viernes. 29.03.2024

El viaje en busca del saber

"Intelectuales que habitaban las dos orillas del Occidente Islámico y que realizaban largos viajes, que en ocasiones consumían décadas de sus vidas, en busca de paz espiritual y de saber"
Rutas

En la literatura árabe clásica son de sobra conocidas las obras que versan sobre relatos de viajes. Obras de intelectuales, que habitaban en su mayoría las dos orillas del Occidente Islámico, y que realizaban largos viajes, que en ocasiones consumían décadas de sus vidas, en busca de paz espiritual y de saber. Estoy segura de que muchas y muchos habréis oído del famoso viajero magrebí Ibn Battuta, que dedicó su vida al conocimiento de las culturas del mundo de su tiempo, tanto fue su pasión por explorarlo que a la vuelta no tuvo ni ánimo, o tal vez maestría literaria, para escribir su propio relato, teniendo que dictarlo de memoria.

Hace unos años escribí un artículo, mi segundo, un trabajo de principiante, en el que estudiaba los estereotipos que reflejaban estos viajeros en sus relatos sobre las mujeres con las que se encontraban a lo largo de sus periplos. Se podía apreciar, dependiendo del número de culturas diferentes del mundo islámico y no islámico que algunos recorrían, un ejercicio de comparación continuo, y se percibía cómo el viajero iba creciendo a medida que comparaba lo habitual con lo nuevo. Ahí es donde se veía el que partía con una mirada de juicio severo, enfrentándose al llamado “otro/otra” con miedo a redefinirse, y el que aceptaba la diferencia como parte del todo sin que eso restase de lo que era, o quería ser.

Se movían por tierra y por mar. Esos viajes por el infinito desierto sobre lentos camellos con mirada paciente o barcos de madera a merced del viento y de las caprichosas olas. A veces prolongaban sus estancias en algunas etapas, aprendiendo y enseñando.

Su mundo estaba hecho para recibirles con hospitalidad, sembrado de posadas o jaimas, aunque la inseguridad del desamparo siempre estaba al acecho. Volvían de sus viajes cargados de libros y anotaciones, a veces las perdían en algún naufragio o atraco. Volvían, tras cumplir con la peregrinación a los lugares santos, con los últimos hallazgos y pensamientos de su tiempo para ocupar destacados puestos en la  enseñanza, justicia o administración, habiendo visto y oído lo que pocos conocían.

 Algunos hicieron incluso viajes sin moverse, como el místico Ibn 'Arabi, que tuvo la fortuna de viajar también hacia su interior. Otros como el ideólogo almohade Ibn Tumart lo hizo para volver y renovar el pensamiento de su tiempo. Muchos lo hicieron y quedaron en silencio, otros no tuvieron la oportunidad o la concepción de poder.

Esta agitación hacia dentro y hacia fuera fue la que hizo palpitar esa civilización durante siglos, y es el síntoma de muchas. Esos viajes, simbólicos o no, son la ilusión por conocer y por mejorar. Afortunadamente algunos pensaron en legar su experiencia y lo dejaron por escrito, aunque el recuerdo de las vidas de muchos lo borró el tiempo, o está allí en alguna caja vintage polvorienta atesorada por alguna familia de linaje. En todo caso, seguimos todos viajando sobre sus huellas en este eterno palpitar.

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El viaje en busca del saber
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