montañas entre las que destaca Mount Currie con 2.591 metros, que mantiene su encanto alejado de las grandes ciudades, pero que sólo está a una hora y media de Vancouver, donde puedes ver osos cerca de las casas o mientras vas en bicicleta por uno de los muchos circuitos para mountain bike que hay por la zona. Nos acercamos a ver las Nairn Falls adentrándonos en un abigarrado bosque aún con restos de nieve, siguiendo el curso de un río de aguas transparentes y bravas hasta encontrarnos con las impresionantes cataratas. Todo un espectáculo. 

A media hora de Pemberton está Whistler que desde que fue la sede de los Juegos Olímpicos de invierno de Vancouver en 2010, se ha convertido en un paraíso para  los amantes de los deportes de invierno. Está enclavado entre montañas inmensas que parecen elevarse hasta el infinito, y donde hay mucho que hacer, como por ejemplo subir en el Peak 2 Peak Gondola Blackcomb, un funicular de 3.024 metros sin apoyos, récord Guinness, que une Whistler con Blackcomb Mountain, con una elevación de 436 metros sobre el suelo del valle, otro récord…

Y continuamos carretera hacia Vancouver parándonos a contemplar las maravillosas vistas que hay por todos lados, recorriendo carreteras que haciendo curvas con los árboles pegados a los lados bajan hasta el agua donde hay pequeños pueblos. El viaje no es largo, pero es inevitable con tanta belleza, alargarlo. 

"Vancouver es una ciudad moderna, joven, de contrastes, en la que a tan sólo diez minutos del downtown  te encuentras los parques urbanos, que en realidad son bosques, más espectaculares del mundo"

Y por fin en Vancouver, una ciudad moderna, joven, de contrastes, en la que a tan sólo diez minutos del downtown  te encuentras los parques urbanos, que en realidad son bosques, más espectaculares del mundo, como Stanley Park con sus 400 hectáreas de terreno boscoso. Adentrarte en Stanley es entrar en otro mundo, y recorrerlo a través del Seawall, un camino que bordea el agua, en bicicleta, te permite una panorámica fantástica de la ciudad desde varios ángulos. 

Pero si quieres emociones más fuertes, y a un paso del centro, tienes que ir a Capilano Suspensión Bridge Park, un puente colgante a 70 metros sobre el río Capilano. Nada más bajar la escalera de acceso se empieza a mover y el balanceo es bastante inquietante, pero aun así es toda una experiencia. Aunque para experiencias de las que hacen que te suden las manos, el Cliffwalk, una especie de mirador semicircular suspendido en el aire y agarrado a la montaña por fuertes cables de acero, y muchas más atracciones para los sentidos todas con la naturaleza de fondo. 

De vuelta en la ciudad, Vancouver tiene barrios preciosos, con cafés y tiendas con mucho gusto, como Robson Street y  grandes avenidas de edificios altísimos. No podemos marcharnos sin visitar la isla de Vancouver, y desde la terminal de Tsawsawsen tomamos un ferry que en una hora y media  nos deja en Nanaimo para desde allí ir hasta Victoria, la capital de la Columbia Británica, una ciudad elegante con muchos edificios coloniales y muy buen ambiente. La isla es muy grande y el 90% de su superficie son bosques, por lo que el recorrido es espectacular. Tengo que decir que como muestra de un país tan enorme, la Columbia Británica es una tarjeta de visita inmejorable. ¿Volveré? Es posible…

Hasta pronto.

La Columbia Británica, la mejor presentación de Canadá