viernes. 19.04.2024

Para llegar a Mindo hay que lanzarse a la travesía de viajar durante tres horas en autobús desde la nueva estación de autobuses de Quito en dirección al oeste por la ruta 28. Una de esas tres horas transcurre únicamente recorriendo toda la capital de Ecuador, pero los transportistas ecuatorianos saben ofrecer buen entretenimiento en estos viajes gracias a televisores gigantes que cuelgan de la parte delantera con películas para pasar el tiempo. El ansia del viajero comienza cuando, sin haber salido aún de Quito, la oscuridad se cierne cómplice de la niebla sobre la gigantesca ciudad rodeada de selva y montañas. Empieza a llover y el autobús acelera a velocidad de autopista por una carretera con las curvas de un gran premio de Fórmula Uno. Las ventanas se empañan y uno pierde la esperanza de llegar a Mindo, el Dorado del chocolate.

Mindo se encuentra sumido en mitad de la jungla. (Rafael G. García de Cosío)

Hay que preguntar constantemente a los demás pasajeros cuándo hay que pedirle al conductor que pare. Cuando llega el momento, uno tiene la impresión de haber sido abandonado en medio de la oscura jungla, preso de unos animales endémicos que probablemente aún no estén registrados en su cerebro. Por suerte ha parado de llover, y a 10 metros, cruzando la carretera encharcada, se encuentra una furgoneta varada en el arcén esperando a los últimos turistas provenientes de Quito para hacer las veces de taxi. Por cinco euros, una pareja se sube a la parte trasera y conversa con el conductor. Trabaja en Quito y lleva a la gente carretera abajo hacia Mindo para ''redondear el salario''. Es posible caminar, pero no apetecen esos ocho kilómetros a pie cuando se acerca la medianoche.

Al llegar al hotel, la sensación es la de ser invitado de un programa de supervivientes en televisión. Una cabaña gigante y moderna de madera, inaugurada probablemente hace poco -el taxista no la conocía- abre su puerta colosal y la recepcionista aparta al labrador cariñoso que se apresura a recibirnos. El labrador es lo único que recuerda a algo europeo en las últimas horas. El silencio lo adornan los grillos con su orquesta y las estrellas con su iluminación. Sólo los mosquitos dan la nota en esta llegada impresionante al paraíso ecuatoriano.

El excelente desayuno en este Cinamon Hotel (hotel canela) nos da una pista del estado en el que se encuentra Mindo como destino turístico. En la actualidad, este pueblo (o parroquia, como se le llama en Ecuador) se encuentra en esa fase transitoria exquisita en la que se ha desarrollado plenamente un turismo para extranjeros sin que estos hayan acabado de llegar. Antes que nada, hace falta dinero en efectivo para disfrutar de las maravillosas experiencias que aguardan al aventurero en este lugar. La primera sorpresa está en el cajero automático: una mariposa de color de hoja con varios centímetros de ancho se posa sobre la cámara de seguridad, cómplice paciente de un atraco quizá planeado para unos minutos más tarde. Una vez retirado el dinero se procede a las dos visitas obligadas de Mindo: el museo del Quetzal de Mindo y el mariposario -que ofrece también una colección de colibrís, plantas y flores exóticas.

Una espectacular mariposa se posa sobre un cajero automático en Mindo. (Rafael G. Gacía de Cosío)El museo del Quetzal de Mindo es un local dirigido por inversores norteamericanos donde los visitantes pueden degustar distintos tipos de chocolate y aprender de su composición según los porcentajes de cacao y azúcar. El museo ofrece una ruta en español y en inglés por un jardín donde no sólo se aprende del árbol del cacao -con la sorprendente información de que es el mosquito el encargado de polinizar el árbol-, sino también de multitud de otras plantas y flores autóctonas y de otras zonas climáticas.  En un invernadero, el guía portugués Sergio (muy recomendable) explica con mucha guasa las diferentes fases del proceso de fabricación del chocolate.

En el mariposario pueden apreciarse también las diferentes fases de la metamorfosis de este insecto típico de la selva americana. Rodeados de mariposas, los turistas se divierten con el desafío de lograr una buena foto de las alas del interior, de un color azul turquesa que choca con el marrón de hoja exterior, como el de la mariposa del cajero automático unas horas antes.

Mindo es un paraíso con restaurantes excelentes regentados por inversores internacionales que entienden la importancia de un buen filete a la piedra o una ensalada más difícil de encontrar en Quito. En algunos momentos el verde paisaje que da nombre a pueblos vecinos como Esmeraldas recuerda a países del Sudeste Asiático sin playa. Pero tampoco se echa de menos la playa. Si se dispone de un coche de alquiler, hay diversos parques naturales con ríos y arroyos en varios kilómetros a la redonda, además de colecciones de orquídeas y deportes de aventura como Tubing, bicicleta y rápel.

Con una experiencia así, al turista que logra disfrutar de este Dorado le convencen de que no solo las mariposas tienen aquí el derecho a una verdadera metamorfosis. Mindo te cambia por completo.

Guía para perderse en el reino del chocolate y las mariposas