viernes. 19.04.2024

Garnata, ciudad llorada

"Garnata (Granada), ni fue cedida, ni fue tomada, ni poseída, ni abandonada. Su propia existencia es la fusión de lo enfrentado"
Granada

Garnata (Granada) nació judía, creció beréber, murió árabe, renació cristiana, románticamente oriental, patria hermana del Meditarráneo, con mística musulmana, anfitriona de la Europa más soñadora. En ella se superponen los tiempos. Tiempos suspendidos mientras corren otros tiempos.

En sus antiguos palacios, ahora desnudos habitados por el mundo, se han derramado lágrimas, unas por la belleza que supera el sentido, otras también de pérdida. Lloramos la pérdida de una gloria pasada, la incapacidad de reafirmarse en el presente, y la necesidad de escapar sin esfuerzo hacia el sueño de lo que fue logrado y alguien arrebató. Una imagen sesgada que no deja reducto a responsabilizarse de la cesión.

Pero Garnata, ni fue cedida, ni fue tomada, ni poseída, ni abandonada. Su propia existencia es la fusión de lo enfrentado, en cada campanario-minarete, en los zocos del capital turístico, en las bellas ruinas engullidas por los edificios más grises, en los baños árabes mixtos, en la universidad dentro de la madraza, en los hoteles de casas moriscas, en la mezquita al lado de la taberna.

Y seguimos imaginando esos palacios coloridos vestidos de tapices donde se recitaban versos árabes con orgullo, donde se sometía al otro y se poseía la crónica de una historia, cuando se creía tener la potestad de dictar lo que era civilización y lo que no lo era.

Ese estado de frontera que siempre ha tenido y tiene Garnata, donde el imaginario de tan variadas gentes flota en las líneas del verso y de la narración fantástica. Ciertamente tiene esa capacidad, la de convertirse en orgullo incluso de quien se ciega ante su pasado, y la de permanecer como pasado inmóvil de quien se ciega ante su presente. Pero Garnata no es solución de nadie, es un lugar de confluencia donde en la fusión se gana al perderse.

Las líneas son más permeables que las que muestra un dibujo, y aunque solo se vean zanjas, no es más que una ilusión de la que se despierta tras el debido sueño. Las ideas están conectadas, ahora más que nunca, y esas conexiones crecen, se acumulan y de repente están ahí más presentes que nunca. Solo hay que persistir avanzando hacia la madurez de poder contemplarlas y asumirlas.

Esta ciudad llorada, llena de sol, melodías y jazmín, a la par que de polución, ruido y suciedad, es un campo de experimentación inagotable. Es un punto de conexión de mundos. Es un lugar privilegiado de estudio académico y vital. En ella hay quienes siempre han estado ahí, bombeando autenticidad en sus barrios más antiguos y en los más periféricos.

Hay quienes están de paso o vienen para no partir, trayendo consigo aires nuevos, o con las manos vacías, quienes la quieren inerte o la quieren viva, quienes la hacemos nuestra o solo suya. Y es este torbellino de diferencias, en una gradación entre los que se resisten y los que se dejan llevar, lo que hace que todos nos acabemos conociendo un poco más al reconocer, incluso a simple vista, otras posibilidades de nuestro tiempo y lugar.

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Garnata, ciudad llorada
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