jueves. 28.03.2024

(Texto: María Molina / Córdoba-España) Se veía venir. La calle lo gritaba y ahora también las urnas, después de conocerse los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo que culminaron el 25 de mayo.

Los datos confirman que el bipartidismo en Europa está herido, aunque menos de lo que se esperaba. Las políticas de austeridad impuestas como estrategia para salir de la crisis económica, desbocada desde 2008 en la zona euro, han indispuesto a una gran parte de la población contra sus gobiernos. No obstante, el malestar va por barrios, es decir, por países, incluso por zonas.

La derecha ha ganado en Alemania, España, Hungría, Bulgaria, Polonia y Chipre. La socialdemocracia ha dominado en Rumanía, Portugal, Eslovaquia y Suecia. Los euroescépticos y la ultraderecha ha adquirido un fuerte auge en países como Francia, Reino Unido, Dinamarca, Austria, Italia o incluso Alemania. La ultraizquierda avanza en Grecia y en casi todos los países del arco mediterráneo.

Los resultados definitivos presentan un panorama que obligará al bipartito dominante a negociar más, incluso, a buscar apoyos externos en ocasiones puntuales ante un frente euroescéptico y radical más fuerte. No obstante, el bloque mayoritario sigue estando conformado por los 214 escaños del Partido Popular Europeo –que pierde un 28 por ciento del voto- y los 191 de los socialistas, que suben ligeramente respecto a 2009.

Los liberales mantienen 64 escaños. Bajan levemente Los Verdes, hasta 41 escaños, y los conservadores-reformistas, hasta 46. La izquierda radical gana ligeramente terreno (47 eurodiputados). Les siguen la Alianza Europea por la Libertad, -35-, el Partido por la Independencia del Reino Unido, -24-, el Movimiento Cinco Estrellas italiano, -17-, y el euroescéptico Movimiento por la Europa de las Libertades y la Democracia, con 14 parlamentarios.

Se busca nuevo proyecto europeo

Los líderes europeos se reunieron en Bruselas la pasada semana para hacer un primer balance de los resultados de las elecciones europeas que tuvieron lugar entre los días 22 al 25 de mayo. De esta primera cumbre informal ha trascendido que cuanto mayor ha sido el castigo obtenido en las urnas por cada gobierno nacional, mayor la rotundidad del mensaje de sus primeros espadas a favor de un cambio de estrategia en las políticas económicas de la UE.

Se podría pensar que viene muy bien a algunos políticos nacionales escudarse en la acción de la Eurocámara para no reconocer sus errores propios. En este sentido, los más críticos fueron el premier conservador británico y el presidente socialista francés, que apostaron ambos por la necesidad de trabajar por un proyecto reformista europeo.

Los resultados franceses han escandalizado a toda Europa. La victoria del Frente Nacional de Marie Le Pen y la derrota histórica del partido socialista en el Gobierno, -ha obtenido sus peores resultados en unos comicios europeos-, ha provocado un seísmo político cuyas consecuencias aún están por visualizarse.

Por eso no extraña que el presidente galo haya afirmado que ‘’Europa se ha vuelto ilegible, distante, básicamente incomprensible, incluso para los gobiernos’’.

También los tories gobernantes en Reino Unido han quedado relegados a tercera fuerza, por detrás de los laboristas, que siempre habían vencido en esta cita electoral. El gran triunfador ha sido el partido eurófobo de Nigel Farage. El populista UKIP ha sido la segunda sorpresa del 25M.

Tampoco es raro, por tanto, que David Cameron haya afirmado rotundo que ‘’la Unión no puede ignorar estos resultados y seguir como antes. Necesitamos un cambio. Europa debe concentrarse en lo que importa, en el crecimiento y el empleo, y no intentar hacer tanto en tantos otros ámbitos. Bruselas se ha vuelto demasiado grande, demasiado autoritaria, demasiado entrometida’’.

Antieuropeísmo y alternativas extremas

Pero hay más, mucho más, detrás del escrutinio de las urnas del 25M. No obstante, en su afán por simplificar e interpretar barriendo para casa, la élite dirigente ha concluido que sus objetivos inmediatos deben apuntar a luchar contra la abstención, hacer frente al antieuropeísmo ascendente y poner coto a la expansión de opciones políticas alternativas, entre las que dominan los movimientos ultras a izquierda y derecha del binomio gobernante.

Sin embargo, la participación, aunque modesta, fue por primera vez superior a la última cita electoral, situándose en casi un 44 por ciento, con picos por arriba que alcanzaron casi el 50 por ciento en Alemania. Aunque haya sido para decir no a la Unión y a su deriva, los europeos han votado más.

Tampoco se ha escuchado ni leído mucha autocrítica sobre el castigo que supone para el bipartito dominante el ascenso de organizaciones radicales y su relación con la pérdida de derechos y los sufrimientos a los que ha sometido a una mayoría de la ciudadanía del viejo continente, descreída y descontenta con un poder impasible y calculador que, sin embargo, mantiene todos sus privilegios y derroches.

Los casos más curiosos se han producido en Grecia, donde ha ganado el partido de izquierda radical Syriza y el partido neonazi Amanecer Dorado ha conseguido entrar en el Parlamento con dos escaños. En Bélgica triunfaron los separatistas flamencos y en Italia la segunda fuerza más votada fue el Movimiento Cinco Estrellas, liderado por el antieuropeísta Bebbe Grillo.

En España la sorpresa ha surgido del apoyo recibido por la izquierda antisistema que ha aglutinado PODEMOS, un partido surgido del 15 M que sitúa 5 diputados en el Europarlamento en su primera contienda electoral. Con una participación en torno al 46 por ciento, el bipartito resulta tocado, porque pierde más de 5 millones de votos, pero mantiene 30 de los 54 escaños que aporta -16 por el PP y 14 del PSOE-.

Los comicios de mayo han convocado en los 28 países de la UE a un total de 412,8 millones de votantes, 36,5 españoles. El Tratado de Lisboa redujo a 751 el número de eurodiputados, que percibirán un sueldo base mensual de 8.020 euros brutos. A esta cantidad tendrán que sumar dietas por valor de 4.300 euros al mes.

Los europeos castigan al bipartidismo, pero menos de lo esperado
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