El trabajo diplomático en la función consular, siempre recibe sorpresas agradables, momentos irrepetibles y la oportunidad de servir y reconocer a otras personas. En mi experiencia actual en Chicago, he tenido varios episodios memorables que alimentarán unas memorias futuras, si la vida, el tiempo y las neuronas alcanzan para escribirlas. Pero antes que llegue ese momento, deseo destacar un capítulo importante.
Dentro de las múltiples labores consulares, hay un trámite que las personas jubiladas deben realizar en los consulados, la certificación de fe de vida o supervivencia, en otras palabras, deben demostrar que siguen vivas para seguir cobrando su pensión en Colombia y los funcionarios consulares deben certificar esa situación, para evitar suplantaciones, estafas o desfalcos. Si la persona no puede asistir directamente a la oficina, el cónsul debe buscar alguna alternativa para cumplir con lo exigido por la norma y las entidades que pagan la jubilación.
Cierto día en mi trabajo, atendí una llamada de una persona que manifestaba que su mamá pensionada tenía dificultades para ir a la oficina a realizar el trámite de la certificación de supervivencia. Al preguntar cuál era la dificultad, la hija me contestó que su mamá tenía 108 años de edad y ya no podía desplazarse. Tuve que hacerle repetir la edad, para asegurarme que no había escuchado mal, pues tengo leves problemas de audición. Al reiterar semejante cifra, le expresé que no se preocupara, buscaríamos una alternativa para que la señora cumpliera con la exigencia.
Gracias a la anécdota de trabajo, tuve la oportunidad de conocer la historia de vida de una mujer extraordinaria, Josefina Lombana de Vargas, quien nació el 21 de diciembre de 1910 en Cartagena de Indias, Colombia, estudió pedagogía en el Colegio Mayor de Bolívar en su ciudad natal, con una tesis de grado laureada que le permitió ganar una beca para una especialización en educación pre-escolar en Bogotá, lo que fue un hito en su época, en la cual pocas mujeres tenían acceso a la educación superior profesional.
Cuando recuerdo la terrible experiencia de Gabriel García Márquez, al llegar a Bogotá desde el Caribe colombiano en los años cuarenta, por el frío, la lluvia y la naturaleza indolente de los bogotanos, imagino la misma situación de una joven cartagenera pero veinte años antes, cuando la sociedad capitalina todavía era mucho más pacata y sombría. Así empezó una carrera académica y profesional que la llevó a ser reconocida. En las imágenes, que cortésmente me ha cedido la familia Vargas Lombana, se aprecia un evento en el cual le daban homenaje a la docente y escritora. El nombre de la actividad es muy diciente: 'Tertulia para asustar Notarios'. Como los cónsules son notarios también, me habría encantado presenciar esa tertulia.
Josefina Lombana, faro para su familia y modelo para las mujeres del futuro, desplegó una carrera académica y profesional que la llevó a ser reconocida
Josefina Lombana se casó con el Capitán de Navío Carlos Vargas Gaviria (ya fallecido), con quien tuvo 3 hijos y se establecieron en la ciudad de Chicago desde el 3 de noviembre de 1973. Nunca dejó su vocación de escritora, es autora de textos escolares, un poemario y una autobiografía titulada 'Facetas de mi Vida', en donde plasma impresiones de su extraordinaria existencia. Estamos hablando seguramente de la docente y escritora colombiana más longeva del mundo, con títulos como los que aparecen en la imagen, como ese 'Compendio Geográfico de las Américas'.
El año pasado, en el 2019 que ahora se siente tan lejano, los funcionarios del consulado en Chicago, le celebramos a Doña Josefina un emotivo cumpleaños, en compañía de su familia (en la imagen superior). Fue un momento muy emocionante, el de conmemorar el aniversario 109 de una colombiana ejemplar, a quien se le debía agradecer por no solo ser testigo de varios de los acontecimientos que cambiaron la historia del mundo y de Colombia, sino por ser protagonista, el mejor ejemplo, para las mujeres independientes y creativas que se abren camino a pesar de las dificultades.
Como tuve que explicar en su momento a alguien que me preguntó, la actividad no fue cubierta con dineros oficiales, pues los consulados no tienen presupuesto para celebraciones particulares, fue asumido de forma personal y con un gran orgullo, porque fue un gran honor homenajear a quien lo merece, sobretodo cuando uno detenta una posición oficial y reconoce a los compatriotas valiosos.
El detalle más bonito y emotivo, de la celebración, fue que a pesar de las limitaciones de su avanzada edad, la señora Josefina Lombana sopló las tres velitas que simbolizaban sus 109 años de vida. En su autobiografía, ella escribió “…he amado mucho la vida y me he sentido plena, nunca a través de mis tantos años vividos, no he sentido desaliento ni aburrimiento, estoy satisfecha como fui y como soy”.
Hace unas semanas, María Vargas, la hija que se había comunicado conmigo para aquel trámite del certificado de supervivencia, nos informó que Josefina Lombana de Vargas, había fallecido. Ella fue un faro para su familia y modelo a seguir para las mujeres del futuro. Que descanse en paz Doña Josefina, Dios brinde a su familia y allegados el merecido consuelo en los gratos recuerdos de su fértil existencia.
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Dixon Moya es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/ En Twitter a ratos trina como @dixonmedellin