martes. 19.03.2024

Dientes

"¿Alguna vez te has preguntado lo que les pasa a tus dientes cuando se caen?"

¿Alguna vez te has preguntado lo qué les pasa a tus dientes cuando se caen?¿Cuándo desaparecen de debajo de tu almohada y son reemplazados por dinero o golosinas? Bien, desde ya os puedo decir que esto es obra de alguien (no tus padres, que quede ya claro desde ahora por si eres de los que se cree que ha descubierto por fin el secreto, usando una muy básica capacidad de razonamiento). He escuchado todo tipo de historias que cuentan los mortales sobre el Ratoncito Pérez y el hada de los dientes. La realidad es más o menos diferente. Empecemos aquí.

Estás dormido en tu cuarto con ese tesoro debajo de tu almohada, ¿no? Los únicos sonidos son las voces de tus padres en el piso de abajo, tu aliento y los ruidos de la noche. Eso es cuando yo entro dentro de la historia. Silencioso como un ratón, que, ahora que lo pienso, lo soy, me meto por debajo de la puerta de tu cuarto. Me puedes imaginar así: uniforme azul oscuro con una gorra del mismo color. Cargo una bolsa en la que hay metida un billete de 10 dirhams, unas gafas que me permiten ver en la oscuridad (hechas especialmente por las Hadas), mi carnét de identidad y un espacio para el diente. Me muevo silenciosamente hacia la cama, poniéndome las gafas. Empiezo a subir por la pata de la cama, ayudándome de la manta, por la que asciendo sin esfuerzo. Me saco la bolsa y reajusto las gafas antes de hacer la parte más difícil: recolectar el diente.

Dejo la bolsa en la cama y empiezo a meterme por debajo de la almohada. Para mi suerte, el niño ha dejado el diente bien a mi alcance. Normalmente me lleva bastante tiempo volver a salir, pero esta vez salgo de debajo de la almohada en menos de un minuto. El diente es del tamaño de una pelota de fútbol -ratonil. Lo meto cuidadosamente dentro de la bolsa y saco el billete. Lo deslizo debajo de la almohada y le doy un par de palmaditas al niño en el brazo. Una tradición. Me vuelvo a poner la bolsa y empiezo a bajar de la cama. Antes de volver a la puerta, escucho por si hay algún ruido sospechoso. He oído varios rumores de que había un gato en la casa. Y te recuerdo que a los ratones no les hace ni una pizca de gracia que ande un gato suelto por una casa. Me escabullo por debajo de la puerta, cuidadoso para que el diente no se caiga de la bolsa. Me paro antes de correr hacia la entrada del túnel catorce, un agujero en el muro cerca del suelo. Estoy a mitad de camino cuando escucho el maullido del gato. Echo a correr lo más rápido que puedo, adrenalina y miedo corriendo por mis venas. Llego al agujero justo a tiempo, en el momento en el que el gato se tira contra el muro en un intento para atraparme. Siento un pelo rozarme la cola y me pego al muro. El gato, furioso, trata de meter la pata por el agujero pero Liz, un Hada supervisora, le electrocuta la pata, un poco solamente, lo suficiente para poder cerrar la puerta. Enciende una linterna.

-¿Tienes tu carné de identidad?- pregunta el Hada con tono rutinario. Por un momento temo que no tenerlo y que se me haya caído en mi carrera a la puerta. Por suerte, está en la bolsa. Se lo doy a Liz y ella lo inspecciona. Asiente con la cabeza y me lo devuelve.

-Ya te puedes ir- dice. Le saludo y empiezo a bajar la escalera que lleva a base con el diente. Esta es la parte complicada, porque hay bastantes ratones entregando dientes a base. Los ratones vivimos en base, que es subterránea. La mayoría de las hadas viven en sus propias ciudades. Llego a los túneles que llevan a base y me encuentro con otros ratones corriendo en la misma dirección a la que necesito ir. Recibo varios -Buenas noches- de mis colegas cuando bajo.

La base está controlada por Hadas. Están las que se encargan de entregar los dientes y las que se encargan del orden, de que no nos comportemos mal. Eso casi nunca pasa, o sea que la cosa es bastante relajada. Me dirijo hacia un hada detrás de un mostrador. Me sonríe cuando me ve.

-¿Diente?- pregunta. Lo saco y ella lo inspecciona, girándolo en sus manos pequeñas. Asiente, satisfecha, y me da un papel para que escriba los detalles: dónde fue encontrado, qué día y qué túnel. Se lo devuelvo.

-Tu siguiente asignación es túnel once, casa nueve- dice el hada, leyendo un papel. Me giro, dispuesto para completar mi siguiente encargo.

Los dientes más limpios son usados para (prepárate) dentaduras para gente mayor. Los más o menos limpios son enviados al apartamiento de joyería, en el que unos pájaros carpinteros especialmente versados en el arte de joyería, son capaces de darle a cada diente un aspecto bonito. El resto de los dientes, los que no tienen remedio, son dados al Hada de los dientes suprema, que, como me contó algún ratón, los usa como alimento. Apuesto a que deseas que no te hubiese contado eso, ¿no? Pues ya lo sabes. Existe toda una industria alrededor de los dientes que ya no te sirven. Y, de hecho, ya hay quien está viendo la posibilidad de hacerse también con los que sí te sirven, en colaboración con unos amigos situados estratégicamente en varias consultas de dentistas… y es que esas hermosas perlas de tu boca tienen más valor de lo que sospechas.

Te preguntarás por qué te cuento todo esto. Digamos que desde que el cuerpo de seguridad de las Hadas empezó a visitarnos en nuestras casas-agujero, uno por uno, y exigirnos también a nosotros la entrega de nuestros dientes caídos, he empezado a preguntarme si no tendríamos que unir nuestras fuerzas para desenmascarar al Hada Suprema…

Nos vemos en tu cuarto, una de estas noches.

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