viernes. 29.03.2024

Acabo de leer que Canarias no registra ninguna nueva muerte por coronavirus, y esa magnífica noticia, me ha inspirado para hablar de una de las islas más bonita de España: La Gomera. La isla redondita. Con una superficie que no llega a 370 kilómetros cuadrados llegamos tras una hora y media de travesía en un enorme catamarán desde La Palma hasta San Sebastián de la Gomera, su capital y enfilamos la carretera en una ascensión que parece no acabar con unos degollados terribles a los lados, hasta llegar a Playa de Santiago, un pequeño pueblo con un playa de arena negra y un puerto salpicado de embarcaciones de pesca y de recreo.

La Gomera tiene casi 600 kilómetros de senderos, por lo que es un paraíso para caminantes, y además puedes pasar de un paisaje árido y rocoso a otro verde y exuberante en tan sólo unos pocos kilómetros. Desde 2011 es reserva de la biosfera, y lo tiene merecido, porque en tan poco espacio, encuentras una gran variedad de ecosistemas. Hay mucho que ver y todo es espectacular, empezando por el Parque Nacional de Garajonay, al que conforme te vas acercando por un camino lleno de palmeras, de pronto estas desaparecen y entras en un bosque de laurisilva que desde época prehistórica se ha conservado gracias a la temperatura templada de la isla. La sensación de caminar rodeados de árboles altísimos y milenarios, envueltos en una humedad constante, rodeados de plantas de todos los tonos de verdes posibles, sobre un suelo tapizado de hojas, ramas y raíces de árboles cubiertas de musgo que parece que de un momento a otro se van a levantar y a acompañarte en tu camino, es única, de verdad.

Pero al salir del Parque nos perdemos, y echamos a caminar y caminar rodeados de verde entre las fayas, laureles, brezo, pinos y helechos hasta descubrir un curioso sendero empedrado que baja hasta el fondo de la montaña. Nos guiamos por la belleza de las plantas que vemos, nada más, y lo seguimos hasta que al final, en el fondo, rodeada de naturaleza, encontramos una sencilla Ermita de color blanco, cuadrada y con una puerta verde en la que pone Nuestra Señora de Lourdes. Pienso en la casualidad del nombre, y nos sentamos al lado de un arroyo a contemplarla durante unos minutos. La Ermita tiene su historia, que descubrí más tarde y que os invito a buscar y a encontrar… Después, con renovada energía emprendemos la vuelta y a la primera, sin equivocarnos encontramos el camino…

Hermigua, en el norte de la isla, se encuentra en un verde valle salpicado de terrazas donde se acomodan los cultivos de frutales para salvar el terreno, y donde las casas se encaraman hacia el valle desafiando a la montaña

En todas las guías dice que hay que visitar el Valle Gran Rey, y no digo que no, pero la belleza del lugar es la carretera de curvas y precipicios llenos de palmeras que parecen hincadas en la tierra, porque luego te encuentras con una playa demasiado turística. Sin embargo otro sitio precioso, es Hermigua, en el norte de la isla, que se encuentra en un verde valle salpicado de terrazas donde se acomodan los cultivos de frutales para salvar el terreno, y donde las casas se encaraman hacia el valle desafiando a la montaña. No dejéis de subir a la Iglesia de Santo Domingo, donde había un convento dominico ya desaparecido, con una sobria y curiosa arquitectura,  en cuyo lateral se acomoda la terraza de una casa particular…

Continuamos más al norte, hacia Agulo para ver el famoso mirador de Abrante, una cuña de cristal suspendida a 200 metros de altura desde donde contemplar la maravilla que te rodea. También merece la pena visitar lo que queda del pescante de Agulo, una obra de ingeniería construida en 1908. Sobre dos pilares de hormigón se levantaba un brazo de madera y metal para unirlo a los barcos que atracaban cerca de Agulo, pero un golpe de mar se lo llevó en 1950 y ahora sólo quedan los pilares, para imaginar lo que fue y lo poco que duró.

Pero en La Gomera hay varias cosas únicas y sorprendentes: el salto del pastor y el silbo gomero. Debido a la especial orografía del terreno, los pastores se buscaron la ayuda de una vara larga, astia, con una punta metálica para clavarla en el suelo y sortear las elevaciones y depresiones del terreno. Hoy se practica como un deporte digno de verse. El silbo gomero fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, como medio para comunicarse a través de silbidos por los barrancos de la isla, y es impresionante la potencia y la variedad de tonos que pueden hacer.

No olvidemos la rica gastronomía, en la que destaca el delicioso Almogrote, un mojo con textura de paté a base de queso ligeramente picante, las papas arrugadas, como no, o el potaje de berros y si lo acompañas con un vino blanco de la isla, pondrás el broche final a un viaje de los que no se olvidan.

Hasta pronto.

La Gomera, la isla redondita