viernes. 29.03.2024

La firma

"Si hay algo del trabajo de escritor que me parece muy complicado es precisamente la firma de libros"

Todos somos escritores, diseñadores de letras o como se pueda definir ese momento, cuando decidimos hacer nuestra firma, el símbolo o garabato que nos identifica ante los demás y ante nosotros mismos. Me refiero al autógrafo, rúbrica, signatura o como se le diga a una firma diferente a escribir el nombre, puede ser corta o larga, pero debe tener algún elemento artístico, así sea una línea adicional, un arabesco, un signo abreviado, el avatar escrito de una persona.

Tuve conciencia de la importancia de la firma desde muy joven, cuando veía a mi madre-abuela Carmen Rosa hacer su larga firma como Carmen Rosa Medellín viuda de Acosta, hecho que remarcaba siempre, que quizás a los ojos de una feminista actual fuera un despropósito ese “de” o “viuda de”, pero que para ella y muchas mujeres de aquella época, era algo fundamental, parte de su identidad. Algo que yo entiendo perfectamente por el dolor y la soledad que dejan el amor ausente. Para seguir con los temas de amor y familia, la rúbrica de mi esposa Patricia es muy bonita, suele ser alabada por los dependientes de las tiendas, en donde ella compra con tarjeta y debe firmar los recibos. El reflejo escrito de su bella personalidad.

Por mi trabajo, tengo dos firmas, la larga y la corta, la segunda que funciona como autógrafo es realmente la cuota inicial de la primera.

La tengo desde muy joven, pues recuerdo que ya a los catorce años, ensayaba como sería mi firma futura, en cierta forma me parecía que era una manera de diseño gráfico en miniatura. Esa firma corta (en la imagen superior en ilustración del propio autor del texto), la debe tener mucha gente a la que he atendido o servido en la vida. Cuando alguna vez fui cobrador de cuotas de pago de enciclopedias, en recibos y facturas, pero además en mi vida diplomática, especialmente en la parte consular, miles de documentos han llevado esa firma corta, un autógrafo no pedido, pero que en su momento ha sido útil para una persona en particular.

Como saben los lectores habituales de esta columna, algún día quisiera consagrarme por entero a la literatura, para que fuera mi trabajo de tiempo completo y no periodos robados a mi esposa, mis pocos amigos y a la carrera diplomática a la que le he dedicado más de veinte años. Sin embargo, hay algo del trabajo de escritor que me parece muy complicado, es precisamente la firma de libros.

La firma de libros, es una manera de acercar al escritor a sus lectores, aparte de una forma de promoción y de venta, pero me parece muy difícil inventar una dedicatoria diferente para cada lector, algo que realmente le resultara personalizado. Creo que en eso sería un total fracaso, porque primero debería hablar un rato con cada lector, intentar conocer algo de su vida, además de aprender bien sus nombres y no cometer un error ortográfico a la hora de escribirlo, lo cual sería algo paradójico para el escritor. 

Así que si tuviera una fila de lectores, por corta que fuera, se demoraría mucho y posiblemente los lectores menos pacientes, me odiarían y nunca leerían mis libros. 

Triste destino, el del escritor dubitativo ante su autógrafo.

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Dixon Moya  es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/  En Twitter a ratos trina como @dixonmedellin

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