jueves. 25.04.2024

La rebeldía de la juventud llevó a Mauricio Orozco a trabajar para un jeque árabe. Pasó de ser un instructor de buceo a capitán de un yate de lujo. A bordo ha recorrido las costas del sur de Turquía, Croacia, Eslovenia y Francia. También ha visitado las Islas Griegas, el mar Adriático y la riviera italiana. Desde hace dos años el colombiano es el encargado de llevar de vacaciones a uno de los príncipes de Abu Dabi, miembro de la familia real de Emiratos Árabes. No da detalles de quién se trata, pero cuenta cómo llegó a este trabajo.

Faltándole cuatro semestres para graduarse como antropólogo, Orozco abandonó la universidad y su casa. Tenía 18 años y quería cambiar su vida de manera radical. Decidió dedicarse al buceo. Siempre ha estado enamorado del mar. Se estableció en Cartagena y se consolidó como instructor.

Estuvo en La Heroica durante siete meses. No fue una época fácil. Vivió en una casa abandonada donde no había luz eléctrica ni agua. Todas las noches escuchaba sermones cristianos, la única emisora que sintonizaba su radio, y bebía una caja de vino para dormir. Ahorraba cada peso que ganaba, pues tenía planeado irse a vivir con su novia a Medellín. Pero sus planes no se hicieron realidad.

Durante los años siguientes siempre trabajó en el mar. Viajó a Vancouver (Canadá) para aprender y trabajar en buceo industrial. Al poco tiempo se aburrió y aplicó a una convocatoria de trabajo para ser instructor de buceo recreativo en una cadena de hoteles francesa. Ganó el puesto y llegó a la Bahamas.

Inició una etapa que él mismo denomina “vacaciones eternas”. Buceaba desde las siete de la mañana hasta las tres de la tarde, comía junto a los huéspedes, compartía en las noches, se divertía, bebía y hasta tenía el aval del hotel para tener relaciones sexuales con los visitantes. Ocho meses después renunció.

Su nuevo trabajo fue en barcos que funcionaban como hoteles flotantes. Se desempeñó como un todero, trabajaba 18 horas al día y no tuvo vacaciones durante cinco meses. Cansado de la rutina regresó a Colombia. Pero una nueva oferta lo hizo volver a las Bahamas. Esta vez tenía la oportunidad de ser ingeniero. Todo tipo de mantenimiento del barco hacía parte de su responsabilidad. Gracias a su experiencia obtuvo las licencias de ingeniero y capitán.

Luego llegó una oferta de trabajo mejor. Inició como reemplazo de un ingeniero y terminó como capitán. Era un yate de 38 metros de longitud y propiedad de un estadounidense. La embarcación se alquilaba entre 10 y 12 semanas al año, cada una por un precio de 80 mil dólares. Su buen manejo del barco y la satisfacción de los clientes, convirtieron a la embarcación en un importante referente del negocio del alquiler de yates. Así conoció al jeque que ahora es su jefe.

En una ocasión, el Gobierno de Las Bahamas quiso darle como regalo al árabe, después de una visita diplomática, unos días a bordo del yate a cargo de Mauricio. Se conocieron durante este viaje. En medio de una conversación, el árabe comentó que estaba construyendo un yate a su gusto.

De repente, antes de terminar el viaje, le manifestó a Mauricio su interés de trabajar con él. Le dio una fecha y el nombre de alguien que lo iba a llamar para hablar del trabajo. Un año después, mientras estaba en Colombia, el barco fue entregado y la oferta de trabajo se concretó. A Orozco lo sedujo la idea de conocer Turquía y Europa.

En la actualidad, Mauricio comanda un yate que fue diseñado por el mismo jeque árabe. Su estructura es similar a los tradicionales barcos pesqueros del golfo pérsico, pero con todo el lujo y tecnología posible en cuanto a GPS, radares y sistemas de seguridad. Fue construido en el sur de Turquía entre 2011 y 2012. Tiene una longitud de 31.7 metros y capacidad para 12 huéspedes y seis personas de tripulación. Los muebles y paredes son de color blanco y tipo minimalista. “En su interior cinco estrellas”, dice.

Navega solo 30 días al año y el resto de tiempo hace labores administrativas en tierra. Cuenta que el árabe usa el yate para sus vacaciones. Siempre viaja con cinco hombres muy cercanos. Por su cultura, se trata de personas con quien creció, estudió y ahora hacen parte de su grupo de trabajo. En ocasiones son invitadas “amigas a conocer el mundo”. Pero aclara que no se trata de mujeres de dudosa procedencia. Nunca ha visto a ninguna celebridad, pero sí ha tenido hasta tres jeques a bordo de la embarcación.

La rutina en los viajes siempre es la misma. Todos los días van a un puerto diferente. Nunca desayunan. Almuerzan y comen en el mejor restaurante. Si hay un casino van y juegan. Mauricio cuenta que gastan mucho dinero en cada viaje. En la noche vuelven y continúan compartiendo.

El yate fue bautizado como AD5, nombre que hace referencia a su familia y a que su padre llevó a Emiratos Árabes el quinto carro que se conoció en el país. Está dividido en tres secciones. Una para huéspedes, otra para la tripulación y finalmente en el cuarto de máquinas. El cuarto del jeque tiene una cama king size, baño privado y vestidor. Dos cuartos tienen una cama queen y otros dos están amueblados con camarotes. En otro nivel está la cocina y el espacio para la tripulación. Mauricio duerme en un cuarto ubicado en el puente de mando, donde están los controles del barco.

Entre sus responsabilidades como capitán está: manejar la tripulación, hacer reservas en restaurantes, arreglar el papeleo del barco, pagar impuestos, organizar detalles de logística e itinerarios. Pero todo esto se hace realidad gracias a un presupuesto que para su fortuna o mala suerte es abierto. Es un tema complicado, pues el jeque se preocupa mucho porque no malgasten su dinero. Debe rendir periódicamente cuentas. “Muchos creen que porque uno trabaja para un personaje así, el dinero es ilimitado. Pero no. Es lo que ellos más cuidan”, comenta.

Mantener en buen estado este yate cuesta al año del 15 al 20 por ciento el valor del barco. Además ponerle gasolina cuesta cerca de 18 mil euros y llevarlo al mecánico está entre los 60 y 80 mil euros.

Mauricio viene una vez al año a Colombia durante cuatro meses. Siempre busca un destino fuera de Bogotá para viajar. También aprovecha para practicar parapente. Se considera un andariego. Los mejores paisajes que ha visto son el mar en Bahamas, el sur de Turquía y Montenegro en Yugoslavia.

Pero ha tenido que sacrificar su vida familiar y sentimental. “Al principio mi historia suena muy chévere pero después las mujeres se dan cuenta que conmigo es cero estabilidad”. Ahora, a sus 34 años, quiere una casa. Un lugar que sea propio.

Describe a su jefe como un hombre entre los 47 y 50 años. Asegura que es sencillo y muy lejos del imaginario que se tienen de los jeques. Además lo define como generoso y tímido. Prefiero hablar poco de él. En pocos días retornará a su trabajo. Su próximo destino junto al jeque es España.

En la foto aparece Mauricio en un puerto deportivo.

Las vacaciones de un jeque contadas por su capitán colombiano
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