martes. 19.03.2024

Contra lo que pudiera pensarse, en Al Andalus la población mayoritaria no habló árabe hasta bien entrado el siglo XIII. La lengua común utilizada desde la conquista islámica del año 711 fue lo que algunos expertos denominan el “romance andalusí”, que provenía del latín visigodo y que fue recibiendo con las décadas el influjo decisivo del árabe en una simbiosis excepcional. Esa es la conclusión a la que ha llegado Pablo Sánchez tras más de seis años de investigación en su libro Origen y gramática del romance andalusí’, publicado en 2020 por la editorial Almuzara.

Durante casi seis siglos, de los ocho que pervivió la civilización islámica en la península, el árabe fue la lengua administrativa, literaria y cortesana. En la calle, sin embargo, la gente hablaba el romance andalusí. Quiere decirse que Al Andalus fue una sociedad bilingüe la mayor parte de su prolongada existencia. Solo los almohades quebraron en el siglo XIII esa plural realidad idiomática, al imponer el árabe como lengua única y dar el golpe de gracia al romance andalusí, que paulatinamente se había ido refugiando en el mundo rural.

El historiador del arte Pablo Sánchez ha logrado reconstruir gran parte de aquella lengua popular extinguida gracias a técnicas de su propia especialidad. “Si aparece una columna, se puede reconstruir un templo”, explica a modo de símil. “Apliqué esa disciplina en mis investigaciones y comencé por la toponimia”, precisa en conversación telefónica con EL CORREO DEL GOLFO. Pone un simple ejemplo: Madrid. La capital de España fue una fundación árabe en tiempos de Abderramán I, el emir omeya que llegó a la península en el año 755 y tomó el control del nuevo orden político con sede en Córdoba. “A Madrid le puso nombre romance y no árabe”, revela.

La fonética del romance andalusí se asemeja a la del latín vulgar evolucionado y “ahora sería similar al rumano”, según Pablo Sánchez

El primer investigador que estudió la lengua romance andalusí fue el arabista Reinhart Dozy, autor de ‘Historia de los musulmanes en España’, uno de los manuales de referencia del siglo XIX. Otro arabista decimonónico, Francisco Javier Simonet, también indagó la lengua romance andalusí, que atribuyó erróneamente a la comunidad mozárabe. Pablo Sánchez aclara que hoy día ya se sabe que el romance andalusí fue usado indistintamente por musulmanes, judíos y cristianos durante toda la etapa islámica peninsular, salvo en los siglos XIV y XV en que se impuso el árabe como idioma único.

La fonética del romance andalusí se asemeja a la del latín vulgar evolucionado, según indica el especialista. “Ahora sería similar al rumano”, puntualiza, “con una cantidad impresionante de palabras árabes”. La fecundación arabizante no se limitó al caudal lexicográfico sino que también modificó los giros idiomáticos del romance andalusí. “Eso la hace diferente al resto de lenguas romances”, argumenta Pablo Sánchez, “mucho más exótica”.

Antes de todo ese proceso de simbiosis lingüística, las lenguas romances peninsulares compartían un corpus común, que permitía que un andaluz se pudiera entender con un catalán, un gallego o un castellano. Con el trascurso del tiempo, el andalusí fue evolucionando y la comunicación territorial se fue complicando notablemente.

Para cimentar toda esta larga investigación, el historiador ha rastreado la escasa producción poética que se conserva y un puñado de glosarios. Pablo Sánchez ha examinado unos sesenta poemas en romance andalusí de los siglos XI y XIII, así como glosarios botánicos y médicos de la época. El más conocido es el de Abuljair, que recopiló numerosos nombres de plantas que ya estaban en desuso entre los andalusíes. Otros glosarios se conservan en París, Leiden o el Museo Británico. Algunos poemas fueron encontrados en una madrasa de Egipto, cuyo significado tardó tiempo en descifrarse. “Está todo digitalizado. Por eso, he podido estudiar los textos sin necesidad de desplazarme”, explica. El resultado de sus estudios puede consultarse en esta web elaborada por Pablo Sánchez.

Ahora está a punto de iniciarse el rodaje de una película que se grabará íntegramente en romance andalusí

El tenaz proceso de recuperación del romance andalusí le ha permitido traducir a esa lengua medieval el universal cuento de ‘El principito’, de Antoine de Saint-Exupèry. No fue un reto fácil. Muchos conceptos contemporáneos no existían en el siglo XIII, cuando el idioma andalusí se perdió en el túnel del tiempo. Por ejemplo, la palabra avioneta. “Para este tipo de términos tuve que buscar giros que los sustituyeran. En ese caso, ‘nave que vuela’”. El resultado fue un sorprendente Elli Amirellu en lengua andalusí. El vocablo viene del árabe ‘amir’, que significa príncipe, al que se adosó el sufijo romance ‘ellu’ de diminutivo.

No ha sido la única aventura de reconstrucción idiomática en que se ha embarcado Pablo Sánchez. Ahora está a punto de iniciarse el rodaje de una película que se grabará íntegramente en romance andalusí. La directora de cine Pilar Távora prepara su largometraje ‘Wallada’, que rescata la vida de la mítica poeta hija del undécimo califa de Córdoba Al Mustakfi. Pablo Sánchez mantiene una estrecha colaboración con la realizadora sevillana y ha traducido el guión al romance andalusí. “Complicado es poco”, señala gráficamente el historiador del arte nacido en Cádiz, aunque residente en Madrid.

Un estudio certifica que en Al Andalus se hablaba “romance andalusí” y no árabe
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