viernes. 19.04.2024

Ismael Diadié es centinela de un tesoro incalculable. En alguna parte del desierto de Tombuctú, en Mali, esconde una formidable biblioteca integrada por 12.714 manuscritos antiguos. No es un archivo cualquiera. Entre los miles de legajos duerme buena parte de la memoria andalusí, morisca y sefardí, cuyos antepasados tuvieron que abandonar la península ibérica ante el avance de los reinos cristianos hace ya más de cinco siglos.

La biblioteca es la historia de su familia. Y parte de la historia de España. Al menos 7.100 notas marginales y documentos de archivo corresponden a cuadernos de viaje y diarios personales de sus antepasados. “Aquí se puede seguir año a año la vida de mi familia desde el siglo XIV hasta el XIX y el XX”, revela Diadié al otro lado del teléfono en un castellano sorprendentemente aseado. El historiador, poeta y filósofo maliense vive a caballo entre Granada y Almería desde que en 2012 se vio obligado a escapar a toda prisa de Tombuctú ante la irrupción de los radicales islamistas.

Desde entonces vive exiliado en España. Su asombroso archivo dormita oculto y disperso en algún lugar de Mali. “Es una biblioteca doblemente condenada por muchos fundamentalistas”, lamenta Diadié. “Por un lado”, explica, “la familia Kati, que tiene antecedentes cristianos y volvieron a islamizarse otra vez. Y, por otra, mi rama sefardí. Son demasiadas cosas molestas”.

Cómo se instaló en Mali desde el siglo XIV una comunidad andalusí y morisca tan numerosa es una aventura absolutamente fascinante. Tan prodigiosa como su capacidad de resiliencia a lo largo del tiempo. Lo cierto es que en 2006 la propia Junta de Andalucía certificó que el censo de descendientes andalusíes ascendía en el país subsahariano a 4.949 personas. La mayor parte de ellas pertenecientes a varias ramas familiares de Ismael Diadié, que han mantenido durante siglos una hermética endogamia consanguínea.

El Fondo Kati atesora una formidable biblioteca integrada por 12.714 manuscritos antiguos que incluyen 7.100 notas marginales, cuadernos de viaje y diarios personales

El periplo de cada estirpe está minuciosamente escrito en caracteres árabes en el llamado Fondo Kati. La primera rama y más antigua salió de Granada a mitad del siglo XIV. El poeta, alarife y viajero granadino Abu Ishaq Ibrahim al-Sahilí emigró en dirección a Oriente Medio y en la Meca se encontró con el rey de Mali. Acabó instalado en la conocida como Curva del Níger. Fue arquitecto de varias mezquitas, declaradas hoy Patrimonio Mundial, y murió el 15 de octubre de 1346. “Tenemos todos sus manuscritos”, puntualiza Diadié.

Sala de manuscritos del Fondo Kati. (Cedida)

La segunda rama familiar proviene de los godos islamizados. Es decir, precede a la conquista árabe del año 711. Su propio apellido, Al Kuti o “el Godo”, evoca sus orígenes. Uno de sus descendientes, Ali Ben Ziyad al Kuti, se vio obligado a exiliarse de Toledo en el año 1467 para huir de la conocida como revuelta de los Fuegos de la Magdalena, que enfrentó a las tres comunidades monoteístas. Juez y bibliófilo, Al Kuti se llevó sus archivos en su largo destierro por Jerusalén, Damasco, Bagdad y la Meca, para acabar residiendo en Mali. Fue el fundador del Fondo Kati, que hoy preside Ismael Diadié. “El hijo de Ali Ben Ziyad es Mahmud Kati, cuya obra histórica se edita bajo los auspicios de la Unesco. Tenemos todos sus textos de puño y letra”.

En el siglo XVI, salieron otros dos linajes con destino a Mali. Desde Cuevas de Almanzora (Almería), emigró Ammar Al Fatah. “Se casó en 1591 y tenemos su acta de matrimonio”, detalla Diadié. Ya formaba parte de la comunidad morisca, los musulmanes obligados a convertirse al cristianismo por orden de los Reyes Católicos en 1502. El segundo es Hassan Ferrer, un judío sefardí nacido en la ciudad croata de Dubrovnik, que se estableció en Mali en 1591. Los dos participaron en la conquista de Tombuctú a finales del siglo XVI.

Se trata de un archivo único en el mundo que documenta fehacientemente la diáspora andalusí, diseminada y olvidada por el norte de África

Estas son las cuatro ramas familiares de Ismael Diadié, cuyas portentosas historias sobreviven impresas en las miles de páginas que integran el Fondo Kati. Se trata de un archivo único en el mundo. Uno de los pocos que documenta fehacientemente la diáspora andalusí, diseminada y olvidada por el norte de África. “Son documentos reconocidos por la Unesco e investigados por especialistas de EE.UU., Alemania y Noruega”, precisa el bibliófilo maliense. “El catálogo se ha publicado en Irán hace algunos años, mientras que en España son poco conocidos. No sé por qué”. Hasta el propio ex ministro de Trabajo español y director de la editorial Almuzara, Manuel Pimentel, se ha interesado profusamente por la fabulosa biblioteca de Tombuctú. Junto con Ismael Diadié ha publicado dos obras de divulgación: Los otros españoles y Andalusíes en la ciudad perdida del Sáhara.

Manuscrito de la biblioteca del Fondo Kati. (Cedida)

Han pasado más de cinco siglos y los antepasados de Diadié mantienen su conciencia identitaria intacta. “Hasta mi abuelo firmaba con el apellido Al Andalusí”, argumenta el historiador maliense. El poeta granadino Al Sahilí aún sigue siendo objeto de interés académico y popular. Desde 2013, cada 15 de octubre se celebra en la Alhambra la “noche sahiliana”. Escritores turcos, franceses y españoles se reúnen cada año para rendirle homenaje a aquel poeta y viajero granadino que emprendió vuelo en el siglo XIV para acabar sus días en Mali.

La primera vez que Diadié viajó a España fue en 1988. Desde entonces no ha parado de visitarla de forma esporádica hasta que en 2012 se instaló para escabullirse de las garras del islamismo radical. El exilio es su sino. El mismo que la legendaria biblioteca que custodia, sometida a lo largo de los siglos a un sinfín de vicisitudes. “Escribí un libro sobre los judíos en Tombuctú y tuve que exiliarme para evitar una condena”, asegura. Los límites de la libertad en Mali son estrechos. “Fui acusado de procolonizador. Todo lo que huele a español, francés o inglés es sospechoso. Yo escribo historia pero hay líneas rojas que allí no se pueden pisar”, confiesa. “Estoy acostumbrado a saltarlas y lo pago”.

Ismael Diadié, en el Fondo Kati. (Cedida)

Ismael Diadié: “Me felicité cuando el Gobierno español reconoció una parte de la historia de España. Ahora queda por reconocer a la otra”

Los Kati tienen pruebas documentales sobradas para verificar sus orígenes hispanos y reivindicar el mismo reconocimiento jurídico que el Gobierno español dispensa a los judíos sefardíes, tal como sostuvo en las mismas páginas de EL CORREO DEL GOLFO hace dos semanas. El artículo 22 del código civil español concede a la comunidad sefardí un trato preferente por su especial vínculo histórico con España. A los moriscos y andalusíes se lo niega. Y en 2015 el Gobierno español les otorgó la nacionalidad directa a todos aquellos que pudieran demostrar su ascendencia sefardí. Hasta octubre de 2020, 15.300 judíos de origen español ya habían regularizado su nacionalidad de un total de 150.000 solicitantes. En los próximos meses, otros miles accederán a ese estatus, según informó el Ejecutivo al Congreso de los Diputados hace tres meses.

“Mi historia es parte de la historia de España y está escrita en la biblioteca de Tombuctú”, sostiene Ismael Diadié. “Quiero el entendimiento y el reconocimiento mutuo. Los casi 5.000 andalusíes que viven en Mali no quieren instalarse aquí. Su vida está hecha allí. Pero algunos jóvenes sí querrían venir. Y creo que tienen el mismo derecho que los sefardíes en venir a España con papeles legales en lugar de morir en el Mediterráneo”, declara. Y concluye: “Me felicité cuando el Gobierno español reconoció una parte de la historia de España. Ahora queda por reconocer a la otra”.

La diáspora andalusí duerme en el desierto de Tombuctú
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