sábado. 20.04.2024

Hemingway dijo que si hay que ir a una sola ciudad de España, esa es Granada. Sería difícil elegir la ciudad más más bonita de España porque hay muchas, pero desde luego Granada está en los primeros puestos. Su situación geográfica, en las laderas de Sierra Nevada, ya es un espectáculo y aunque la habitaron íberos, romanos y visigodos, bereberes, ziríes, almorávides y almohades, fue con los nazaríes cuando alcanzó la gloria. Aquel pequeño emirato se mantuvo independiente navegando entre las aguas turbulentas de un reino, el musulmán, que se iba destruyendo sin remedio hasta que llegó la reconquista cristiana. Pero en aquellos años ya comenzaron a erigirse las joyas arquitectónicas que han llegado hasta nuestros días como un regalo del pasado.

Granada es una ciudad bella por sí misma por el trazado de sus calles, encajadas en barrios que ascienden la ladera de la montaña con calles empinadas, callejones estrechos, laberínticas callejuelas que se abren, sin esperarlo, en pequeñas plazas con unas vistas que te cortan el aliento. Hay tanto, pero tanto que ver que sobra una explicación acerca de los monumentos más emblemáticos, pero la Alhambra y sus edificios, declarada Patrimonio de la Humanidad, hay que nombrarla porque, como se suele decir, son palabras mayores. Subir caminando hacia ella desde la Plaza Nueva por la cuesta Gomérez acompañados por el sonido del agua y el verde del bosque, produce una maravillosa sensación, de esas que no se olvidan. Hay que ir a la Alcazaba, a los Palacios Nazaríes, al Generalife, al Palacio de Carlos V, a la Catedral, al Monasterio de la Cartuja, la Casa Zafra y más y más…  Después de ver tanta belleza algunas imágenes permanecen en la mente, en un lugar preferente, y sólo hay que cerrar los ojos para volver a verlas y de ellas, el Patio de los Leones de la Alhambra, tan delicado, tan perfecto, tan musical…

Pero dejando aparte los monumentos, Granada es una ciudad de barrios, como el Albaicín, con sus laberínticas callejuelas que desde lo alto bajan hasta el centro de la ciudad, donde hay varios Cármenes, viviendas típicas árabes con un jardín que hacía la función de huerto, y sus tapias encaladas de un sencillo blanco a la manera árabe de la época, para no aparentar. El Realejo, que fue el barrio judío, con una parte baja llena de terrazas y bares de tapas y otra alta con estrechas calles llenas de cuestas, en el que puedes admirar el Campo del Príncipe o el Cristo de los Favores. El Sacromonte, que desde el siglo XVI y ante el despoblamiento de la zona, se fue llenando de gitanos venidos de toda Europa. Y desde luego hay que acercarse a los numerosos miradores que hay para contemplar la ciudad desde diferentes ángulos, como el de San Nicolás, el de los Carvajales, San Cristóbal o San Miguel Alto.

"Granada es una ciudad de barrios, como el Albaicín, con sus laberínticas callejuelas que desde lo alto bajan hasta el centro de la ciudad, donde hay varios Cármenes, viviendas típicas árabes con un jardín que hacía la función de huerto"

Pero Granada es algo más, es una ciudad joven y palpitante con una Universidad que atrae a estudiantes, más de 80.000, de todos lados, nacionales e internacionales atraídos por su belleza y su ambiente fiestero. También es famosa su gastronomía, con platos como las habas con jamón, si es de Trevélez, mejor, la tortilla de Sacromonte, la Moraga de sardinas, la Olla de San Antón, las berenjenas con miel, pero sobre todo, destaca una cocina en miniatura, las tapas. El tapeo es una manera de comer de una forma más social, dinámica y variada pero que no por ello resta calidad al producto.

Para ver Granada lo mejor es olvidarse de mapas, de los de papel y digitales y lanzarse a recorrer sus calles por donde tu instinto te lleve, dejándote sorprender por una empinada cuesta que desemboca en una placita con unas maravillosas vistas, parándote a saborear una caña bien tirada junto a una tapa que te ayudará a reponer fuerzas para continuar un camino que te alegrará el alma, de verdad. Y si quieres, puedes admirar la Granada más moderna, con anchas avenidas y barrios remodelados con parques y edificios más modernistas.

Pero además, Granada ofrece un plus, ya que si eres amante de la nieve, puedes acercarte a la estación de esquí de Sierra Nevada y si te gusta el mar, darte un chapuzón en sus costas. Y por último, acércate a visitar la Alpujarra, con sus pequeños pueblos de casas blancas incrustados en la montaña y detente en el Suspiro del Moro, lugar en el que, según la leyenda, se detuvo Boabdil para despedirse de la ciudad y donde su madre le dijo aquello tan repetido de "Llora como mujer aquello que no supiste defender como hombre".

Casi nada…

Hasta pronto.

¿Un tesoro? Granada