viernes. 29.03.2024

Persistencia

“Persistir es no perder de vista tu objetivo”

Habíamos pasado toda la noche hablando sobre cómo disciplinar la mente

Rodrigo era un hombre con un conocimiento profundo sobre temas de liderazgo, sentía que su experiencia lo había hecho un hombre tranquilo y muy relajado, mientras mi mente era salpicada por una gran cantidad de ideas que necesitaba para contestar la pregunta…

¿Cuál es mi sueño?...  ¿A qué me iba a dedicar?... ¿Cuál es el propósito de mi vida?...

Mis pensamientos fueron interrumpidos por el piloto que nos daba información sobre la trayectoria del vuelo.

“Buenos días señores pasajeros, hemos cruzado el Atlántico y estamos entrando a Europa por el sur de España, descenderemos a 25.000 pies de altura, en aproximadamente tres horas aterrizaremos en el aeropuerto de Heathrow en la ciudad de Londres. Son las 8.30 a.m. hora local, pueden sincronizar sus relojes. Les volveré a dar más detalles del vuelo cuando nos acerquemos a Londres, nuestro destino final”.

Rodrigo me miró y continuó, tenemos tres horas más que podemos aprovechar antes de nuestra llegada a Londres, así que hay algunos secretos que quiero que conozcas para que logres disciplinar tu mente.

La habilidad más grande para lograr cualquier objetivo en tu vida es la persistencia.

Vivimos en un mundo de instantaneidad, donde todo se quiere obtener de inmediato y a muy bajo costo. Para conquistar tus metas y lograr tus sueños debes aprender a pagar un alto costo y ese es el de la persistencia.

Persistir es no perder de vista tu objetivo.

Al salir de Sur América para dirigirnos a Inglaterra el piloto programó las coordenadas en la computadora para que el avión no se desviara de la ruta y mantuviera el curso, es por esta razón que cuando lo escuchas hablar dándonos los detalles del vuelo con tanta exactitud, es porque está seguro de que el avión no se ha desviado de su curso y se mantendrá persistente a la velocidad y altura a la que fue programado hasta que nos lleva a nuestro destino y aterrice en Londres.

Tu vida debe mantener el curso para que tus acciones te lleven hasta donde tú quieras llegar y para eso necesitas de mucha persistencia.

Algunas veces querrás abandonar la carrera, sentirás que tus fuerzas te abandonan, aún tu mente se nublará y caerás porque tus ojos ya no ven la meta y te preguntarás si el objetivo que persigues es lo que verdaderamente quieres para tu vida y al mirar atrás no ves nada, pero es ahí donde debes aferrarte con más fuerza a tu sueño y continuar hasta llegar a tu meta.

Ser persistente es desacelerar tu ritmo de vida.

Si diriges tu vida a un ritmo desenfrenado fácilmente te cansarás y difícilmente lograrás persistir en tu meta, intentándolo una y otra vez a un ritmo constante sin desmayar hará que logres tu objetivo final.

Hay una historia que siempre me ha impactado y que te ayudará mucho cuando sientas que tus fuerzas te abandonan y pienses en declinar en la búsqueda de tu sueño.

“En el año de 1968 se celebraban los Juegos Olímpicos en la ciudad de México.

Setenta y cinco atletas de todo el mundo habían llegado para representar a sus países en la más exigente prueba de los Juegos Olímpicos. Correr la maratón de 42 kilómetros por las calles de México y finalizar en el estadio olímpico.

La maratón es la prueba reina de los Juegos Olímpicos donde los atletas se enfrentan a sus propio desafíos, al dolor, a la fatiga, al cansancio y la deshidratación de sus cuerpos. La carrera pone a prueba el valor, la determinación, la persistencia y la capacidad de sufrimiento de los atletas.

Al igual que tu sueño, la maratón olímpica es una carrera de resistencia, no de velocidad.

Solo tres de ellos ganan el trofeo. Las medallas de oro, plata y bronce y la fama. Para otros es saber que han terminado la carrera para la cual se han entrenado durante mucho tiempo.

La euforia invadía el Estadio Olímpico y después de más de tres horas de competencia, uno a uno los atletas fueron llegando, algunos totalmente deshidratados, otros se desmayaban al cruzar la meta. A los ganadores les fueron colocadas las medallas en sus cuellos y el himno nacional del país del ganador retumbó en el estadio y las cámaras de televisión registraron las lágrimas que corrían por sus mejillas.

La carrera había terminado para el ganador y el resto de competidores.

Anochecía y poco a poco los espectadores empezaban a abandonar el estadio, de pronto se anunció por los altavoces del estadio y se le pidió a los asistentes que volvieran a tomar sus asientos, a lo lejos se comenzaron a escuchar las sirenas de los carros de policía y el ruido de varias motocicletas que acompañaban a un solitario atleta.

Nadie entendía lo que estaba pasando.

- ¿Qué pasa murmuraban los espectadores?

Después de unos minutos se anunció por el altavoz que un atleta de la maratón estaba llegando al estadio.

La maratón había terminado hacía ya dos horas y era de noche.

Los espectadores que estaban en el túnel de la entrada del estadio comenzaron a aplaudir y los pocos asistentes que quedaban en las graderías se pusieron de pie y ovacionaron al fatigado atleta como nunca se había aplaudido a alguien jamás. La figura del atleta apareció en la pista del estadio que en pocos minutos iba a apagar las luces, llevaba el número 36 en su espalda, tenía vendada la rodilla derecha que lucía sangrando, se disponía a terminar los últimos 400 metros, su nombre era John Stephen Akhwari de Tanzania.

Empezó hacer el recorrido por la pista del estadio para dar la vuelta a los últimos cuatrocientos metros que le faltaban para terminar la carrera, arrastraba su pierna derecha con claros síntomas de dolor, agotamiento y sufrimiento, cruzó la meta y levantó uno de sus brazos y cayó en los brazos del personal médico que inmediatamente lo trasladó al hospital.

Al día siguiente varios periodistas lo estaban entrevistando.

Akhwari les explicó que en el kilómetro 19 se había caído y se había golpeado la rodilla y también se había dislocado uno de sus hombros.

Uno de los periodistas le preguntó:

- ¿Por qué después de la caída, con el dolor que sentía y sabiendo que no tenía opciones de ocupar una posición destacada en la maratón, decidió continuar en la carrera hasta acabarla?

Akhwari le contestó:

- “Mi país no me envió diez mil kilómetros para llegar hasta aquí para empezar una carrera, me envió para acabar la carrera”.

El sueño de este atleta no era empezar la carrera, -continuó Rodrigo- quizás tampoco era ganarla, su sueño era vencer sus propios límites y terminar la carrera.

Tanto en el mundo de los negocios como en tu propia vida, las caídas siempre te acompañarán, debes estar dispuesto a que tus rodillas sangren y algunas veces tus hombros se salgan de su lugar por el efecto de las caídas.

Tu meta será siempre levantarte, porque cada vez que caigas y te levantes, estarás dando un paso más hacia la meta

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Capítulo 'Persistencia' del libro 'EL VIAJE', una fascinante travesía por el mundo del liderazgo y el anhelo de realizar los sueños. Escrito por Farid Lozada, CEO de Abbacol, en el año 2015. Si desea adquirir el libro lo puede hacer en este link.

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