martes. 19.03.2024

Ligar en tiempos de Covid

"Piensa que ligar en persona nos da muchos detalles que no podemos percibir a través de un móvil"

Corrían los años 50. Las pandillas de veinteañeros transitaban la Concepción de Huelva con el objetivo de mostrarse, encontrar pareja, conocer a alguien interesante. Paseaban desde la iglesia que lleva el mismo nombre de la calle hasta la plaza de ‘El Punto’, intrigados por la posibilidad de encontrar en el camino a un esposo o una esposa adecuados. Esto es lo que me cuenta mi abuela. Una vez que la atracción entre dos personas se disparaba o se hubiera hecho el arreglo de turno entre parientes, los futuros novios se dedicaban a concertar citas, a conocerse sin más intimidad, a las formalidades familiares si aún no se había dado el caso, a preparar un “sí quiero” para “toda la vida”.

La generación de mis padres ya pintaba de otra manera. Los rebeldes años 80. Yo aún no había nacido, pero, desde siempre, me inspiran nostalgia. La acción de ligar se empezó a llevar a cabo en los bares durante el invierno y en los chiringuitos por verano. Se respiraba mayor libertad, podías comenzar algo y que no fuera “para siempre”, podía romperse. Que te gustara alguien no significaba que tuvieras que pasar por el altar. Lo que siguió fue mi época; una extensión a lo que vivieron mis progenitores. Te mostrabas saliendo a beber, a las discotecas, aprovechando ese punto de desinhibición para, sin tapujos ni vergüenzas, interactuar con la persona que nos gustaba, bailar con ella o charlar un rato. Y, a pesar de las diferencias encontradas entre la época de mis abuelos y mis 20 años, la idea de encontrar a alguien para el matrimonio seguía latente; conocer a una persona que despertara la pasión, el deseo y con quien perpetuar y crear una familia.

Ahora, en mis 30, tras una década de idas y venidas y de relaciones no consolidadas, después de una pandemia que nos ha cambiado no poco nuestro estilo de vida, parece que ha llegado un nuevo paradigma de búsqueda de pareja: las redes sociales. En este modelo, el concepto de amor a primera vista cae por el simple hecho de que hay varios filtros que pasar. Si nuestra arma para amortiguar el impacto de un posible rechazo fue el alcohol, ahora nos mostramos a través de fotos y una conversación centrada en despertar el interés de esa persona que supuestamente existe detrás de las imágenes. Primero, nos tiene que atraer la foto, el fondo, el encuadre, el posado, la cara y el resto del cuerpo de la persona. Segundo, que a esa persona que te ha gustado también le gustes tú, con tus fotos, perfil, intereses… Tercero, que encontréis una conversación amena e interesante, que viváis a una distancia prudencial y que los astros se alineen para que queráis y podáis quedar en persona. Para mí, este es el que llamo el “filtro real”; el cerebro deja de imaginar y crear expectativas y baja a lo real, a lo que es, puede ser mejor o peor de lo que pensábamos.

Afortunadamente para los solteros y solteras que se dan de alta en estas redes, cada vez son más las personas que se atreven a mostrarse a través de estas aplicaciones, el mercado crece y se vuelve más exigente.

Cuando esta forma de ligar comenzó, muchas personas sentían recelo a aparecer en ‘Tinder’ o ‘Badoo’ por un cliché que las definía -a las personas- como desesperadas o por no ser suficientemente buenas o por solo buscar sexo. Quizá una de las claves del éxito en estas aplicaciones es mostrarse tal como uno es y saber comunicar a la persona lo que buscamos y queremos, sin adornos; ser lo más real posible en el encuentro virtual para evadir el mayor número de sorpresas en el encuentro real.

Piensa que ligar en persona nos da muchos detalles que no podemos percibir a través de un móvil; no conocemos el olor ni la voz de la otra persona; nuestras energías no están conectadas y el inconsciente no es capaz de reconocer los patrones que busca. El feeling sí se puede disparar con un primer contacto, pero no será a través un dispositivo.

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