viernes. 29.03.2024

(Texto y fotos: R.P.U.) La bandera de Argentina que Pablo Borrelli lleva sobre la rueda trasera de su bici ha recorrido ya más de 21.500 kilómetros. Está la pobre tan maltrecha que el embajador de su país en Emiratos Árabes Unidos, Rubén Eduardo Caro, le ha regalado una nueva para que la sustituya. La aceptó. Pero no la cambió. No sería lo mismo. La suya tiene ya mucha historia, el valor del camino rodado, y se encuentra impregnada del polvo de los cientos de sendas que ha transitado sobre la faz de la Tierra. Y aún le queda una gran aventura por delante.

Pablo Bonelli, con su maltrecha pero querida bandera de Argentina en primer plano. Pablo Bonelli, con su maltrecha pero querida bandera de Argentina en primer plano.

Pablo Borrelli tiene 27 años. Trabajaba en la aerolínea Lan. El suyo era un buen puesto que consiguió tras finalizar los estudios de Economía en Buenos Aires. Pero no le llenaba. Ahorró. Y en lugar de comprarse un "auto", que no le aportaba "nada", decidió adentrarse en el mundo por la puerta grande. Le bastó para ello una bicicleta como otra cualquiera, una pequeña tienda, un saco de dormir y un camping gas. Ni siquiera lleva teléfono móvil ni ordenador.

Partió el 3 de septiembre de 2012 de su ciudad, Río Gallegos, situada en la Patagonia, y ya lleva más de 15 meses de periplo. Primero se dirigió a la Polinesia Francesa. Después a la Isla Pascua. Regresó a Argentina y puso rumbo a Europa en avión. Llegó a Madrid. Hizo el Camino de Santiago. Enfiló Portugal hacia el sur. Estuvo en Lisboa. Volvió a entrar en España por la Sierra de Huelva. Y recaló en Sevilla. Más tarde, en Algeciras, tomó el barco hacia Tánger. Recorrió Marruecos, el Sáhara Occidental -una tierra que le dejó muy impactado- y Mauritania antes de adentrarse en los países del Golfo de Guinea, del África Negra. Ghana fue su último destino africano. Donde finalizó esa etapa y desde donde voló hacia Roma.

El argentino Pablo Bonelli lleva en su bici un cuenta kilómetros que marca la distancia recorrida. El argentino Pablo Borrelli lleva en su bici un cuenta kilómetros que marca la distancia recorrida.

Allí le esperaba un amigo, Federico Damiani, de 28 años, a quien había conocido en Portugal y con quien se lanzó a su tercera gran etapa. De Europa directamente a Asia. Subieron a sus bicis a mediados de mayo y pedalada a pedalada, durmiendo donde se terciaba y acampando en cualquier lugar, han dejado atrás Eslovenia, Croacia, Serbia, Bulgaria, Turquía, Georgia, Armenia, Irán y el Estrecho de Ormuz. Ahora se encuentran en Emiratos y en unas horas iniciarán su camino hacia el Sultanato de Omán. En su capital, Muscate, por aquello de sortear territorios muy conflictivos de Pakistán, volarán hacia Bombay. Y una vez allí recorrerán durante seis meses la India, la parte "más espiritual del viaje".

¿Después? No se sabe. El viaje carece de programa previo. Discurre allá por donde le llevan los caminos, los encuentros o las circunstancias. Responde a "la libertad más absoluta", incluso en el terreno sentimental. La única certeza de Pablo Borrelli es que proseguirá la ruta mientras le aporte algo; mientras responda a "la búsqueda personal y del mundo" que guió sus primeros pasos. El día que no sea así dejará de pedalear. Pero no cree que esto ocurra en los próximos dos años.

Pablo Bonelli, en el emirato de Ajman durante un alto en su ruta. Pablo Bonelli, en el emirato de Ajmán durante un alto en su ruta.

Y ¿cómo se paga la aventura? Simple. Gastando muy poco. Su presupuesto es de cinco euros diarios, que son básicamente los que necesita para comer. Allí donde la comida es más cara, caso de Europa, se la cocina en su camping gas; y allí donde es más barata, caso de África, la compra. Es decir, se adapta a cada situación. No invierte ni un euro en dormir y las averías que sufre la bici las arregla él mismo.

De su familia recibe apoyo incondicional. Es más, su madre llegó a reconocerle que si "pudiera volver atrás" realizaría su mismo viaje. Y también están con él sus dos hermanos y sus dos hermanas. De hecho, una de ellas, Cecilia, va a iniciar de un día a otro con su novio, Andrés, una ruta desde el sur de Argentina hacia el norte del continente americano. Es lo único que se sabe. El resto se encuentra en manos del destino. La aventura le corre a esta familia por las venas.

A Pablo Borrelli se le ve bien a pie de playa en Ajmán, un emirato situado al norte de Dubai. Alegre. A gusto consigo mismo. Satisfecho de lo que está haciendo. Aunque confiesa que en ocasiones se siente solo. "He vivido la soledad más absoluta", asegura. Pero también saca de esta circunstancia aspectos positivos: "es muy introspectivo y hace que te conozcas mucho mejor". Son muchas horas de pensar, de darle vueltas a la cabeza que sacan de su interior lo que nunca hubiera imaginado que tiene. De resituar su escala de valores. De decidir qué es importante y qué no.

Pablo Bonelli sobre su bici camino de Omán, su próximo destino. Pablo Borrelli sobre su bici camino de Omán, su próximo destino.

Y ahora, después de un año largo en ruta, tiene algo claro: su vida no será un viaje eterno, pero tampoco volverá a un trabajo corporativo de 8 a 3. Quiere encontrar un destino vital que encaje en su persona y que le permita "devolver a la sociedad" lo recibido como "aprendiz del mundo" en el "postgrado de la vida" que actualmente estudia. Y no descarta que ese hallazgo surja en el lugar más insospechado. Como le dijo a Pablo un viejo iraní, el mundo es un libro, y mientras que algunos se quedan con una sola página, él ha salido a leerlo todo.

Quien desee seguir sus pedaladas puede hacerlo a través de su blog, http://viajareliviano.blogspot.ae/. No escribe todos los días. Pero de vez en cuando coge el boli y deja unas líneas sobre el papel que después traslada al blog en los cibercafés que va tropezando por el mundo. El resultado: "relatos y reflexiones de un viaje sin sentido ni dirección". De momento, es su legado. Pero habrá más. Bastará con darle tiempo.

El argentino Pablo Borrelli recorre el mundo a pedaladas
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