viernes. 19.04.2024

Subidón de adrenalina, modernidad, tradición, rascacielos, mercados, gente y más gente… todo eso y más es Hong Kong y por eso me gusta tanto. He ido dos veces y creo que habrá una tercera, porque esta ciudad siempre supera mis expectativas. 

Aterrizamos en el aeropuerto de Chek Lap Kok y emprendemos el camino a la isla más importante del archipiélago a través de una carretera que gran parte del camino está construida sobre el mar, por lo que ya nos damos cuenta de que aquí, las obras de ingeniería son bestiales y un constante desafío para ingenieros y arquitectos de mentes prodigiosas que saben lo que hacen. 

Hong Kong tiene muchas cosas para ver además de centros comerciales, tiendas de lujo y mercados callejeros en los que venden todo tipo de chucherías, aunque reconozco que solamente pasear por sus calles atestadas de gente es ya una atracción y de las buenas. 

Hablando de atracciones, subir al Peak en el Peak Tram, es una de ellas y muy divertida teniendo en cuenta que se trata de un tren que desde que fue inaugurado en 1888, no ha dejado de funcionar y aunque se ha ido renovando, no ha perdido su sabor más genuino. La inclinación es bestial y algunas veces pasas tan cerca de los edificios más próximos, que puedes ver a la gente en sus casas mientras subes y subes al punto más alto de Hong Kong. Es como ir entre los salones de las casas de los hongkoneses y dan ganas de estirar el brazo y saludarles con la mano. 

Cuando por fin llegas, lo suyo es acceder a la Peak Tower y disfrutar de una panorámica espectacular. El verde rabioso de la montaña, desciende como una alfombra ondulada hasta que se encuentra con una muralla de edificios que sobresalen por encima y que crean una barrera arquitectónica espléndida con el mar al fondo.

Puedo asegurar que esa mezcla no es antiestética, ni chocante el contraste, ni parece una invasión del más puro urbanismo. Naturaleza y rascacielos están en sintonía y es de una belleza grandiosa. 

Hong Kong forma parte de China, lo es pero no lo es. Este rincón del mundo, que fue refugio de piratas y contrabandistas de opio, cuenta hoy en día con una población de más de 7.000.000 de habitantes en una superficie de 1.000 km cuadrados, lo que le lleva a ser una de los lugares más densamente poblados del planeta.

No quiero olvidarme de hablar de Happy Valley Racecourse, es decir el hipódromo. No es un lugar que me llamara la atención en un principio, pero nada más entrar cambié de opinión. Happy Valley es un espectáculo aun sin los caballos dando vueltas en un circuito bastante más grande de lo que esperaba. El verdor del suelo en un óvalo perfecto, contrasta con las gradas y los palcos reservados. Precioso. 

Tomamos un ferry más antiguo que el continente, de motores que rugen como animales maltratados y que nos lleva a Kowloon. Apenas unos minutos de travesía y cruzamos un trozo del mar de China de aguas negras como la pez y llenas de basura flotando. Y es que ir de la península a Hong Kong, es como cruzar a la calle de enfrente cada dos por tres, sólo que en China y cruzando el mar, claro.

Llegamos y enfilamos Tsim Sha Tsui, una de las calles más famosas llena de tiendas de lujo junto a establecimientos más modestos, y callejones llenos de sastrerías que fabrican trajes, vestidos o lo que sea en veinticuatro horas.

Hay tantos carteles en las fachadas que se superponen unos a otros y de noche se iluminan como si fuera una feria gigantesca

Salimos de lo urbano, y nos dirigimos al sur a través de una carretera encantadora llena de curvas que asciende por una montaña llena de exuberante vegetación, hacia Stanley. Es un bonito pueblo con un mercadillo muy famoso donde parece que la calidad de los productos es mejor que la media. Tampoco hay casi regateo, lo que se agradece. El pueblo parece que lo hayan transportado de algún lugar de la costa de Europa si no fuera por los chinos. El agua del mar es de un tono entre grisáceo y marrón y las redes anti-tiburones te hacen recordar que esto no es el mediterráneo… 

De regreso nos detenemos en Aberdeen y visitamos su bahía. La tradición pesquera del lugar se deja ver y son famosas sus casas flotantes donde viven un número considerable de pescadores.

Y cambiando de estilo, nos vamos a Repulse Bay, lo contrario a lo que hemos visto en Aberdeen. Es una zona residencial de lujo en la que destaca una enorme playa de forma semicircular, rodeada de enormes rascacielos de grandiosos. Y si hablamos de gastronomía, en esta ciudad encuentras la mejor comida china del mundo y para todos los bolsillos. ¿Volveré? Seguro. 

Hasta pronto.

Hong Kong: ¡¡Esto es increíble!!