martes. 19.03.2024

Ha nacido una estrella

"La trama se construye entre canciones que ponen pelos de punta, que tocan el propósito de la existencia humana, entre sonrisas, lagrimas, complicidad y botellas de alcohol"

“Sea lo que sea que elijas, lo respetaré. Sólo quiero que seas feliz”. Esta es la frase con la que me quedo después de haber visto el drama 'Ha nacido una estrella', dirigido por el actor Bradley Cooper y protagonizado por él mismo junto a la cantante Lady Gaga. Me habían hablado de ella -de la peli-. Comentarios de que estaba bien. También llegó a oídos de mi hermana, así que decidimos verla juntas. La trama en sí es la típica historia de amor, de las que sabemos tantas; hombre salva, descubre, encuentra mujer, con la que se acaba emparejando y la relación termina hecha triza. Aquí no hay final feliz, más bien lo opuesto, que también ha estado siempre muy de moda; el amor no consumado, no culminado, su plenitud no se ha podido dar porque algo sucede.

Me lleva haciendo sentido desde hace tiempo que la trascendencia en el amor aparece cuando la relación acaba mal, cuando no llega al estadio de pareja estable y para toda la vida. Pasa algo que lo hace -a este amor- imborrable, inolvidable, especial, aquello que nunca fue y nunca será. Y esta es la historia de Cooper y Gaga o de Ally y Jack. Él, alcohólico y cantante de éxito, la conoce en un bar, se prenda de ella, su voz, su persona. La lanza al estrellato.

La trama se construye entre canciones que ponen pelos de punta, que tocan el propósito de la existencia humana, entre sonrisas, lagrimas, complicidad y botellas de alcohol. Sí, la historia no solo va de amor, de música, también es la de un alcohólico y su relación con un líquido que evade, conecta y ahoga, aunque entre un estado y otro pueda parecer que es placentero.

Una parte de mí se siente identificada con ella -la historia- porque hubo una época en mi vida donde creía que ese amor, esos comportamientos que muestran los protagonistas de la peli con tanta agudeza, eran los que terminaban dando sentido. Aceptaba el sufrimiento como parte de la existencia y por ello, me daba el permiso de regodearme en él. Envidiaba la vida de algún pirata que decía que se estaba “mejor sin trabajar, sin estudiar, con la botella de ron”. Hoy, veo el sufrimiento como algo opcional, que puedes elegir, y el amor, como la construcción de algo que merece la pena, estable, bonito, donde se entrelazan el respeto, la admiración y los proyectos comunes. Donde existe un final feliz tanto en la unión como separación de las dos personas. "¿Qué es el amor?", se preguntaba Shakespeare. Pues eso.

Socialmente, hemos aceptado al alcohol como una droga legal, que podemos tomar, de la que podemos abusar.., y no es para nada así. El alcohol hace mucho daño. Lo corrobora el último estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) al respecto que achaca al alcohol tres millones de muertes año. Y la peli lo muestra. Es como si vieras otra versión de ‘Living las Vegas’; la crudeza de este comportamiento adictivo sale a la luz.

Me he decidido a escribir este artículo porque otra amiga que vio el filme después que yo me dijo: “¡Qué bonita! Muere por ella, por no hacerle daño. Y yo pensé: “¿Es eso bonito? ¿Es eso amor?”. Reflexioné sobre el tema y llegué a esta conclusión: yo no querría que nadie muriese por mí, y menos alguien al que amo. Quizá la obsesión y ansiedad características del amor romántico y de las que habla la antropóloga Helen Fisher, pueden llevar a personas a esos estadios pero, la verdad, me parecería un final más “bonito” que en nombre de la unión de ambos y de cada ser humano, el protagonista masculino aceptara su realidad -la de ser alcohólico- y sacara fuerzas para sobre-ponerse de su adicción. ¿No es ese el papel de un amor verdadero? ¿Motivar e inspirar para que seamos mejores personas, para que lleguemos a ser nuestra mejor versión?

Para ella, Ally, su relación con Jack sí supone un crecimiento, un desarrollo, una oportunidad para mostrarse a ella misma y al mundo su valía. La vida, como siempre, hace su trabajo. Desde mi punto de vista, él se tenía que ir porque ya no aportaba nada a la vida de ella, solo restaba. Había logrado su propósito; descubrir a aquella joven que cantaba entre barras de bar y subirla a lo más alto del cielo de la música, a donde siempre perteneció. Esa es la respuesta. Para eso pasó por su vida.

Con el tiempo, las experiencias, me inclino más por la teoría de que todo lo que pasa es un aprendizaje, así lo verifico con la realidad. Si se da es por algo y si no también. Cuando una persona llega a nuestra vida, existe un objetivo detrás, cuando se cumpla, se marchará, no hay más; si uno de los dos deja de crecer y aportar, es hora de separarse. Compartir tu vida con otra persona es en pro de un crecimiento común, si hay estancamiento, llegará un momento en el que estalle.

Miremos a nuestro alrededor e intentemos entender la lección detrás de cada historia, de las vivencias. Escuchemos las señales de la vida.

En una cara nos encontramos con el personaje de Ally, con esa frase con la que empezamos el texto y que nos muestra un atisbo de lo que sería un amor no egoísta, que busca el bienestar del otro por encima de las circunstancias, de sus elecciones. Un amor incondicional y sano. Frente a ella, se encuentra Jackson, absorbido por el alcohol, representando el ideal que acepta el sufrimiento como algo intrínseco a amar; prefiero dejar el mundo que vivir sin ti -sin la botella-.

------------------

Detribu.net

Instagram: @detribunet

Twitter: @detribu1

Pinterest: @detribu 

Facebook: @detribu

Youtube: Detribu

Atención: Ten en cuenta que este texto está escrito de acuerdo con las experiencias de vida de la fundadora de DETRIBU y con lo que ella ha conocido, puede haber diferentes visiones sobre un mismo tema dependiendo de las vivencias de las personas. Todas se respetan y se escuchan.

Ha nacido una estrella
Comentarios