viernes. 19.04.2024

El objetivo era la librería Haval, probablemente la más grande e importante entre las internacionales en todo Irak. Subiendo la calle Ainkawa, que dirige al barrio homónimo cristiano de la ciudad de Erbil, pasamos a comprar agua en una tienda donde no se hablaba inglés pero sí el idioma del humor y la burla de los turistas: ''Un dólar me vas a dar por esta botella de agua? Son 25 céntimos!'', nos decía el propietario en un kurdo que parecíamos entender como si hubiéramos dado clase toda la vida. Llegamos a la esquina bajo el puente de Francois Mitterrand y allí nos esperaba un restaurante sin nombre, al menos sin nombre en inglés, con una hoguera inmensa a sus puertas, al estilo de tantos restaurantes en la avenida circular Kurdistán.

En la hoguera, una decena de palos con bacalao abierto por la mitad e hincados en dichos palos, como si de una ceremonia se tratara. Nos ofrecen los típicos entrantes (ensalada y pan) y dos kilos de pescado por ocho dólares, barato teniendo en cuenta que es el mejor pescado de Oriente Medio, y en el lugar más insospechado. Y es que la información sobre Erbil, capital del Kurdistán iraquí, es bien escasa en Internet. Eso lleva a los aventurados turistas a guiarse por los restaurantes que aparecen en portales de viajes, los cuales solo suelen mostrar los más occidentales, aquellos con nombres que se sirven del alfabeto latino.

Después del festín no planeado entramos en la librería Haval, con mucha más variedad de libros que muchas librerías de ciudades alemanas. Se encuentran cuadernos de español, ruso, alemán, italiano... y muchos libros para tests de inglés: IELTS, TOEFL y cuadernos de práctica. Los precios de estos materiales dan la impresión de que hayan sido pirateados o robados, pues valen cinco veces menos que en Amazon. El paraíso de cualquier profesor de idiomas.

En el bazar inmenso a los pies de la ciudadela, que se extiende como tentáculos por las principales calles del centro de Erbil, puede encontrarse todo tipo de establecimientos y puestos de joyas, telas, potingues, frutos secos, especias, ropa, decoración, muebles, jabón... El bazar recuerda al de Estambul, pero sin un solo turista y, aún mejor, sin ser molestado por los comerciantes. El norte de Iraq es probablemente el único destino de Oriente Medio que es seguro, vacío de turistas y al mismo tiempo tranquilo y respetuoso con los pocos aventurados que se adentran a conocerlo. No escasean los inmigrantes iraníes en la capital del Kurdistán, y se les reconoce por su mejor nivel de inglés y por la perpetua sonrisa, que se echa de menos en los locales, quizá tras los turbulentos años de lucha primero contra Saddam Hussein, luego contra Al-Qaeda y finalmente contra el Estado Islámico.

A primera hora de la tarde entramos en el centro comercial Royal Mall, una gran superficie de varias plantas al estilo de lo que puede encontrarse en los Emiratos Árabes. En la puerta no falta el policía que nos registra a mi acompañante americano y a mí. Palpa la bolsa de plástico negra que inconfundiblemente le dan a uno en el bazar y sonríe: es jabón, le digo. Echa un vistazo y me confirma que es de Aleppo, ''yo tengo el mismo, es muy gordo y dura mucho'', me despide. En la primera planta bebo el mejor capuccino de mi vida en Euro Coffe, donde mi colega se toma un café turco también delicioso, según me dice. En menos que canta un gallo empezamos a fumar en plena cafetería, con la sensación de estar quebrando unas reglas que realmente no existen.

Salimos del Royal Mall y nos adentramos en el edificio situado justo en frente, la bella Mezquita Jalil Khayat, que merece ser vista por la noche, con sus torres iluminadas de verde, el color del Islam. Verde es también el impecable parque Sami Abdulrahman, diseñado para deportistas y familias, aunque hay mucho más de lo primero que de lo segundo. En el centro del parque, cerca del lago, nos topamos con el monumento a los soldados kurdos caídos en combate desde principios de siglo.

Ninguno de los cinco controles de seguridad antes de llegar a la terminal me han podido convencer para no volver. Erbil bien vale una visita, y no solo de un día. Quizá la próxima tenga que incluir un viaje a las montañas, para apreciar mejor el contraste entre el desierto iraquí náufrago del tiempo y la moderna y occidental civilización de la ciudad de Erbil.

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Desde Dubai se puede volar directamente a Erbil con Emirates Airline por unos 2.400 dirhams ida y vuelta. Si no se tiene inconveniente en realizar una escala, el billete puede salir por 500 dirhams menos con varias aerolíneas. Desde Abu Dhabi sólo es posible volar con escala y el precio más bajo, con Royal Jordania, ronda los 2.300 dirhams.

Fin de semana en Irak para 'foodies'