martes. 19.03.2024

El Senado, Escuela de Valores

"La Cámara Alta es el perfecto “campus” para jóvenes políticos o interesados en la política para estudiar, comprender y desenvolverse en un ambiente puramente político"

El Senado español no pasa últimamente por sus mejores tiempos. La lluvia de críticas negativas es incesante y está hiriendo de muerte tanto a la institución como a los propios senadores. El poder de los medios de comunicación, con su inmenso radio de actuación, favorece que el debate sobre la funcionalidad de la Cámara Alta se traslade a las calles, convirtiéndose en el asunto central de muchos corrillos. Pero, ¿es necesario eliminar el Senado? ¿Es todo negativo en esta institución?

No es el momento de volver a enumerar las funciones del Senado, cuáles le otorgan un carácter diferente respecto al Congreso o la utilidad de su trabajo. Hay cientos de artículos en la red y decenas de debates televisivos que nos informan sobre ello. Pero, por el contrario, sí es el momento de redefinir la Cámara Alta, de pensar en todo lo que puede aportar y desconocemos sobre ella, y de eliminar en la medida de lo posible la negatividad que se cierne sobre ella.

Más allá de si sus decisiones tienen relevancia política o no, o en ocasiones parece que sus butacas se han convertido en un “cementerio de elefantes políticos”, el Senado tiene valores que aportar. Unos valores alejados de sus funciones constitucionales o de su representatividad de las diferentes realidades políticas existentes en España. Desde la óptica de la educación y de los saberes diplomáticos, la Cámara Alta es el perfecto “campus” para jóvenes políticos o interesados en la política para estudiar, comprender y desenvolverse en un ambiente puramente político y aprender de políticos buenos, honrados y con una experiencia exitosa en las diferentes instituciones o administraciones publicas que han dirigido anteriormente.

Pese a las duras críticas contra todos nuestros representantes, surgidas de la dañina generalización, muchos de sus 266 senadores realizan un buen trabajo y se preocupan por el cumplimiento de sus funciones. Un trabajo que ejemplifica el quehacer de una persona que trabaja por su comunidad y que se tiene que enfrentar a múltiples obstáculos tanto sociales, ideológicos o económicos por el cumplimiento de sus objetivos. De este modo, el Senado es una escuela de política que a través de su entramado elabora lecciones sobre administración y ética política que deben estar anotadas en la libreta de todo buen gobernante.

Siguiendo este enfoque, hay que potenciar el intercambio de experiencias entre los propios senadores, que ellos sean los maestros de los futuros dirigentes y responsables de salvaguardar la estabilidad y la paz social del país. Como  comúnmente se afirma: “No hay mejor maestra que la experiencia”. Para ello hay que dar paso a voces jóvenes en nuestras instituciones que puedan aprender de las figuras pasadas que cuentan en su curriculum vitae con una experiencia contrastada. Que compartan butaca y aprendan unos de otros: la idiosincrasia de la política española, la dificultad de la defensa de unas ideas frente a agentes adversos o simplemente que comprendan y manejen las herramientas retóricas y negociadoras a su alcance.

De este modo, el centro en torno al cual gira el conflicto se traslada. La crítica ya no se centra en la existencia de un Senado, sino en el modelo de Senado que hemos desarrollado consecuencia de nuestro devenir histórico y del buen y mal hacer de nuestros dirigentes. Hay que conseguir reactivar su actividad política en un sentido docente ya que las teorías se pueden aprender de los libros pero el cómo aplicarlas de un modo correcto y en beneficio de la sociedad se asimila una vez dentro del juego político y de la mano de aquellos que poseen una gran baza: la experiencia.

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Ramsi Jazmati es director adjunto a la Presidencia del Instituto Choiseul de España.

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