viernes. 29.03.2024

El guayabo colombiano

"Hay guayabos que sí se justifican, los que siempre llevaremos a cuestas, aquellos que a veces nos hacen anhelar en cualquier momento, cuando extrañamos a nuestros seres queridos"

Algunos de los que lean el título de la presente columna, pensarán que voy a referirme a la manera como definimos en Colombia a la resaca, ese malestar inclasificable al día siguiente de una noche de copas, cuando el dolor de cabeza, la sensibilidad extrema a la luz o a los sonidos, para no hablar de otros desórdenes corporales, hacen pagar el precio de celebraciones pasadas de tono. Pero no, hoy hablaré de otro tipo de guayabo, menos conocido, pero más profundo y entrañable.

La nostalgia recibe diversos nombres, algunos tan bellos como en español morriña, y en portugués saudade. En Colombia que es patria de la melancolía alegre, no podía faltar una denominación especial. Una de las palabras que aprendí de Carmen Rosa y Laurencio, mis padres-abuelos y de aquellos tíos memorables como el tío Roberto, fue precisamente el “guayabo” y no se referían ni al árbol que produce esa maravillosa fruta ni como señalábamos antes a la resaca después de una velada alcohólica. No, esos maravillosos seres hablaban del sentimiento de nostalgia, que nos obliga a suspirar de manera entrecortada.

Aclaro que este sentido de la palabra guayabo, no lo inventó Gabriel García Márquez, aunque cuando el genio literario hablaba del “olor de la guayaba”, se refería al mismo sentimiento que nos invade cuando estamos lejos del hogar y empezamos a extrañar aquello que nos vincula con nuestras raíces, generalmente lo que nos lleva al recuerdo de la infancia y que con frecuencia llega en forma de olores o sabores. En general, el guayabo es síntoma palpable en muchos migrantes, que se hace más intenso, cuando el proceso de adaptación a una nueva realidad tiende a ser difícil e incluso doloroso.

Obra 'Nostalgia' de René Magritte.

"Este sentido de la palabra guayabo no lo inventó Gabriel García Márquez, aunque cuando el genio literario hablaba del “olor de la guayaba” se refería al mismo sentimiento que nos invade cuando estamos lejos del hogar"

El guayabo también está vinculado con lo que se pierde y es irrecuperable, algunos quizás lo sientan por objetos, por animales en forma de mascotas, otros en la mayoría de los casos por personas, los amores extraviados, pero ante todo por aquellos incondicionales que se nos adelantaron en el último viaje, sin decirnos adiós. Ese es el guayabo más justificable y el más sentido. Existe otro tipo de guayabo que ni siquiera debería mencionarse, el que genera la ingratitud humana. Pero como dice mi esposa Patricia, hay actitudes que no merecen la pena, menos sentirse enguayabado, pero te ayudan a identificar las personas que sí valen la pena y las que no.

Pero volvamos a los guayabos que sí se justifican, los que siempre llevaremos a cuestas, aquellos que a veces nos hacen anhelar en cualquier momento, cuando extrañamos a nuestros seres queridos, o que en ocasiones se presentan de manera inesperada, sin un motivo aparente, que te dejan con un interrogante, pero al menos sirven como acicate para escribir una columna como la presente. Suspiro.

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Dixon Moya es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/  En Twitter a ratos trina como @dixonmedellin.

El guayabo colombiano
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