jueves. 28.03.2024

Toledo es una ciudad con tanta historia detrás, que reúne todos los requisitos para convertirla en un tesoro de nuestra cultura. Desde la edad del bronce hasta la reconquista pasando por los romanos y visigodos, Toledo fue una ciudad privilegiada al estar enclavada en una escarpada roca y rodeada por un río, el Tajo. De todas las culturas que allí se establecieron se conservan restos arqueológicos, pero una de las que más influyeron hasta su configuración actual, fue sin duda  la musulmana, que dejó una red de calles y callejuelas estrechas junto a plazas y fuentes bellísimas

Toledo es historia y te das cuenta ya antes de llegar, si es de noche mejor, y observar maravillado la panorámica de una ciudad en lo alto rodeada de una muralla, con sus puentes y puertas, con los edificios que sobresalen sobre el resto, como el Alcázar o el campanario de la Catedral y el Tajo que la envuelve, todo acompañado por una suave y delicada iluminación digna de las mejores películas de Hollywood

Es difícil destacar lo “mejor entre lo mejor” en una ciudad cuyo casco histórico es Patrimonio de la Humanidad, pero recomiendo sí o sí, coger un guía profesional para entender qué fue Toledo, por qué Toledo y hasta cuándo. 

La ciudad de las tres culturas ha dejado huellas imborrables en cada rincón y si he destacar una de cada, difícil, de la cultura judía me quedo con las calles de la judería y la Sinagoga de Santa María la Blanca, en la que me inspiré para mi libro La Dama Judía. 

Me parecen preciosas las arcadas blancas del interior decoradas al estilo mudéjar. Es de una belleza serena que invita al silencio y a la reflexión. De la época musulmana me fascina el entramado de callejuelas que suben y bajan y que desembocan en placitas encantadoras y me parece maravillosa la belleza delicada de la Mezquita del Cristo de la Luz.

 Al llegar a la época de la reconquista y con la conversión de las mezquitas en iglesias, me decanto por la iglesia de San Andrés, por su belleza sin pretensiones y su mezcla de estilos destacando el mudéjar. Si la rodeas y pasas por el callejón de los muertos, no te sorprende que hayan encontraron más de 50 momias

Pero Toledo de noche mejora. La iluminación de sus calles y plazas y de los edificios, crea una atmósfera muy apropiada para que una vez que has hecho los recorridos turísticos de día, visitando cada iglesia, museo, sinagoga o mezquita, hagas un recorrido nocturno para descubrir los misterios de Toledo. 

Historias de apariciones, brujas y fantasmas en ese entorno, desatará tu imaginación y sin mucho esfuerzo verás cosas o por lo menos creerás verlas… 

No dejes de ver Los Cobertizos, que no son sino pasos de comunicación por encima del nivel de la calle entre conventos que forman una especie de túneles y entre ellos el de Santo Domingo el Real y su plaza, un lugar apartado en el que reina un silencio mágico

Los callejones son otra de las atracciones curiosas, porque hay muchos y muy estrechos, como el Callejón del Diablo, el de San Cristóbal, el del Infierno o el de la Soledad, pero mi preferido es el del Toro

Por supuesto no podemos irnos de Toledo sin ver la obra de El Greco y entre ellas visitar la iglesia de Santo Tomé y contemplar el Entierro del Conde de Orgaz. Maravilloso. 

Desde que en 1085 los cristianos la incorporaran al reino de Castilla, la vida de la ciudad sufrió muchos e importantes acontecimientos. Se convirtió en capital, desbancando a Burgos hasta que en 1561, Felipe II se llevó la capitalidad a Madrid, y Toledo se convirtió en una ciudad conventual, ya que las órdenes religiosas ocuparon los palacios que quedaron desocupados. 

Y pasando a temas más prosaicos, la oferta hotelera es inmensa y para todos los bolsillos, pero dormir en un Cigarral, antiguas casas de campo, con las vistas del Skyline de la ciudad con una copita de vino de la tierra…, eso es todo un lujo.

La gastronomía ocupa un lugar importante y es un sitio en el que se come muy bien. Tanto los bares como los restaurantes, no olvidan aprovechar el producto que da la tierra creando platos magníficos, como las carcamusas, un guiso contundente a base de cerdo, jamón y chorizo que es delicioso. La caza la bordan, así como la perdiz en todas las formas y variaciones, y como no el Rey: el queso manchego. No hace falta un restaurante con estrella Michelín, que lo hay, para saborear la deliciosa comida toledana, basta pasear por la calle Sillería o Alfileritos y entrar en cualquiera de sus bares. No dejéis de ir o volver a Toledo.

Una manchega nostálgica.

Hasta pronto.

Toledo, ciudad imperial