sábado. 20.04.2024

Un comandante del ejército yemení escruta con prismáticos un paisaje de apariencia lunar en busca de rebeldes hutíes, inmersos en una vasta y sangrienta ofensiva para apoderarse de la región estratégica de Marib, rica en petróleo.

El resultado de esta batalla en torno al último bastión en el norte del Gobierno yemení, apoyado por Arabia Saudita, podría alterar drásticamente el curso del conflicto en Yemen, que entró en su séptimo año.

La pérdida de Marib sería un duro golpe para el gobierno y daría a los rebeldes, apoyados por Irán, más peso en posibles negociaciones e incluso los incitaría a avanzar hacia el sur, afirman los expertos. Cientos de combatientes han muerto desde que comenzó la ofensiva en febrero, según fuentes locales.

"La estrategia de los hutíes es agotarnos", explica a la agencia de noticias AFP un comandante en el frente de Al Kanais, al norte de la ciudad, donde soldados leales se esconden en trincheras protegidas por sacos de arena y ametralladoras pesadas son instaladas en la parte trasera de las camionetas. Según él, la táctica de los hutíes consiste en enviar inicialmente oleadas de reclutas, entre ellos muchos niños, con el fin de agotar a las fuerzas leales y sus municiones.

Las horas de combate suelen ir seguidas de breves pausas para recoger los cadáveres. Luego olas de hutíes veteranos toman el relevo, apoyados por bombardeos constantes, explica este oficial bajo el manto del anonimato.

Los expertos están preocupados por el gran número de víctimas en torno a Marib. Para un dirigente internacional, "los hutíes parecen tener muchos combatientes para lanzar en la batalla" y están dispuestos a "sacrificar a hombres jóvenes".

Un periodista de la AFP pudo sobrevolar la zona en un helicóptero Apache por invitación de la coalición militar internacional dirigida por Riad. Sobrevoló a baja altura los campos petrolíferos, una planta de embotellamiento de gas natural y una represa moderna, que abastece de agua esa zona seca. Todas esas ventajas hacen de Marib un blanco de elección. Capital de la provincia de la misma denominación, Marib está llena de carteles en homenaje a los comandantes caídos en el frente y repleta de puestos de control que filtran las entradas a la ciudad.

La región alberga a cientos de miles de civiles desarraigados por el conflicto y que corren el riesgo de tener que huir nuevamente. El recrudecimiento de los combates desplazó a 13.600 personas en Marib este año, según la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados, poniendo a prueba la ciudad azotada por la pandemia de Covid-19. Debido a la falta de agua potable y electricidad, estos campamentos improvisados sufren de hacinamiento y los desplazados afirman ser blanco de disparos de los hutíes.

En marzo, los rebeldes rechazaron un llamado de Riad para una tregua nacional. Incluso intensificaron los ataques con drones y misiles contra Arabia Saudita, que presta apoyo aéreo a las fuerzas leales a Marib.

Funcionarios saudíes critican la decisión del presidente estadounidense Joe Biden de anular la designación de los hutíes como "terroristas", realizada por su predecesor Donald Trump.

Frente a los rebeldes, las filas de combatientes también crecen. Las tribus de Marib respondieron presente a las llamadas para enviar a sus hombres al frente al lado de los leales, y muchos afirman estar en posición de fuerza gracias a su mejor conocimiento del desierto que los hutíes, acostumbrados a las montañas.

Describiéndose como "hijos del desierto", afirman no temer a los rebeldes. "Que vengan (los hutíes). Los mataremos a todos", lanza el comandante de la línea del frente, citando a un jefe tribal local.

Sangrienta guerra contra los hutíes en el desierto yemení de Marib
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