jueves. 28.03.2024

Marie Kondo impulsa el consumo

"La kondomanía está muy bien en el caso de aspirantes a Diógenes del roperío, o para aquellos que lavan y acumulan para un “por si acaso” todos los tarros de tomate que consumen"
Marie Kondo

Tanto tirar y desechar no podía traer nada bueno, como no fuera para el señor Ortega y compañía, que ven crecer sus arcas por las compras desesperadas de señoras que no tienen nada que ponerse –y ahora sí es verdad- esta temporada y respiraron aliviadas con la llegada de las rebajas de agosto.

Tengo una amiga que se quedó sin un mísero bikini que llevarse a las caderas y otra que a finales de junio todavía lleva las botas de ante y le ha salido una urticaria por el roce y el sudor. Algunas, hasta se han visto obligadas a poner alguna que otra lavadora rápida a las 3 de la madrugada para tener bragas limpias al día siguiente.

Cuando introducían su vestuario dentro de la bolsa de basura tamaño comunidad eran incapaces de sentir cariño por esas prendas –para Marie Kondo había que sentirlo a la hora de conservar una prenda, o tirarla-, pero ahora las recuerdan con lágrimas en los ojos.

Las hay que frecuentan tiendas de segunda mano y de tradición solidaria por si se encontraran con esa blazer tan ligerita que desecharon en un momento de subidón kondiano. Una prima mía tuvo suerte y encontró sus sandalias de esparto y cuña de 6 centímetros, pero tuvo que pagar 15 euros para recuperarlas. Ay Marie Kondo... ¡Lo que has hecho por incentivar la economía de consumo y por aumentar las colas burocráticas!

En Hacienda y en las sucursales bancarias todavía están que trinan. En plena campaña de la Renta les llamaban para recuperar papeles, facturas… “Pero señora, cómo tiró usted el modelo 390 del año pasado?”. No daban crédito.

En las comisarías no dan abasto para hacer pasaportes y renovar documentos. El famoso “cajón de varios…” que las más osadas volcaron en la papelera sin mirar ni revisar mientras pensaban “Marie estaría taaan orgullosa de mí” entraron en parada cardíaca a la hora de organizar las vacaciones o el viaje a Inglaterra del niño y descubrir que los pasaportes ya no estaban. Y es que no hay que pasarse.

La kondomanía está muy bien en el caso de aspirantes a Diógenes del roperío, o para aquellos que lavan y acumulan para un “por si acaso” todos los tarros de tomate que consumen. Tampoco está de más que hagan limpia los que guardan hasta los recibos de las luz del año 87, los que pueden permitirse el lujo de tener una habitación de la casa dedicada a trastos o los que tienen el aseo impracticable por culpa de unas cajas de la última mudanza que aún no han abierto. Ahí si. Pero en los “hogares” normales basta con una buena limpia “con más cabeza que corazón” dos veces al año. 

Marie Kondo impulsa el consumo
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